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El gobierno manda

El sanguinario Bolinaga da un nuevo triunfo a ETA.

El sanguinario Bolinaga da un nuevo triunfo a ETA.

Cuando, en la entrevista propagandística perpetrada en la primera cadena de televisión española, escuché a Mariano Rajoy aquello de que “nadie quiere que alguien se muera en la cárcel” -palabras aproximadas- asumí que al Partido Popular le daba absolutamente igual el teórico desgaste electoral que pudiera suponer una nueva pseudonegociación con ETA y que el presidente está dispuesto a ofrecer a la hidra aberzale, como gesto de buena voluntad para que convenza a ETA de que ha llegado la hora de la disolución, la liberación-excarcelación de los terroristas. Por ello, hoy, el asesino de la organización ETA, jaleado por el universo aberzale, héroe indiscutible para la inmensa mayoría de los representantes y votantes de Bildu y Amaiur, Josu Uribetxeberria Bolinaga es un hombre libre; porque el gobierno así lo ha decidido y buscado. Como de costumbre el poder político ha buscado los resquicios de un Código Penal lleno de agujeros pensados para tener siempre una vía de escape, utilizando como fútil excusa exculpatoria la “misericordia humanitaria” de la ley. Un Código y las leyes de régimen penitenciario en los que, por decisión política, se ha obviado algo tan fundamental como que los terroristas deben tener en el mismo un “tratamiento” distinto en el que no caben beneficios penitenciarios.

Con su gesto misericordioso, que pocos entienden y comparten fuera de los ámbitos de poder (esta mañana escuchaba a un pepero irredento en una tertulia explicar que esto debería haberse hecho en silencio, sin tanta algarada, como siempre se ha hecho en una aplicación irritante del “¡todo vale si no produce ruido!” que tanto gusta a los políticos), Mariano Rajoy y quienes han contribuido a la liberación de un asesino han vuelto a matar a sus víctimas. Para ellos, en definitiva son más importantes los verdugos que los familiares de las víctimas a los que solo queda el derecho a la protesta callejera. Pero han hecho algo más, han dado una nueva victoria a ETA y alas para que ahora los presos, desde el último terrorista a Otegui asuman que la victoria es posible. Ellos, los presos, etarras y aberzales, se pusieron en huelga de hambre para conseguir la liberación (dejemos a un lado el eufemismo pelotero de la excarcelación) del asesino y lo han conseguido. La lectura que se hará en el exultante mundo aberzale, el de Bildu y Amaiur, pero también en parte del denominado “nacionalismo civilizado” del PNV, es que este gobierno cede ante la presión.

El presidente del gobierno se ha escudado en las razones humanitarias y pocos han osado realmente llevarle la contra aunque a algunos dirigentes populares les guste jugar a aquello del “poli bueno” y el “poli malo” no sea que algunos electores abran los ojos. Hoy, sin duda, Baisagoiti, ese político con cara de niño repelente, estará contento; pese a sus consignas para mantener la llama que evite que los votantes vascos del PP se queden en su casa ante lo que para ellos comienza a ser una traición, el vasallo de su señor sabe que su única oportunidad es conseguir un pacto con el PNV haciéndose amable para los nacionalistas moderados y ¿qué mejor baza que ofrecer la liberación de quien en las calles es transmutado de asesino sanguinario en héroe? Por el contrario, los españoles de bien, se preguntan: ¿por qué razón un asesino no puede morir en la cárcel? ¿es que tuvo él algún signo de piedad? ¿cómo estarán las familias de los asesinados? ¿en qué quedan las promesas de cadenas perpetuas y de cumplimiento íntegro -falacia que oculta que nunca será total- de las penas? ¿qué sesudo experto demoscópico -probablemente el inefable Arriola- le ha dicho a Mariano eso de que nadie quiere que un asesino muera en la cárcel?

Al español medio, ajeno a los vericuetos de la ley, todo esto le huele a sucia maniobra, a cocina política. No tiene más que abrir los periódicos: un enfermo terminal que hace unos días mejora; médicos que dicen que no existe riesgo de muerte inminente; un Fiscal que se opone a la liberación; informes forenses que dicen que de morirse mañana nada de nada; informes entre los que se escoge el que más conviene; visitas de paripé al asesino. Y hemos oído al presidente de la VCT lamentarse de que el PP les haya engañado después de haber pedido públicamente el voto para esta formación en las últimas elecciones. ¡A veces me sorprende la candidez de algunos! Y hemos visto a la presidenta de la AVT salir amargada de la reunión con un Ministro del Interior que se ha escaqueado a la hora de comprometerse con la ilegalización de Bildu. Un ministro que puede acabar pasando a la historia como Fernández el “liberador”. Y he visto, con profundo dolor, a la hija de uno de los guardias civiles asesinados recordar a voz en grito que con su padre no hubo “humanitarismo” alguno. Y, mientras, los políticos del PP siguen afirmando que siempre estarán con las víctimas.

