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El gobierno manda

CUANDO LAS PRÓXIMAS ELECCIONES SE CONVIERTEN EN EL TALÓN DE AQUILES DE LOS PRESUPUESTOS

El Ministro que menos gracia hace del gobierno -descontando todos aquellos que ni se sabe que existen-, el inefable señor Montoro, ha presentado el proyecto de Presupuestos Generales del Estado para 2016, de cuyo trámite parlamentario dependerá la disolución de las Cortes y la convocatoria de nuevas elecciones generales.

Todos los PGE son políticos, un arma en manos de cualquier gobierno. Estos además son electoralistas, al menos en su presentación. Discutir esto es baladí. A estas alturas del partido el PP se ha convencido de que lo que más daño le hace es su faz antisocial, el sentimiento mayoritario de que se gobierna de espaldas a la mayoría de la población, se incrementan las desigualdades sociales y se ciegan las esperanzas. De ahí que el señor Montoro y los altavoces mediáticos del gobierno y del PP, tipo La Razón, los hayan presentado como la muestra del giro social del gobierno por el incremento relativo del denominado gasto social. No siendo economista -certeros a la hora de estudiar lo que ha pasado pero con muchos peros en sus futuribles-, leyendo los avances de los PGE, yo diría que tienen más ruido que nueces.

No discutiré la lógica del razonamiento que los sustenta pero tampoco es bueno apartar de la memoria el cuento de la lechera. Los PGE2016 parten de una ecuación sencilla: más empleo, menos paro, más cotizaciones, más recaudación, menos intereses a pagar es igual a más fondos para el Estado. Y ello se apoya a su vez en la idea de que los elementos externos que impulsan la recuperación económica, por encima de los aciertos o desaciertos del gobierno, se van a mantener: crecimiento del turismo a lomos de los problemas de los competidores, factura energética baja por los bajos precios de los hidrocarburos, política del BCE y mantenimiento de un Euro bajo.

Nadie puede negar el incremento de algunas partidas sociales pero todo ello es muy matizable y además pueden tener a la larga un efecto bumerán. Porcentualmente la realidad es que con respecto a 2015 el crecimiento no es tal aunque lo sea en números absolutos, y ahí está el primer desengaño (de un 53.9% a un 53.5%). Tampoco el destino de muchas de las partidas es asimilable a lo que el ciudadano entiende por gasto social. Yo destacaría como real el destinado a la dependencia.

Menos real es el incremento de las pensiones que el gobierno y el PP van a vender como muestra de su preocupación. Recordemos que por obra del gobierno, empeñado de dexindesar los salarios del IPC, las pensiones se revalorizan por ley y ya estaba fijado el mínimo que era de un 0.25 que es lo que se ha aplicado en los PGE2016, luego no es que suban las pensiones sino que se aplica la ley que de hecho reducía el poder adquisitivo de los pensionistas. Crece el gasto total, pero es porque habrán más pensionistas. Este es el segundo desengaño. El gobierno sigue sin acometer este tema y me temo que seguirá echando mano de la hucha.

Reconocen indirectamente los Presupuestos que las Comunidades Autónomas siguen siendo un agujero negro. El gobierno ha preferido aparcar el tema de la reforma de la financiación en esta legislatura, entre otras razones porque no sabe qué hacer. Las CCAA seguirán incumpliendo los objetivos marcados -lo que es un problema para la credibilidad- y el gobierno inyectando dinero político. No varían en esto mucho, por ejemplo, las partidas de inversión. Siguen creyendo que el problema territorial y el secesionismo se combate con dinero. Así pues tendremos más trasferencias monetarias a las CCAA y no hace falta señalar cuáles serán las más beneficiadas. Tercer desengaño.

Por más que me lo vendan yo sigo sin ver una decidida orientación en los PGE2016 hacia el cambio de modelo económico-productivo. Cierto es que se incrementa la I+D+i, pero no parece que el sistema de subvención y no de objetivos de grandes resultados, ni sea el más eficaz. Puede que la partida destinada a la LOMCE fomente un cambio de cualificación laboral, pero de momento no conocemos un plan coherente de renovación y modernización sino mantener lo de siempre. Algo similar tendríamos que decir sobre las inversiones públicas y el problema energético. Ya veremos en el debate parlamentario sino estamos ante más de lo mismo.

Los PGE2016 ocuparán el discurso político hasta las próximas elecciones. Salvo la intención general, los "presupuestos más sociales", las cifras absolutas y la subida del 1% a los funcionarios, referida solo a los del Estado, las medidas de impacto electoral van a cobrar vida en esa mejora ya prevista por Montoro para el trámite, convertido así en uno de los puntales de la campaña del gobierno para las elecciones. A la idea de que si el gobierno pierde las elecciones se acabará la recuperación se sumará la idea de que si el gobierno no gana las elecciones nada de lo prometido, avance de futuras mejoras, se hará.

El Talón de Aquiles o la ruptura del cántaro de la lechera es que el PP no va a reeditar su mayoría absoluta en las próximas elecciones. Ello le obligará a pactar con Ciudadanos para mantenerse en el poder, porque la vieja alianza con los nacionalistas se me antoja tan insuficiente como inviable. Eso supondrá variar ostensiblemente estos Presupuestos después o aceptar en el trámite las enmiendas que Albert Rivera haga desde la calle porque no está en el Parlamento, por ello deberemos estar atentos a sus declaraciones y las respuestas, ellas nos darán la clave del precio del pacto. Y si el PP no consigue mantenerse en el poder mucho me temo que los PGE2016 sean papel mojado porque los miles de millones destinados a disminuir el déficit acabarán pagando cualquier ocurrencia.

Ahora, lo importante es saber qué peso tendrá ese asumido Talón de Aquiles en eso que se llaman los mercados, aunque de momento lo que más preocupa es la bufonada de Atur Mas, porque no es la primera vez que un bufón al que se deja hacer no provoca un desastre.