ETA ha vuelto a ganar y el mundo aberzale está envalentonado. Asumen que la guerra continúa y tienen en la recámara a más de diez terroristas con enfermedades graves sobre los que el gobierno tendrá que decidir. El éxito consistirá en que, como el asesino Bolinaga, salgan a la calle sin mostrar arrepentimiento alguno, aun cuando esta exigencia no pase de ser un mero trámite que nadie se cree y que sólo sirve para que el gobierno de turno lave su conciencia y el Ministro del Interior acabe visitando a su director espiritual.

Fernández genuflexo ante la política de la traición.

Fernández genuflexo ante la política de la traición.

“¡Ahora se van a enterar!”, pensaban con respecto a los miembros de ETA los crédulos votantes del núcleo duro del PP. “¡En cuanto estemos en el poder ilegalizaremos a todos los partidos de los terroristas!”, creyeron esos mismos votantes. Los miembros de la AVT, las víctimas del terrorismo, que vieron como el PP directa o indirectamente apoyaba sus marchas contra Zapatero, tenían la esperanza de que por fin su voz fuera oída antes de decidir sobre el futuro de los terroristas y que no se mandaran a los estantes del archivo los trescientos asesinatos sin responsables aparentes. Todos aplaudieron cuando Mariano deshojó la margarita y nombró a Jorge Fernández Díaz, hombre de derechas de toda la vida, Ministro del Interior. Pero…

Se engañaban, inexplicablemente, aquellos que pensaban que la política antiterrorista con respecto a los presos de ETA iba a variar. Tanto el PP como el PSOE son partidarios de la reinserción, de que en definitiva, usando la ley, los terroristas acaben saliendo a la calle merced a una legislación penitenciaria que les beneficia.  De ahí que el PSOE se haya lanzado presuroso a apoyar la decisión del gobierno de otorgar el tercer grado al asesino de tres guardias civiles y carcelero de Ortega Lara, Josu Uribetxeberria Bolinaga. Por ello tiene razón Jorge Fernández al mostrarse extrañado ante la protesta por la decisión cuando, siendo Mayor Oreja ministro del Interior de los gobiernos de Aznar, con la misma excusa, se pusieron en libertad a 16 angelicales terroristas sin que los peperos protestaran ardientemente. No es pues el PP el que engaña a sus votantes, son sus votantes los que se autoengañan o se dejan seducir con ese juego tan manido del “poli bueno” y el “poli malo” que han practicado, con buenos réditos electorales, personajes como el citado Mayor Oreja o Esperanza Aguirre.

Habituado a dejar de lado el programa electoral con el que se presentaron a las elecciones, asumiendo que los programas no son un pacto con los electores sino mera publicidad engañosa, el gobierno popular aparentemente dice una cosa y hace otra en materia antiterrorista.

Desde hace décadas sostengo, a la luz de los hechos, que tanto para el PP como para el PSOE, el final del terrorismo pasa por una solución política negociada para unos y más o menos acordada para otros. Tanto unos como otros, aunque con distinto estilo y disposición, han practicado una insensata política de gestos que en teoría deberían convencer a la banda de la bondad del gobierno en el caso de que pongan fin a su existencia. De ahí que el Partido Popular haya abandonado cualquier sueño de ilegalizar Bildu/Amaiur,  aunque amenace con hacer un seguimiento a ambas organizaciones para instar a su posible ilegalización para contentar a su núcleo duro de votantes. De ahí que el Partido Popular haya aceptado como posible punto de acuerdo sobre el futuro de los presos la denominada “vía Nanclares” y busque, como anunció Ruíz Gallardón, salidas individuales a cada caso, tal y como pone de manifiesto la decisión adoptada con respecto al asesino Josu Uribetxeberria Bolinaga. Todo ello, además, condicionado por la convocatoria de elecciones en Vascongadas y la necesidad de hacer al infumable Basagoiti digerible para algún nacionalista moderado.

Al servicio de esa política está el genuflexo Jorge Fernández, quien para justificarse no duda a la hora de mentir. Dejémoslo claro, si Josu Uribetxeberria sale a la calle, porque en aplicación del tercer grado se le da la libertad condicional, es por decisión del gobierno de Mariano Rajoy y no porque la ley obligue a ello. La ley establece una posibilidad y no una obligación. El gobierno ha optado por la concesión y no por la denegación. Jorge Fernández se ha escudado en una falsedad porque sabe que nadie admitiría que a un terrorista se le liberara por razones humanitarias. ¿Qué humanidad tuvo el tal Josu cuando asesinó guardias civiles? Pero es que además tanto el gobierno como Jorge Fernández han pecado de cobardía: temían que el terrorista se les muriera de hambre. Obviando que Josu no estaba dispuesto a morirse de hambre y que cuando llegó la hora de la verdad decidió “priorizar su vida”, según el mismo leo que afirmó.

Está claro que siempre y cuando el jefe, Mariano, se lo diga el Ministro del Interior apoyará la concesión del tercer grado, por una razón o por otra. Aparentemente lo hará porque no le queda más remedio que cumplir con la ley. Pero, si el señor Fernández no fuera un genuflexo convencido podría levantarse y marcharse en nombre de la dignidad al sentir la lógica repugnancia de ser el responsable de la liberación de un asesino. Quizás fuera exigir mucho, porque Jorge Fernández es uno de esos políticos de toda la vida que tendría que empezar una carrera profesional tras décadas en el Parlamento y puede que el sentido de la dignidad no llegue tan lejos.

 

PD.- Ahora resulta que el tal Josu, quien según el ministro tenía una “enfermedad muy grave con padecimientos incurables”, dista de estar terminal y puede ser tratado en la cárcel.

 

El nuevo enemigo del Ministro: la libertad de expresión.

Cuando yo, por sentido del deber, hice la mili -historias que aún podemos contar algunos millones de españoles-, frisando el inicio de los años noventa, en las maniobras se tenía un enemigo. Por el lugar de las mismas el supuesto táctico, dentro del marco europeo, contemplaba como tal una hipotética acción de los ejércitos del Pacto de Varsovia encabezados por la URSS. ¡Casi nada! Me viene a la memoria aquella situación al leer que el actual Ministro de Defensa -peaje pagado de Mariano- ha decidido dar una vuelta de tuerca restrictiva a la ya de por sí cercenada libertad de expresión de los militares. Dado que ahora no podemos tener enemigos, porque me parece que el Ministerio no tiene ni para hacer supuestos tácticos, parece que el señor Morenés ha encontrado un nuevo enemigo: los correos electrónicos, los blogs, Facebook y otras armas de destrucción masiva.

Recuerdo que durante la transición, además de aquello del “ruido de sables”, al ejército se le denominó el “gran mudo”, cuando debido a la tan alabada como nefasta labor de un sacralizado Manuel Gutiérrez Mellado debió de llamársele el “gran amordazado”.  Durante dos décadas cada opinión vertida por un militar, que naturalmente no gustara al gobierno de turno, aun cuando fuera sobre cuestiones meramente profesionales, se pagaba con arrestos. Era la plasmación de la gran contradicción que supone por un lado considerar la libertad de expresión como un absoluto y por otro limitar/eliminar este derecho para determinados grupos, fundamentalmente los militares.

La eliminación de la libertad de expresión para los militares se justificaba porque en la necesidad de tener enemigos, en los inicios de la Transición, la izquierda consideró a los mandos militares como el principal enemigo de la libertad y al centro-derecha le gustó jugar con la amenaza golpista para autoprotegerse. Es evidente que, como en otras muchas profesiones, debido a su naturaleza, la libertad de expresión para los militares no es un absoluto. Al igual que un médico o un abogado no pueden hablar sobre determinadas cuestiones, los militares no pueden hacerlo; pero esta autolimitación poco tiene que ver con la mordaza que todos los gobiernos prefieren aplicar sobre ellos. En el fondo porque lo que a todo gobierno gustaría sería censurar a cualquiera que le llevara la contra.

Tengo para mí que, por debajo de toda la hojarasca publicitaria, el silencio impuesto por sanción a los militares tenía como objetivo evitar que aflorare la crítica al nuevo modelo de Fuerzas Armadas, pergeñado por el equipo de Manuel Gutiérrez Mellado, y a la transformación de las mismas en un ejército profesional cuya realidad poco tiene que ver con lo anunciado. Muy pocas han sido las voces, todas ellas de un modo u otro perseguidas, que se han levantado en las dos últimas décadas para denunciar la situación real de nuestras Fuerzas Armadas, el desmantelamiento de unidades vitales, las deficiencias logísticas y las limitaciones operativas que no cubren las necesidades objetivas de nuestra defensa nacional. Situación a la que han contribuido la mayor parte de los nefastos ministros que han ocupado esta cartera como las cúpulas militares que cada uno se ha fabricado para que actuaran como silenciosos palmeros.