DE IMPUTADOS, LIBERADOS, EXCARCELADOS Y VERGÜENZAS MÚLTIPLES


No sé ya cuál es el límite del hartazgo ni cuándo se produce el cansancio de los buenos. Ignoro hasta dónde las excusas, las justificaciones, el recurso al eufemismo pueden llegar a convencer o al menos permitir el autoengaño a eso que llaman las derechas. Hasta ahora ese fenómeno calificado sociológicamente y políticamente como la desafección sólo parece darse en la izquierda o a favor de la izquierda y para sorpresa de los conservadores, de los timoratos conservadores que todo lo ven lleno de peligrosos rojos, la desafección de los suyos, la de quienes se desengañan del partido, del gobierno y del sistema, acaban recalando en las aguas del enemigo surgido del catodismo mediático.

Se afirma con una excesiva categorización que los españoles están hartos, cuando la realidad es que sólo una parte de los españoles están hartos. Si seguimos las encuestas resulta evidente que entre el 45% y el 55% de los electores siguen confiando en el duopolio PP-PSOE que ya amenaza con reconvertirse por interés nacional -¡Qué poco te queda Pedrito como no cambies!-, por interés de los mercados y de la oligarquía, en la ecuación irresoluta de PP+PSOE=x+y. Se habla de los millones de votos que momentáneamente han huido de estas opciones, pero muy poco de los millones que por conformismo, por formar parte del sistema corrupto clientelar del que viven desarrollado por el bipartidismo, o por aspirar a colocarse en la pomada que forman los amigos políticos y los familiares políticos, están encantados con el duopolio; encantados con ser más peperos o socialistas que nadie, más de derechas o de izquierdas que nadie, para en el fondo ser los más conservadores porque no quieren cambios en el sistema que les aúpa a la cúspide social aunque sea en alternancia. Y entre ellos destacan todos los que presumen de una ideología que utilizan como coartada para mantener su posición de privilegio, porque para ellos y solo para ellos gobierna el partido que deja las migajas para los demás, compartiendo esa mentalidad que, por ejemplo, nos dice que es mejor trabajar un poco con salario mísero que no trabajar, la misma filosofía que lleva a convertir a los niños en esclavos de los textiles o del calzado en el Tercer Mundo.

No sé repito cuál es límite del hartazgo entre esas gentes, aunque creo que, pese a los esfuerzos por iluminarlos de los bienintencionados, ese hartazgo no existe porque después se conforman con los caramelos que reparten de casa en casa a través de las servidumbres comunicativas de informativos y tertulianos de todo pelaje y condición. Esos que se exaltan con la reiteración de la maldad del contrario, PP-PSOE y viceversa, pero que se pirran por el acuerdo PP+PSOE para salvar a los españoles de ellos mismos.

¡Qué se puede esperar de unos electores que hoy -para ustedes probablemente ayer o antes de ayer- se indignan por un rato con la liberación del asesino múltiple Santi Potros o la excarcelación de Plazaola! Ha sucedido, por enésima vez, con un gobierno de mayoría absoluta de la derecha. Pero ya se sabe que excusas siempre existen y las cuentas de las jaculatorias peperas son casi infinitas. Por ello la idolatrada lideresa, la aspirante, el corazón de las derechas, se puso antes la venda mediática, porque sabía que la herida se iba a producr, diciendo que quiere que los terroristas estén en la cárcel recordando el "lamentable" caso Bolinaga. Excusas que permiten argumentar, con mayor pena que gloria, al club de los enfadados que lo que pasa es que no son verdaderamente de derechas, pese a que hasta hace dos días apoyaban, se conformaban o miraban hacia otro lado ante esa política. Y ahí están los del si votaste a Espe o a José María nos tienes que votar a nosotros cuando el rosario de excarcelaciones comenzó en los idolatrados tiempos de Josemari cuando estaban encantados de haberse conocido.

A esas gentes de derechas este tema, el de la liberación de los asesinos múltiples, como el del aborto o la corrupción solo les importa en el bar o para quejarse diciendo en voz alta: ¡Ah, si hubiera un partido... si se unieran! Para a renglón seguido, tras el desahogo, pensar el el bolsillo del burgués y mantener, porque si no vienen los rojos, su sacrosanta fidelidad en este caso al PP porque por el otro lado parece que el juguete ha comenzado a quedarse sin pilas.

Podría yo aquí repasar las veces que en público o en debates entre amigos, todos ellos por supuesto de derechas y fieles votantes del PP, los que se ufanan en tirar de carné y blasonan de ser el núcleo duro al que harán caso cuando lleguen mejores tiempos -¡es que nos gobiernan los tibios, son las circunstancias, llegará un día...!-, he denunciado el recurso al eufemismo, la utilización del desconocimiento de que lo que aparentemente son sinónimos cuando en realidad son antónimos. ¡A cuántos he explicado que cumplimiento íntegro de las penas no significa nada, que es un engaño! No es más que la gran mentira, comprada sin mucho esfuerzo, utilizada por el PP para que nada cambie. No recuerdo las veces que he explicado que ese cumplimiento significa que los terroristas tendrán que estar entre rejas treinta ó cuarenta años, pero que nunca los cumplirán porque gozarán de reducción y beneficios penitenciarios; que por la ley española da lo mismo a un terrorista matar a uno que a treinta y cinco -caso de Santi Potros-; que condenar a alguien a 3000 años de cárcel es una boutade y un mal chiste de humor negro con el que tranquilizar a una opinión pública que respira aliviada con un "se ha hecho justicia". La realidad es que 35 asesinatos se saldan con unos meses por cabeza ya que con 28 años de cárcel se sale a la calle para recibir los homenajes de esos que nos decía el tándem Rajoy-Cospedal que iban a ilegalizar en cuanto llegaran al poder. ¡Cuán grande es el valor en los mítines y en los titulares y en qué poco resta cuando se llega al poder y priman las encuestas y la conveniencia política! Pero siempre hay una excusa, una culpa no propia: son cosas de la Justicia, de nuestro ordenamiento legal, de ese nido que es la Audiencia Nacional, de la independencia de los poderes, de la ley penitenciaria... ¡Córcholis!, por no decir un taco en recio castellano. Esas leyes inicuas, moralmente execrables, las hicieron ustedes, el duopolio PP-PSOE (uno las hace y el otro no las cambia). Y ustedes se benefician políticamente de su aplicación porque en la hoja de ruta está la liberación de los etarras y el consenso de dejar dormir el sueño de los justos la larga lista de asesinatos de los terroristas sin resolver. Después, eso sí, sus hooligans ponen el grito en el cielo porque el chico de la coleta habla de hacer lo mismo que están haciendo., pero ya se sabe lo poco grato que es el refrán de la paja, la viga y el ojo. Mariano sabe que los terroristas van a salir a la calle merced a las reducciones y a aplicaciones más que cuestionables de los huecos de la ley, que medio centenar de asesinos van a seguir la estela de Santi Potros... Pero, Mariano, como de costumbre se pondrá de perfil y dejará que el tiempo eche serrín sobre el vómito. ¡Qué bien vienen a la política algunas decisiones judiciales y que el juez Marlasca inclinara la decisión a favor de las tesis de los terroristas! ¡Cómo no recordar aquello de la sensibilidad ante el polvo del camino! ¡Cómo no recordar que si el señor Mas ha hecho lo que ha hecho, por muchas denuncias que se acumulen, es porque los socialistas eliminaron el delito cometido del código y Mariano, que para esto es un lumbreras, acongojado, no lo restauró para evitar tener que aplicarlo no fuera a perder un futuro socio!