Llegados a este punto, cuando el gobierno actual parece dispuesto, amparándose en la necesidad de acometer recortes, a poner en marcha un proceso que limite el ejército español a unas pocas unidades operativas, reduciendo el número de efectivos y enviando los aparatos al almacén, se necesita más que nunca el silencio de los militares.  De ahí que el gobierno haya optado, enfundado en esas reformas propagandísticas que de poco sirven pero que a menudo se exhiben a modo de inventario de la gran actividad gubernativa, por ampliar la mordaza con un nuevo “régimen disciplinado de las FAS”.

Ciertamente, hasta ahora, a los militares, como a otros grupos, les estaba prohibido realizar manifestaciones políticas de carácter partidista, pero ello no implica que un militar no pueda dar su opinión con respecto a cuestiones concretas o sobre temas que son consustanciales con su profesión.  ¿En base a qué se podría imponer una sanción a un militar por mostrarse a favor de la unidad de España, por protestar ante las injurias a los símbolos nacionales o  por denunciar la vulneración de la propia Constitución cuando constitucionalmente tiene la misión de ser garante de ambas? ¿Cómo se podría sancionar a un militar por denunciar en público o por conducto reglamentario o por comentarlo con otros compañeros el estado de abandono y la falta de medios de su unidad? ¿Es que no es competencia y responsabilidad suya el mantenimiento de su unidad en condiciones de operatividad? ¿Por qué un militar no puede decir que el Ministro es un perfecto inútil cuándo todos podemos calificar de inútiles a nuestros ilustrados ministros?

Tenemos, según se nos dice reiteradamente, un ejército altamente profesionalizado donde lo fundamental es su competencia técnica. Y ante este modelo, alejado de mitos e inventos involucionistas, ¿cómo se puede elaborar un proyecto de nuevo régimen disciplinario para las FAS de carácter retrógrado y cercenador de la libertad individual? Si las filtraciones son ciertas, y no me cabe duda que lo son por el origen de las mismas, lo que el actual Ministro pretende es acabar con la libertad individual de los militares, pues será merecedora de sanción cualquier opinión que no se ajuste a la disciplina en las redes sociales, en blogs, etc… e incluso en los correos electrónicos enviados. Lo que a mi juicio no sólo es, en algunos casos, una intolerable intromisión en la intimidad sino que además tal disposición pudiera llegar a ser considerada como constitutiva de un delito gravísimo en cualquier régimen de libertades.

Lo que más me asombra es que ante tamaño dislate guarden silencio sepulcral las vestales de la libertad.

 

Rajoy entre la milonga, la mentira el cambalache y la cobardía.

Rajoy entre la milonga, la mentira el cambalache y la cobardía.

La guinda del día apoteósico de Mariano -ese hombre que regresó triunfal de Europa- en la jornada de la nueva presentación de sus recortes de verano  fue la de salir corriendo, escoltado por la policía, y por la puerta de atrás de Congreso, para no soportar la vulgaridad de unos centenares de antipatriotas -añorado término acuñado por el denostado Rodríguez Zapatero-, que, lejos de comprender el sacrificio que ha tenido que hacer imponiendo las medidas que le han dictado, le esperaban para cantarle las cuarenta y llamarle como mínimo “atracador”.

Salió huyendo del Congreso -mucho me temo que a partir de ahora se va a tener que acostumbrar a los incómodos silbidos que antes recibía ZP-, llevándose a su pupila más querida, la adorada por las señoras de derechas de toda la vida Soraya Sáenz de Santamaría; no fuera a ser que la intrépida recibiera su parte alícuota en el homenaje popular. Cuentan las crónicas del día que para redondear la jornada a las puertas de Génova se manifestaban los funcionarios que salían de la Audiencia y que no pueden ser confundidos con los habituales y despreciables “rojos”. Y, cómo no, esos amantes de la libertad y la democracia, esos ínclitos representantes de la soberanía popular, se alarman de que la policía no cargara sin contemplaciones y disolviera a tan irresponsables ciudadanos, tal y como se deduce de la indignación del presidente del Congreso, el popular Jesús Posada.

Me alegro hasta el infinito que Mariano en su discurso -perdón en una de las réplicas- nos haya recordado que él es un político de derechas, porque así yo tengo claro que no soy de derechas. Me revienta hasta el infinito la estulticia de los corifeos del presidente que han igualado su discurso, al justificar sus recortes, al famoso de Churchill de “sangre, sudor y lágrimas”. Me indigna la servidumbre de quienes justifican cualquier cosa afirmando que son las circunstancias las que le han obligado a cambiar su discurso; mejor dicho, a no dejar en pie ni una sola de las promesas que hizo durante la pasada campaña electoral. Me enervan los cambalaches de los tertulianos de los medios próximos al gobierno realizados para intentar salvar la cara, aunque no sé muy bien si la que tratan de salvar es la suya o la de Mariano.

El presidente del gobierno ha mentido. No es que haya faltado a la verdad como usualmente dicen los amantes de lo correcto para no molestar, es que ha mentido. Lo ha hecho al negar la evidencia: España es hoy un país que ha perdido soberanía económica, que ni pincha ni corta en el BCE, que está medio intervenido, que obedece a resoluciones extranjeras… con “hombres de negro” que nos van a supervisar cada dos o tres meses. ¿Cabe mayor desastre? Ha mentido cuando nos ha cantado la milonga de que su milagroso paquete de medidas -deben leerse recortes- son para el bien de España, de los españoles, para generar crecimiento y crear empleo… Y los diputados han aplaudido a su jefe, porque también estaban salvando sus jetas, aunque alguno quizás se viera como un gladiador con poco entrenamiento diciendo aquello de “los que van a morir te saludan”.

Y Mariano, como un torrente, por el bien de España, nos sube el IVA para recaudar más, olvidando que tras la última subida cayó la recaudación y aumentó la defraudación. Mariano, lanzado, baja las prestaciones de desempleo aunque con mucho disimulo; quita pagas a los denostados funcionarios, tras el previo calentamiento realizado por sus tentáculos de opinión (el mismo hombre que lleva seis meses lanzando a la cara de Rubalcaba que ellos son los únicos que han bajado el sueldo a los funcionarios); suprime la deducción por vivienda, ahogando a millares de familias; anuncia la reforma de las pensiones (inminente recorte de las mismas, ya lo verán) y deja en penumbra otro puñadito de puñaladas traperas lanzadas al alma de todos aquellos españoles que pagan sus impuestos, tienen controladas sus nóminas y no defraudan a nadie. Las presas favoritas de ese ave de rapiña que se adivina en la sombra del pérfido Cristóbal Montoro.

Pero lo mejor de todo es la justificación: nadie tiene la culpa de nada. Es la crisis, la falta de Europa, son los bancos (se le olvida precisar que son las Cajas fundamentalmente), son las administraciones que no pagan, las instituciones (debe leerse Comunidades Autónomas) que no pueden financiarse. Como si nada tuviera que ver con él o con la mayor parte de las señorías que moran a tiempo parcial en el Congreso de los Diputados. Es el juego del cambalache donde es lo mismo ser un paria que ser honrado.

Pero vamos a ver: ¿Quiénes gobiernan en la inmensa mayoría de las administraciones locales y autonómicas que no pagan, que nos han conducido al agujero de las facturas y que han llevado a la quiebra técnica a miles de empresas y autónomos? ¿Es que no las gobiernan los hombres del PP o del PSOE? ¿Es que no han sido los hombres del PP o del PSOE los que no han pagado? ¿Es que no han sido los hombres del PP o del PSOE los que se han endeudado?

Pero, ¿Cómo que tenemos instituciones que no pueden financiarse? ¿Se refiere a Cataluña y a Valencia? ¿Y quiénes son los responsables de que se haya llegado a esa situación? ¿Es que no ha gobernado en Valencia el PP con mayorías absolutísimas?  Y en este sentido lo que no nos ha explicado Mariano es ¿por qué en vez de intervenir estas autonomías se va a arbitrar una línea de crédito para que sobrevivan? ¿Por qué tenemos que pagar todos los despilfarros de las traducciones al catalán, de las embajadas autonómicas, de la inmersión y de las mil y una tonterías del señor Mas? ¿Por qué no dicta condiciones, como a él se las han dictado, al nacionalismo catalán y de paso hace un favor a España?

Y, ¿Cómo que esto es culpa sólo de los problemas del sector financiero? ¿Es que la quiebra de una parte de nuestro sector financiero, básicamente las Cajas, no es responsabilidad de la clase política? ¿Es que las Cajas no estaban bajo el control de los “amigos políticos”? ¿Quién señor Rajoy ha mandado o mangoneado en Caja Madrid primero y en Bankia después? ¿Es que no recordamos ya las luchas de poder por el control de la entidad entre el Partido Popular y Esperanza Aguirre? ¿Es que no ha estado gobernada por los hombres del Partido Popular?

Eso sí entre el cambalache y la milonga, géneros que Mariano interpreta como nadie, nos ha colado las compensaciones para que hoy los de derechas, sus corifeos, tengan algo con lo que contentarse: rebajará a partidos y a los odiados sindicatos un 20% en las subvenciones. No, no y mil veces no. Lo que tiene que hacer el gobierno es poner punto y final a esas subvenciones y que los partidos y los sindicatos los paguen sus afiliados, poniendo así fin al antidemocrático concepto de la democracia subvencionada. Ha anunciado entre grandes aplausos que rebajará el número de concejales, obviando que mucho me temo que serán los concejales de los pequeños pueblos que naturalmente no cobran.