Por cierto, en qué estaría yo pensando, si mi propósito era hablar de los imputados, los aforados, los sospechosos, los dimitidos con la conciencia tranquila, de la corrupción de alta y baja intensidad, de los becarios y hasta de la Pantoja y el pequeño Nicolás que ha acabado siendo la pimienta del sarao que tiene como cantaores, guitarristas, palmeros y danzantes a la casta política, mientras que los que asisten al espectáculo pagan la cuenta y, como en las buenas pero crapulosas tabernas, de paso les roban el reloj y la cartera. Sin obviar que me desayuno con la noticia de la oferta de acuerdo al señor Urdangarín para que al final no haya juicio no sea que las alfombras comiencen a levantarse y la cosa se complique con una infanta de por medio.

Viendo lo escrito me asalta la idea de si lo acontecido, la enésima liberación de terroristas, no será también muestra del grado de corrupción en que nos hemos acostumbrado a vivir. Acaso cabe mayor corrupción moral que la de un sistema que ha creado un entramado legal, de estúpida ideología progresista -pobrecitos delincuentes resultantes de las injusticias y vicios de la sociedad, prístinos en el origen y contaminados por la vida-, que permite a un asesino múltiple salir a la calle ciscándose en las víctimas que fueron condenados por sujetos como Santi Potros o Plazaola a la cadena perpetua de la muerte física. Esos que se permiten decir que ellos no asesinaban sino que ejecutaban. E insisto, ¡qué bien vienen a la política del gobierno estas liberaciones y que otro sea el responsable mientras emulan a Pilatos!

Una corrupción más en un mar de corrupciones reales y morales no tiene importancia -piensan-. Ahora toca sacar pecho y decir que la Justicia está actuando, que no se tiene nada que ocultar. Después vienen los sonrojos, las charlas, las componendas y los intermediarios, incluyendo los conseguidores que sacan soluciones de la chistera para hacer carrera en la larga lista de pícaros que abonan el estiércol de la realidad. Pero de eso, por falta de espacio, tendré que hablar otro día porque firmo y pongo rúbrica a estas líneas el festivo día de la Constitución que este año se transforma en el día del centro comercial, el del mismo mercadeo que nos muestra al augusto Felipe VI conduciendo llevando a la vera al mismísimo Arturo Mas con encantadora sonrisa.

Tengo un problema, no entiendo al gobierno

Tengo un problema, no entiendo al gobierno

Confieso que soy uno de esos españoles que no entienden parte de las medidas económicas que adopta el gobierno. Mi visión particular es que Moncloa anda pagando facturas y aprovechando la situación para cambiar, por donde no debiera, aspectos esenciales de lo que ha sido nuestro modelo socioeconómico en los ámbitos de la microeconomía, de aquello que realmente afecta a la economía de las personas, porque las personas parecen preocupar muy poco a unos detentadores del poder que viven pendientes de sus clientelas políticas.

Reconozco que no soy economista y que solo entiendo algo de historia económica, aunque no me resisto a pontificar sobre el escaso valor demiúrgico que otorgo a las recomendaciones de unos economistas que, educados en las mismas teorías, las de los Chicago-boys y la Escuela de Viena, que han decretado la muerte de Keynes, un socialdemócrata peligroso según los dictadores del ultra liberalismo económico y algunos tontuelos de la derecha de pose y beneficio, que palidecen ante la idea del Estado social, tienen solo diferencias de matiz.

Probablemente por desconocimiento económico y por plantear las alternativas de forma imaginativa desde fuera de esa ortodoxia no consigo entender los parabienes de muchas de las medidas que adopta el actual gobierno de España.

Mariano Rajoy, aprovechando el inicio de la molicie estival, acaba de recurrir, en un alarde de valor y decisión que a muchos nos extraña, al Decreto-Ley para dar a luz sin epidural un paquete de medidas para que nuestra economía gane en competitividad y eficiencia, fomentando así, según el lenguaje oficial, el crecimiento económico en el que según nos cuentan hemos entrado. Revisando alguna de las propuestas no puedo por menos que preguntarme sobre la realidad del pretendido beneficio.

Todo el mundo sabe que las PYMES son la base de nuestra economía productiva y yo, en mi cortedad, no alcanzo a descubrir en las medidas el impulso para su expansión que demandan ni el fomento de su incremento a través de la innovación: abrir bares y peluquerías está bien pero no es lo que necesitamos. Tampoco veo que se beneficie a un sector comercial que parecía estar comenzando, tras no pocos sacrificios, tras mantener puestos de trabajo con pérdidas, a recuperarse. De hecho se les ha ocurrido -podemos colegir por qué- autorizar el incremento de las comisiones bancarias -el atraco perfecto que diría yo- que deberán asumir los comerciantes por los pagos con tarjeta reduciendo los márgenes de beneficio u obligando a subir los precios.