Mariano ha pedido sacrificios a los ciudadanos, pero… ¿Por qué no ha anunciado que desde mañana mismo cesan todos los asesores que tienen los gobernantes populares a cualquier nivel (más de doscientos la señora Botella) invitando a la oposición a sumarse a la medida? ¿Por qué no ha anunciado que sus Comunidades Autónomas devuelven competencias al Estado? ¿Por qué no ha entrado en algo tan vital para nuestra economía como es poner fin al actual modelo autonómico?... y así, como diría un personaje de Disney, “hasta el infinito y más allá del infinito”. Pero, claro eso sería poner fin al sistema clientelar de los partidos que es el que mantiene protegidos los asientos de sus señorías. Es por ahí por donde se tiene que empezar a reconstruir económicamente España.

Los españoles no pagamos el sueldo a Mariano Rajoy para que se dedique a la improvisación, para que recurra a lo fácil a reducir la masa salarial y a recaudar más para cuadrar las cuentas, porque en el fondo todas esas medidas son para cuadrar unas cuentas que no hacen más que descuadrase. Le pagamos para que planifique, para que sea imaginativo, para que deje de improvisar mientras mira con cara de lechuga los triángulos que hacen las curvas macroeconómicas y, sobre todo, para que haga reformas estructurales que conduzcan a crear riqueza, a poner en marcha tejido industrial y no a repartir la miseria de lo que la clase política con su nefasta administración nos ha dejado.

La legalización de SORTU o la puerta hacia la impunidad.

Dudo que alguien en España crea en la independencia del Poder Judicial y mucho menos de ese organismo que debiera reformarse o desaparecer denominado Tribunal Constitucional. Un tribunal de cuota como éste, de nombramiento político, a tanto por partido, rara vez disentirá de lo que en cada momento es conveniente. Cualquiera que haya seguido su historia, especialmente a raíz de la retirada de la paralización de la ley recurrida, habrá percibido como la tónica habitual de este Tribunal es dejar que transcurra el tiempo -no se caracteriza por su celeridad- convirtiendo la aplicación de la ley recurrida en un elemento de presión para que se admita su constitucionalidad o, en el mejor de los casos, se indique la necesidad de implementar algunos cambios que no afecten la continuidad de la misma. Es lo que ha sucedido con la aparentemente incomprensible e increíble legalización de SORTU, la nueva marca de Batasuna.

Recordemos que SORTU es un grupo que se limita a teóricas y difuminadas condenas de toda la violencia, que no reconoce el mal causado por el terrorismo al enmarcarlo dentro de una lucha legítima y que aspira a crear un Estado Vasco. Y muchos pensamos que SORTU ha sido legalizado porque así convenía a la política pretendidamente antiterrorista del momento presente. En este sentido el TC se ha limitado a dar carta de legalidad a una realidad evidente: la presencia de los batasunos en las instituciones a través de AMAIUR. Y que pese a las protestas verbales está políticamente normalizada. Así pues, si AMAIUR existe, si sus representantes actúan en política con total impunidad exaltando el terrorismo y a los terroristas, presentando a los terroristas como víctimas, ¿por qué razón SORTU debería permanecer en la ilegalidad cuando de hecho está legalizada?

Quienes tienen memoria -la desmemoria es habitual últimamente cuando se mientan las promesas olvidadas del gobierno- a buen seguro recordarán los anuncios de inmediatas ilegalizaciones de Amaiur en cuanto se llegara al poder, las palabras sobre la imposibilidad de que los terroristas estuvieran en las instituciones, etc, etc. Quienes tienen memoria recordarán cómo el partido que hoy gobierna apoyó las movilizaciones de las Víctimas del Terrorismo porque le permitían desgastar al gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Hoy, la realidad es que las Victimas se manifiestan solas, está sobre la mesa la impunidad para los terroristas no juzgados y se está aplicando, a través de esa estupidez denominada “vía Nanclares” una amnistía encubierta para los terroristas. Todo ello para facilitar el acuerdo con los terroristas que según nos dicen por activa y por pasiva nunca se producirá.

Tengo la impresión de que en el seno del gobierno se ha impuesto la línea de aquellos que estiman que para poner fin definitivo a ETA es necesario que el brazo político de los terroristas juegue con libertad absoluta a la política. Quizás porque en el seno del gobierno abunden los generales de César, que eran jóvenes y atrevidos en la Galia y orondos, acomodaticios y comprados por el sistema cuando se convirtieron en senadores. Piensan que una vez que los “políticos” de Batasuna vean los beneficios de la “política” se dejen de extremismos reales y se acomoden en la palabrería virtual. La misma tesis que impera en la inmensa mayoría del aparato socialista y que ahora embandera el ínclito Pachi López.

Estamos cansados de declaraciones formuladas al uninoso -que diría un personaje de Jardiel-  por los titulares de Interior y de Justicia. Ni creo en lo que diga el señor Fernández ni en lo que diga el señor Gallardón. Nos ha dicho Gallardón que no habrá amnistías. Pero eso no es nada nuevo. Legalmente es imposible, pero sí cabe, como ha dicho Gallardón, el perdón individual que hace posible la “vía Nanclares” para la excarcelación de etarras -en realidad todos los gobiernos han excarcelado etarras-; lo que en castellano real viene a ser lo mismo. Y nos lo ha dicho Pachi de forma meridianamente clara: “el objetivo es la reinserción, pero ese es un camino individual, porque no habrá amnistías ni concesiones generales”.

Batasuna necesitaba urgentemente la cobertura de un partido capaz de transformarse en formación hegemónica de cara a las próximas elecciones y esa era una de sus condiciones para seguir eso que ellos llaman el “camino hacia el fin del conflicto” y que el gobierno traduce como el “fin de ETA”. Sin SORTU los hijos de Batasuna tenían que llegar a acuerdos con Eusko Alkartasuna Aralar y Alternatiba. Sin SORTU los hijos de Batasuna carecían de instrumentos orgánicos de estructuración política territorial. Sin SORTU los hijos de Batasuna no podrían transformar su discurso en matriz ideológica de lo que ellos llaman “bloque soberanista”. Sin SORTU los hijos de Batasuna no podrían transformar su modelo más o menos asambleario en un entramado con una figura representativa. Con la legalización de SORTU los hijos de Batasuna se convertirán en los dirigentes de la izquierda aberzale y probablemente en le grupo político decisorio en Vascongadas.

Lo que va a ser SORTU, el camino táctico y estratégico que seguirá, aunque el TC lo haya ignorado, se ha definido en un largo debate en el que han participado los presos de ETA, que se puede seguir en infinidad de publicaciones más o menos legales. Pero la legalización de SORTU es para los hijos de Batasuna sólo una de sus exigencias. A ésta debe seguir la excarcelación de Arnaldo Otegui, futuro candidato a lendakari, la solución del tema de los presos y el reconocimiento de una impunidad que cada vez se muestra más como el insoslayable precio a pagar. Con ello SORTU considerará que se están cumpliendo las condiciones objetivas que le permitirán trabajar en política por la independencia. La contrapartida, el caramelo, el fin de ETA.

Frente a esta realidad el gobierno, apoyado por sus medios, anuncia a través del Ministro del Interior -poderoso señor es el sillón- que van a seguir de cerca las actividades y declaraciones de SORTU para comprobar que no es ETA. Probablemente el señor Fernández tenga los mismos problemas de visión que el inmortal Rompetechos si aún necesita comprobar que SORTU no tiene nada que ver con ETA. Pero, ¿qué más da? El gobierno necesitaba el titular para sus seguidores más encrespados: “que malo ha sido el Tribunal Constitucional herencia del zapaterismo pero nosotros ataremos en corto su decisión”. Pero, ¿qué pruebas necesitan el señor Fernández y el gobierno para iniciar los procesos de ilegalización, para aplicar la teóricamente aún vigente Ley de Partidos? ¿Es que no hemos oído a representantes de AMAIUR, como Maribi Ugarteburu, afirmar que la política penitenciaria española seguida con los terroristas está basada “en la crueldad, el sufrimiento y la venganza” o que España viola los derechos humanos por su política carcelaria con los etarras? ¿Es que esta misma representante no ha calificado la detención del terrorista Dorronsoro de “flagrante persecución policial a un ciudadano vasco”?

Tengo para mí que tanto el gobierno como la oposición están dispuestos a ceder también en el tema de los presos y en el reconocimiento de un cierto grado de impunidad. Recordemos que Pachi López nos ha explicado que en esta materia “en lo fundamental estamos todos de acuerdo” pero que la diferencia con Rajoy estriba en los tiempos de aplicación. Que nadie se escandalice, de hecho en España existe ya una cierta política de cesión a la impunidad. Oficialmente 314 asesinatos de ETA no han sido juzgados. Otros 78 quedaron impunes cuando se promulgó la Ley de Amnistía en 1977. Según se ha publicado en muchos casos ni tan siquiera tenemos proceso y en otros se busca aplicar la prescripción. El camino que ofrece el gobierno y la oposición a los presos es la “reinserción individualizada” con un humillante y disfrazada petición de perdón a las víctimas. Es normal que las Víctimas del Terrorismo se sientan defraudadas y que existe una cada vez más amplia presión para que se acepte la idea de que también los terroristas son víctimas.