Si no he perdido la costumbre de leer mucho me temo que con estas medidas se pierde soberanía en materia aérea y portuaria. Igualmente grave me parece que brille por su ausencia la decisión de desarrollar un sector energético estratégico propio con un replanteamiento de la autoproducción y las renovables, y ahora, tras la rendición ante las eléctricas, recompensada con jubilaciones de oro en consejos de administración, le llega el turno a la factura del gas. No menor sonrojo me causa el descubrir la aparición de entes burocráticos que, naturalmente, beneficiarán a los amigos políticos cuando todos hablan del necesario adelgazamiento de la administración.

Y remata Mariano con su apuesta para luchar contra el paro juvenil mediante lo que serán mini salarios en la práctica y subvenciones empresariales, en vez de alentar cambios en el sistema productivo. El estrambote con sarcasmo lo pone la transformación casi en organismos públicos de las neoesclavistas ETTs.

Mariano ha aprobado este paquete, que encantará a los ultraliberales y a los mercados, aprovechando la expansión del empleo, cantada cual serafín por el ubicuo Marhuenda, mucho más Ministro de Propaganda que el mismísimo Joseph Goebbels, al viento de una prometedora temporada de sol y playa. Quizás por eso, con la coartada perfecta, Mariano haya decidido dar una vuelta de tuerca que empobrecerá a unos, los más, y beneficiará macroeconómicamente a quienes ven España como un tierno corderillo a devorar.

La subida de la luz y el agobio de los españoles.

Es fácil que acaben acusándote de demagogo cuando no te pones una venda ante los ojos para prescindir de la realidad social que nos circunda, o no vives encerrado en los datos y en la comodida del que carece de necesidad. Sin  admitir que casi cualquier cosa se puede justificar desde un punto de vista teórico, descalificando, en el camino, a quienes se sienten más próximos a los ciudadanos que a los datos macroeconómicos.

Una vez más el gobierno ha cedido ante los detentadores reales del poder: ese conjunto etéreo que denominamos los mercados. La inescrutable e incomprensible factura de la luz, que recoge las tres partidas que determinan su precio, subirá al amparo de las luces de Navidad y el dispendio -cada vez menor para una parte significativa de españoles- de la aparente felicidad de los regalos, esperando que así el desatino se olvide rápido. Pero dejemos constancia que a lo largo de este año lo que se ha producido es la subida constante de la factura energética de los españoles comunes. Ahora se anuncia un incremento real que en enero podría situarse entre el 6% y el 7%.

El gobierno lleva justificando estas subidas, producto de la deuda generada por la diferencia entre el precio de venta y el precio de coste, alegando, implícitamente, que en esta situación de crisis ya no es posible sostener artificialmente los precios merced al tramo de los mismos que fija el ejecutivo. Pero oculta que la reforma del sector es un peaje más al que nos obligan en Europa y no nos explica cómo es posible que en España la luz tenga una de las tarifas más altas del continente.

El gobierno ha cedido ante las poderosas eléctricas y no se le ha ocurrido plantear abiertamente que el modelo es equivocado, que la gestión del sector no parece que haya sido la más eficaz y acertada y que, en definitiva, estamos pagando la ausencia de un sector estratégico energético nacional.

El gobierno, una vez más, rompe sus promesas. No ya las electorales sino las realizadas hace unas semanas. El Ministro de Industria -ya podía dedicar sus esfuerzos a industrializar el país- afirmó que el tramo de la factura que es responsabilidad del gobierno no subiría. Y, como es usual, cada vez que el presidente o alguien del gobierno dice que eso no sucederá acaba invariablemente pasando.

La luz sube cuando, según se nos informaba, ante la llegada del invierno, unos tres millones de hogares no podrán utilizar la calefacción adecuadamente o, simplemente, no podrán encenderla; cuando hemos visto reportajes televisivos de la gente volviendo a quemar en casa madera para calentarse; cuando en todas las parroquias se recoge, además de alimentos, dinero para poder pagar las facturas impagadas de la luz... Por toda respuesta el gobierno argumenta que 2.5 millones de españoles se benefician del "bono social" eléctrico, pero de poco vale el bono cuando el precio de la luz sube y previamente el dinero que se obtiene va a cubrir otras necesidades básicas.

Pero lo peor es que otra vez se busque, con ese lenguaje falsario y pletórico de eufemismos, a que nos ha acostumbrado el gobierno de Mariano Rajoy, tranquilizar a los españoles diciéndonos que es una subida transitoria, que a partir de abril de 2014 se producirá un reajueste y la factura bajará. Lo que no nos dicen es que en el proyecto legal de reforma gubernativo se contempla la subida automática para evitar que se produzca un nuevo déficit. Déficit que naturalmente acaban estableciendo las propias eléctricas y pagando todos los españoles para mejorar sus cuentas de resultadas.

 

 

 

 

 

RAJOY, ENTRE LA DUDA Y EL CÁLCULO POLÍTICO.

RAJOY, ENTRE LA DUDA Y EL CÁLCULO POLÍTICO.

Si lamentable fue la salida de tono del Presidente del Gobierno cuando le preguntaron por su opinión ante la sentencia y la liberación de etarras, evitando conscientemente pronunciarse, más falaz ha sido la maniobra, fruto sin duda de los fontaneros de la Moncloa, para intentar zafarse de la polémica y el daño político, de trasladar la responsabilidad de la liberación inmediata de la asesina múltiple Inés del Río a la Audiencia Nacional.

El mensaje del gobierno y del PP en este tema es nítido: estamos obligados a cumplir la sentencia, con dolor eso sí, y los encargados de velar por el proceso son los magistrados de la Audiencia Nacional o en llegado el caso el Supremo; por lo tanto, no tenemos responsabilidad alguna. Lo que además, pues de todo se puede sacar algo positivo, infiere centrar las críticas de la aplicación universal de una sentencia individual en el Ministerio que dirige Alberto Ruíz Gallardón.

Naturalmente que todavía existen mentes virginales que se creen aquello de la Independencia del Poder Judicial. A otros, simplemente, nos resulta mucho más sencillo creer en el misterio de la Santísima Trinidad.

La presidenta de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, Ángeles Pedraza, se ha quejado amargamente de quiénes, políticos incluidos, han “contribuido a esta injusticia”. Y, ciertamente, la mayor parte de la clase política, de forma colectiva, tiene una alta responsabilidad en lo acontecido. La tiene, porque cegada con la idea de negociar con ETA, que ha estado presente en todos los gobiernos hasta el presente, que parece haber asumido esa estupidez léxica que denominan “proceso de paz” -¡como si alguna vez hubiera existido una guerra!- que por su propia definición legitima las acciones terroristas de los últimos cuarenta años, los sucesivos gobiernos han orillado reformar el Código Penal en lo referente a los delitos de terrorismo, asesinato y violaciones; negándose a tratar el tema de la cadena perpetua o el cumplimiento real de las penas (si son 800 años que cumplan 800 años).

Desde los lejanos tiempos de la UCD, maestra a la hora de enterrar a los asesinados a horas intempestivas, cerrando los funerales a la protesta popular, se evitó a conciencia una reforma que garantizara el cumplimiento real de las penas. En los años de gobierno socialista y oposición popular, no pocos dejamos claro que cuando se pedía el “cumplimiento íntegro” de las penas se usaba un subterfugio léxico, porque el “íntegro” no significaba ni total, ni real. Los terroristas podían disfrutar del régimen de beneficios para reducir pena y muchos reclamamos, desde los setenta, que ese privilegio desapareciera para estos asesinos. Pero era fundamental mantenerlo si se quería negociar pues una de las reclamaciones de los terroristas era la liberación de sus presos. Política que se mantuvo intacta hasta el siglo XXI refugiándose, hipócritamente, en el argumento de que aplicaban el Código Penal franquista de 1973, cuando el terrorismo, sin embargo, podía ser juzgado por Consejo de Guerra y en el Código se contemplaba la posibilidad de aplicar la pena de muerte.

Responsabilidad retroactiva de una clase política que fue, durante décadas, absolutamente insensible al dolor de las víctimas y que prefirió mantener abiertos los recovecos que le permitieran negociar con los asesinos. La denominada “doctrina Parot” fue el hueco en el sistema encontrado para mantener en prisión a los terroristas y forzar a ETA a la negociación. Una doctrina que tenía fecha de caducidad. Una doctrina considerada como un escollo en el “proceso de paz” aceptado e impulsado por José Luis Rodríguez Zapatero, como lo era la Ley de Partidos. La Ley de Partidos es hoy papel mojado y al gobierno ni tan siquiera se le ocurre volver a sus planteamientos para, como prometió, proceder a la ilegalización de los partidos que son la voz de los terroristas. La “doctrina Parot” ha sido tumbada por el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo con el concurso solícito de un juez español nombrado por José Luis Rodríguez Zapatero. Pero, al final, la sentencia viene bien a todo el mundo porque puede facilitar el “proceso de paz”.

Cabría preguntarse pues, ¿por qué el gobierno español, ante un proceso que ha durado unos cuatro años, no ha jugado a fondo la carta política? ¿por qué no ha buscado los necesarios apoyos en un ambiente que se mueve en razón de la presión que ejercen los “lobbys”? ¿por qué no se ha dejado claro y nítido que el juez español que forma parte del Tribunal no representaba la opinión nacional dejando de dar la impresión de que era la propia España la que pedía el fin de lo que constituye la razón iniciática de la doctrina Parot? ¿por qué se da por hecho que la sentencia, la más rápidamente analizada y leída del mundo, impone la libertad inmediata de los terroristas que planteen recursos ante la Audiencia Nacional? ¿por qué el gobierno no ha instado a plantear abiertamente que los beneficios penitenciarios no son parte de la pena y por tanto, sin desdecir la sentencia, alargar automáticamente los plazos de cumplimiento de pena lo que llevaría, nuevamente, el caso a su punto de partida permaneciendo los terroristas en prisión? Alguien podría alegar que ello no hubiera dado resultado, pero los votos particulares, contrarios a la sentencia, de varios de los miembros del Tribunal avalan que hubieran podido tener éxito. Pero el gobierno prefirió escudarse y limitarse en la acción ante el Tribunal en el proceso.

No pocos pensamos -y ello explicaría muchas cosas- que el gobierno ha hecho suya la tesis del “proceso de paz” de Rodríguez Zapatero y que por ello es preciso mantener una política de gestos que allane el camino. Gestos como la liberación de Bolinaga o tolerar definitivamente la presencia política de los representantes de los terroristas. Gestos, estiman, que tienen un coste político muy limitado. Sin embargo, ahora, tras la sentencia, lo que se plantean en la Moncloa es: ¿podemos asumir un goteo de liberaciones con la consiguiente protesta de las Víctimas? ¿es preferible una liberación rápida que evite ese desgaste? Y, sobre todo, ¿podemos controlar o minimizar los daños políticos causados por un rebrote de la “rebelión cívica” apoyada por el PP cuando estaba en la oposición para desgastar al gobierno de Zapatero y abandonarla una vez llegado al poder? Ese es el dilema real de Rajoy y de ahí el intento de desactivar o moderar las protestas de las víctimas.

La sentencia de Estrasburgo, y la atención a la petición de la representación política de los etarras de que no se pongan obstáculos a las excarcelaciones, suponen en la práctica la anulación parcial de la “doctrina Parot”, una de las cláusulas del “proceso de paz”. Ya tenemos encima de la mesa la petición de revisión de medio centenar de terroristas que podrían elevarse en breve hasta el centenar; como daño colateral queda la posibilidad de que salgan a la calle otros cincuenta asesinos y violadores. Ahora le toca turno a Trotiño, autor material de la matanza de República Dominicanda. Y en plazo brevísimo la asesina de Hipercor, Mercedes Ernaga que saldrá a la calle en diciembre. Para compensar, eso sí, sobre todo a efectos propagandísticas, Mariano Rajoy ha sacado del cajón donde dormía el sueño de los justos un “Estatuto de las Víctimas”, que aún debe concluirse, para reconocer unos derechos que de no ser por la falta de vergüenza de la clase política hace mucho que deberían tener. No sé si con ello logrará anestesiarlas en el conformismo pero al menos el mariachi mediático progubernamental tendrá algo en lo que refugiarse.

 

 

Nota: En la foto la terrorista Inés del Río, en libertad pese a tener las manos manchadas con la sangre de 24 víctimas. 

Especuladores de la desesperanza.

Especuladores de  la desesperanza.

Depende de cómo transcurra la semana, de los sobresaltos que produzcan las evaluaciones de los organismos internacionales, de los repuntes y pespuntes de los quebrados y tobogánicos vectores de la economía española, de cómo vaya la sempiterna pelea entre De Guindos y Montoro, de la calma que azote a la fiera alemana, de la evolución de la prima de riesgo, de las facturas políticas que el gobierno tenga que pagar, porque cree -equivocadamente- que con euros podrá comprar a Arturito Plus, y sobre todo de la afamada cachaza de Mariano Rajoy, nos desayunamos con los más negros de los augurios o con, más que brotes, selvas verdes que anuncian que por fin estamos saliendo del agujero, que la destrucción de empleo se desacelera y el horizonte de crear empleo está cada vez menos lejano. O dicho de otro modo, cómo ha previsto el increíble González Pons -en frases este hombre atildado es capaz de superar al tándem magnífico de la Vega-Pajín y sus acontecimientos interplanetarios- “al final del túnel veremos la luz”, encandilando así a los rendidos de antemano tertulianos nocturnos de 13-TV.

El gobierno, tras los nubarrones de hace unas semanas, tras presentar unos datos y previsiones que invitaban más que al desencanto a la rebelión, se quedó sin aliento porque no cabía mayor reconocimiento del fracaso -Arriola no estuvo ducho a la hora de plantear la estrategia de comunicación con un soberano “prepárense para lo peor-, ni mayor susto al día siguiente entre unos dirigentes populares acostumbrados a repetir lo que dicta con membrete del PP la nota diaria sobre lo que tienen que opinar. Los datos gubernativos de hace unas semanas  venían a demostrar que el ejecutivo es incapaz de hacer frente a los tres problemas fundamentales de nuestra economía que afectan al ciudadano de a pie: la falta de palanca productiva industrial y lo que es peor sin capacidad de innovación; la retracción continua del consumo que es el problema base de la economía moderna a nivel de calle y el incremento del paro. Al mismo tiempo, con silencio y procurando no darle mucha luz, se van desgranando los primeros balances de las grandes empresas, del sector bancario –no confundir con el conjunto de cajas-bancos satrapado por la clase política popular y socialista y que son las que han precisado el rescate- y de alguno más que, a río revuelto, han conseguido la añorada ganancia de pescadores (para ellos si ha funcionado la reforma laboral pudiendo reducir costes e incrementar beneficios cambiando trabajadores caros por baratos). Tan pasmado se quedó el gobierno que sus aleccionados y supongo que recompensados periodistas orgánicos corrieron presurosos desde sus altavoces favoritos, La Razón y 13-TV, a explicarnos que habían dado unas previsiones muy negativas, pesimistas, de cara a Europa pero que en realidad los datos al final serían positivas. Y más de uno se lo creyó.

Faltaba la guinda, que no podía dar De Guindos, y cómo no, como si no hubiera transcurrido el tiempo desde los ínclitos días del trío Zapatero-Garmendía-Corbacho, Mariano salió a sacar pecho a costa de lo habitual: el descenso del paro producto del inicio de las contrataciones de la temporada estival, que si no se tuerce la situación va a dar un respiro al gobierno para que pueda seguir vendiendo por unos meses selvas verdes. Todo ello bien agitado con la última barrera defensiva del Partido Popular: “nuestras medidas comienzan a dar resultado, teníamos que poner orden y conseguimos evitar la catástrofe de la intervención”. Y, sobre todo, vender en positivo que ahora van a tener que recortar 18.000 millones menos para, a renglón seguido, con esa práctica tan habitual de los propagandistas, dejar de mencionar que van a seguir recortando. Pero la realidad es que frente al 27% de paro, frente a la sensación de que nuestro sistema de asistencia (sanidad+pensiones+paro) está tocado de muerte y malvive en un desesperado salvemos lo que podamos, ante ese 50% de jóvenes de menos de 24 años en paro a los que debe sumarse una larga lista de subempleados, frente a los desahucios, frente al bloqueo de un crédito bancario que prefiere la deuda para salvar el trasero al gobierno en vez de impulsar el crecimiento, la propaganda del gobierno, porque eso es lo que hace el presidente que habla sin preguntas y por televisión, se torna ineficaz salvo para los holigans peperos, los periodistas de La Razón y los comentaristas de 13-TV.

Convertidos en auténticos especuladores de la desesperanza, son ya muchos los españoles que han dejado de creer tanto en el gobierno popular como en la oposición socialista. No es sólo que el PP se hunda en intención de voto dejándose en el camino diez puntos sino que el PSOE continúa cayendo. Lo cierto, lo que los barómetros nos indican es que el 50% de los españoles está dando la espalda al duopolio popular-socialista aunque el desencanto que conduce a la abstención maquille las futuras cifras electorales.

Cierto es que, de momento, poco preocupa esto a los dos grandes partidos. Continúan respirando tranquilos a sabiendas de que, si no se produce una eclosión alternativa a derecha e izquierda del duopolio y no dentro del duopolio, nada cambiará porque a los españoles que votan no les quedará más remedio que votarles para que no gane el odiado enemigo; porque muchos al no encontrar opción se quedarán en casa; porque el crecimiento de otros grupos no hará que la sangre llegue al río; porque los radicales de izquierda y sus nuevos vientos revolucionarios no conseguirán más allá de dos o cuatro diputados. Por ello, el gobierno y su mariachi mediático continuará extrayendo réditos especulando sobre el final de la crisis, sobre el crecimiento del empleo, sobre la recuperación en unos años del nivel de vida anterior, para poder mantener el mínimo del voto de sus holigans, porque el resto de los españoles, sencillamente, ha dejado de creer en que Mariano Rajoy y el PP sean esos gestores milagrosos preñados de eslóganes para llegar al poder; porque, en definitiva, Mariano es ese hombre que vive entre dos cuentos: aquel “que viene el lobo” y el del “traje del rey”. Pero los españoles están ya muy creciditos para creer en el cuento de la lechera.

Es evidente que en un momento, y es posible que tras sucesivas caídas ya hayamos llegado a él, la recesión-crisis tocará fondo. Es lo que los asesores económicos, tanto del gobierno Zapatero como del de Rajoy, han venido diciendo al oído del dueño de las posaderas que se asientan en el sillón de la Moncloa. Es posible repito, porque no tenemos nunca acceso a todos los datos y el político sólo suele dar aquellos que publicitariamente le conviene, que estemos en ese punto de inflexión. Aquel en el que si se cae más se produce el caos, la quiebra definitiva del sistema. Es lo que indican los augurios del ejecutivo. El problema es saber cuánto tiempo vamos a estar ahí. El gobierno estima que serán unos meses, camuflados por la temporada veraniega, por lo que el paro volverá a incrementarse cuando la temporada se cierre, pero ello le permitirá seguir sacando pecho hasta 2014 esperando que la subordinación a Europa del pedigüeño se transforme en maná salvador.

El gobierno continuará especulando con la desesperanza; vendiendo el humo del milagro económico que no llega. Continuaremos con las portadas delirantes de La Razón explicándonos que el “milagro del 96” –que no fue tal pero esto es otra historia- se realizó con una presión fiscal mayor así que mejor que no nos quejemos; pero desayunándonos con titulares económicos internacionales que ya hablan de la insolvencia de un Estado que ha pasado, merced a la política de Mariano Rajoy, a tener una deuda equivalente al 100% de su PIB. Pero lo que es peor es que seguimos sin un proyecto de crecimiento. Entre otras razones porque el gobierno sabe que para ello es necesario bajar los impuestos, embridar el insostenible e inviable Estado Autonómico, redirigir la inversión pública –poca o mucha- hacia los sectores de futuro. Medidas que por supuesto, por afectar al sistema que mantiene las “sociedades para la explotación del voto”, que diría Onésimo Redondo, que son PP y PSOE, el gobierno no está dispuesto a tomar. Así que los españoles están condenados, para sobrevivir, a ser más pobres y cuando lleguemos a ese estado por supuesto que tendremos los brotes verdes de la miseria para una mayoría de los españoles. Ese será el éxito de los especuladores con la desesperanza que les permitirá continuar formando parte de la casta del privilegio.

¡Albricias, el gobierno tiene un Plan de Empleo!

¡Albricias, el gobierno tiene un Plan de Empleo!

Seguir manteniendo, cuando tenemos prácticamente seis millones de parados, que la reforma laboral -necesaria reforma estructural para salir de la crisis nos dijeron- ha sido un acierto no deja de tener una gracia siniestra. Cierto es que el gobierno se curó en salud advirtiendo que en 2012 el paro crecería -así ha sido!, para que luego digan que el gobierno no calcula bien- en unas seiscientas mil personas, pero que 2013 sería el año en el que merced a la reforma se crearía empleo. El gobierno y sus acólitos mediáticos afirman ahora, ante la realidad de los datos, que los efectos positivos se retrasarán hasta el último trimestre de este año, pero los analistas menos partidistas ven difícil que esto suceda antes del 2014.

Frente a la realidad de los números el argumentario de los populares -ese que envían a todos sus dirigentes y amigos de la prensa- se ha convertido en un indescifrable galimatías entre el “digo” y el “dije” aireado con cara de pristina inocencia por la inefable Fátima Bañez. Como la reforma laboral, por más que se empeñen, no ha creado empleo ahora nos dicen que su éxito radica en que la destrucción de puestos de trabajo, merced a la flexibilidad introducida, no ha alcanzado cifras mayores salvándose muchas empresas del cierre. Es posible en algunos casos pero puestos a decir tonterías no podemos dejar de lado las declaraciones de Javier Arenas, exministro de Trabajo, explicándonos que desde que tenemos esta reforma “somos más europeos”.

El gobierno, en especial sus titulares económicos, enfrascado en la búsqueda de “brotes verdes”, como si el optimismo zapaterista aún pululara por los salones de la Moncloa, nos dice que la reforma está consiguiendo la “desaceleración” -otro eufemismo idiota- en la destrucción de empleo. Lo que puede afirmar porque nadie recuerda algo tan simple como que al tener una cifra tan alta de desempleados la destrucción es cada vez menor.

La realidad que no se quiere ver es que el problema económico de España no es la rigidez de su sistema laboral, ni la solución está en liberalizarlo aún más. Son muchos los países de Europa con sistemas teóricamente menos rígidos por con coberturas y prestaciones mayores que las que reciben los trabajadores españoles, y éstas también son costes salariales. El problema estructural español es de sistema productivo. Y como el gobierno es incapaz de entrar en este vital apartado prefiere especular con los beneficios derivados de un empleo más barato y con unos trabajadores con menos prestaciones.

Cualquier estudiante de económicas sabe que es imposible generar empleo con previsiones de crecimiento negativo o sobre el cero y las previsiones para 2013 se mueven en esos parámetros. Para crear empleo de verdad la economía española tiene que crecer a un ritmo superior al 1.5% y de momento es difícil que esto suceda en 2014. Ahora bien, si no se ponen hoy las bases de un nuevo modelo productivo nuestras tasas de paro continuaran enquistadas en niveles altísimos.

Mientras, la realidad es que la reforma laboral está sirviendo para que las grandes empresas reduzcan costes salariales y cambien trabajadores caros por otros más baratos. No es necesario citar nombres porque están ahí. Casos como el de un gran grupo que ha rebajado el sueldo a sus trabajadores en porcentajes importantes para evitar despidos pero que, al mismo tiempo, ha invertido 65 millones de euros en la compra de otro grupo. Asustaría e indignaría poner en negro sobre blanco los nombres de estos grupos que amparándose en pérdidas irreales -reducción de beneficios sobre lo que tenían previsto- han aprovechado la reforma del gobierno para reducir costes salariales… Así las alabadas medidas de flexibilidad acaban sirviendo para cambiar unos empleados por otros más baratos.

Y lo mejor es que tras las cifras, con una tasa de paro del 26.2%, el gobierno ha elaborado como complemento un Plan Anual de Empleo,  anuncia una Estrategia de Emprendimiento y Empleo Joven (no está mal que se lo plantee con un paro juvenil del 60%) y de paso busca transferir a las agencias de empleo privadas -a tanto por ciento de comisión por el trabajador colocado- el servicio que debiera hacer ese registro de parados llamado INEM. Así, aunque lamentablemente las cifras sigan diciendo que vamos mal, el gobierno y su mariachi mediático podrán seguir diciendo que nunca en tan poco tiempo han hecho tantas cosas.

Mariano hunde a los españoles en el pesimismo y consigue ser el presidente con mayor número de parados de la historia de España. Todo un éxito.

Por más que se empeñen más que de la España de la rebelión tendríamos que hablar de la España del hastío. En nuestras calles se expanden, como una densa niebla, las brumas de la consternación, del conformismo, del no hay nada de que hacer, salvo quedarse en casa, que extendieron como epígono de la tragedia los escritores del noventa y ocho. Nos lo dicen una y otra vez: dada la coyuntura lo asombroso es que las protestas, más o menos radicales, no sumen más allá de unos miles de participantes.  Los españoles, nos recuerda de vez en cuando uno de los habituales contertulios de las mil y una cadenas, son buena gente, como sinónimo del conformismo habitual que nos invade, expresión última del pesimismo que nos contiene.

A quince días vista de una nueva huelga general, por más que los sindicatos amarillos, correa de transmisión de los partidos de izquierda a los que un día sí  y otro también rinden pleitesía en comunidad de intereses, se dice que no existe ambiente y que los piquetes se las van a ver y desear para llevar a la huelga a unos españoles que también les vuelven la espalda. A la próxima huelga, independientemente de la guerra de cifras, del cierre obligado por intimidación en las primeras horas y de la sempiterna batalla a las puertas de los Carrefour, los Corte Inglés y las cocheras de lo autobuses de toda España, que marcan para los sindicalistas el triunfo de las huelgas de siete a once (después, ya resacosos, los piquetes se retiran a otras labores pues se tienen que multiplicar para acudir a las manifestaciones locales), le falta credibilidad. Lo cierto es que pese a la incapacidad evidente del gobierno para impulsar la creación de empleo o al menos acabar con la destrucción del mismo, los españoles también tienen motivos para hacerles huelga a los convocantes de la huelga.

Las cifras sobre el paro y Condiciones de Vida publicadas en las vísperas de Todos los Santos son para helar el ánimo de cualquier optimista patológico y teóricamente deberían impulsar a los españoles a expresar realmente su indignación, pero hasta los indignados carecen de credibilidad, pues no son más que la manipulación orquestada de una ultraizquierda que cada vez gana más peso político en España (mérito que de seguir así las cosas también será atribuible a Mariano).

Un país con 5.778.100 desempleados, cifra que no alcanza los seis millones por efecto de la nueva emigración española y de los procesos de retorno de emigrantes; con provincias en las que la tasa de paro supera el 30%; con una destrucción de empleo en el tercer trimestre el año, uno de los que teóricamente menos duros debía de ser debido a los efectos temporales del turismo, que se acerca a los cien mil puestos de trabajo; con más de un millón de ciudadanos que ya pueden ser calificados directamente como pobres; con un 40% de personas que viven con lo justo habiendo prácticamente agotado sus ahorros, es una nación al borde de la catástrofe social. Pero esos mismos españoles, cuando alzan la vista, más que resignarse lo que hacen es simplemente volver la espalda; contestar espetando a la cara de sindicalistas y políticos, “¡ahí os quedáis con vuestro chiringuito!”.

A Mariano Rajoy, el hombre que prometió con palabras calculadas, fotografiándose con aire de oportunista e indudable asimilación del “en política todo vale” ante la cola del INEM, que cuando gobernara bajaría el paro, le cabe el dudoso honor de batir el record histórico del número de desempleados en España. Y ante la realidad de las cifras sólo cabe el recurso manipulativo del coro de los tertulianos progubernativos que, cuando se ven acorralados, al igual que antaño se refugiaban en los escasos meses de gobierno y en la herencia recibida, ahora intentan controlar a la audiencia afirmando que un año aún es poco tiempo para que los “brotes verdes” del PP afloren. Nadie osa recordar, salvo los desprestigiados sindicatos, que Mariano Rajoy embanderó una reforma laboral que, según los peperos, serviría para asegurar los puestos de trabajo y generar empleo, pero desde que esa reforma existe el número de parados se ha incrementado en cerca de setecientas mil personas (el gobierno preveía seiscientas mil hasta final de año), los ERES arrecían junto con el juego de sustituir empleados con mucha antigüedad por otros con contratos precarios y niveles salariales bajos.

Los datos hechos públicos en la última semana de octubre, como un rosario de espinas, ponen en evidencia la debilidad de los “Presupuestos del milagro” que ha anunciado en esas mismas fechas el inefable Montoro. El incremento del paro, que no parece que se vaya a detener en el último trimestre, ya supera las previsiones del gobierno para todo el año, lo que se traducirá en un incremento de los costes del paro y del déficit de la Seguridad Social derrumbando de golpe las primeras previsiones de unos Presupuestos que tendrán que ser reformados una y otra vez. Aunque al gobierno aún le quede en la recámara esa petición de rescate que tendría como paganos a los españoles de a pie.

Ante este panorama sólo los acérrimos, que calculados a la baja (políticos+asesores+personal laboral digital+familiares+paniaguados+holigans) pueden situarse sobre el millón y medio de ciudadanos, son capaces de negar la incapacidad del gobierno a la hora de hacer frente a la sangría del paro, generando un estado de opinión en el que la culpa acaba sociológicamente teniéndola la “difícil situación”. Y a ello contribuye el hecho de que si bien el desgaste electoral del gobierno existe mucho más profundo es el hundimiento y el descrédito de la oposición socialista y sindical. Por eso la calle está tranquila, por muchas manifestaciones que inquieten a la delegada del gobierno en Madrid mientras el paro y la pobreza crecen.  

 

 Nota.- Eso sí, Montoro no miente cuando nos dice que la crisis remitirá a finales del próximo año porque teóricamente, para entones, estima el gobierno que el número de parados habrá tocado fondo (6 millones) y lógicamente se creará empleo o simplemente dejará de destruirse. Pero eso no es más que jugar a la botella medio llena o medio vacía.