 

¿Rescate? Mejor no decimos la verdad

¿Rescate? Mejor no decimos la verdad

He tenido la santa paciencia de revisar prácticamente toda la información sobre el “rescate”, “ayuda financiera”, “préstamo”, “intervención enmascarada” que Luis de Guindos, con cara de pocos amigos y balbuceo en alguna respuesta, anunció en la histórica fecha del nueve de junio de 2012.

Histórica, porque sólo el tiempo dirá si es un punto y final o un punto y seguido; histórica, porque no sabemos si es el primer día de la cuenta atrás que, pese a su mayoría absoluta, llevará a la sustitución de Mariano Rajoy; histórica, porque hemos perdido un poco más de soberanía, aunque esto a muy pocos importe. Hoy, domingo mientras veo jugar a la selección española, no sabemos a ciencia cierta si España está medio intervenida o no, ni tan siquiera si estamos rescatados o no, ni si tenemos suficiente rescate o hará falta más. Lo cierto es que cuando todos, incluido el gobierno, esperaban atrasar cualquier tipo de intervención-rescate hasta después de las elecciones griegas y la próxima revisión de las cuentas por parte de la Unión Europea, el Eurogrupo, cansado de lo que para ellos es un grave problema, pues estamos hablando de la cuarta economía europea cuya situación está afectando gravemente a la estabilidad del Euro, ha hecho público un más que evidente “¡Hasta aquí hemos llegado!”. Y lo ha hecho, para desesperación de Mariano, cuando convenía al Euro y no cuando convenía al presidente del gobierno español especialista en retrasar las decisiones a ver si escampa.

Resulta cuanto menos curiosa la capacidad y la facilidad que tienen el gobierno y sus medios afines a la hora de tratar de cambiar la realidad. Lo que es la constatación de un fracaso anunciado se transforma ahora casi en el triunfo de un gobierno que ha obtenido un préstamo a bajo interés; en titulares que más parecen dictados por el señor Arriola, todopoderoso oráculo del gobierno y del Partido Popular, que por quienes se supone que son informadores independientes. Quienes tan sólo hace dos días denunciaban las “maniobras intoxicadoras”, para dañar a España, que alertaban sobre la petición del gobierno español al Banco Central Europeo de fondos para rescatar a los bancos españoles, han tenido que hacer borrón y cuenta nueva tras semejante muestra de servilismo. Medios que dedicaron portadas a alabar la fiereza de Mariano Rajoy cuando anunciaba que no habría intervención, que España no pediría dinero; a exaltar a la carismática Soraya Sáenz de Santamaría cuando, pensando que se dirigía al parlamento domesticado del “y tú más”, se llenó la boca para desmentir las noticias de que en la reunión del Eurogrupo -como así ha sido-  se iba a discutir el rescate de España.

Mariano Rajoy lleva quince días intentando evitar la intervención o mejor dicho intentando que la reforma de la Unión Europea, cediendo soberanía económica, le evite padecer un rescate que pondría fin a su carrera política. Y para ello no ha tenido empacho a la hora de utilizar los discursos de la Casa Real que supervisa el gobierno. La verdad es que, a estas alturas, yo ya no sé si Mariano Rajoy aspira a salvar a España o simplemente a salvar su permanencia en la Moncloa, porque recordemos que su única obsesión desde las elecciones perdidas tras el 11-M era ser presidente. Que nadie olvide que parte de la responsabilidad de la falta de confianza de los mercados es producto de sus decisiones retardatarias (aplazamiento para ganar en Andalucía de los Presupuestos), de lo que en muchas ocasiones no pasa de ser maquillaje y palabras; o de la incapacidad para gestionar una crisis tan grave como la de Bankia que nos ha conducido al punto sin retorno actual, algo sobre lo que muchos han tomado buena nota.

Ciertamente no se puede decir con rigurosidad que España haya sufrido un rescate, pero es un primer aviso. Ciertamente lo que ha hecho el Eurogrupo, por interés de la supervivencia del proyecto del Euro, para evitar la concatenación de problemas en la banca europea, es aprobar un rescate indirecto, parcial que no implique la desestabilización política y social que supondría una intervención muy difícil de articular en una economía de las dimensiones de la española. No sé si es posible sostener, en esos intentos de maquillar la realidad, como rotula algún medio, que se trata de un “rescate sin humillación” cuando lo cierto es que España ha sido obligada a pedir el rescate y Luis de Guindos a tragarse un sapo ante el que Mariano Rajoy ha decidido poner tierra por medio y marcharse a Polonia a salir en la foto del primer partido de la selección española, porque allí, atendiendo a sus sugerencias, con el patrocinio de Coca-Cola vamos a “demostrar a Europa de lo que somos capaces cuando estamos juntos”. Y es que Mariano espera como un milagro el efecto propagandístico, anestesiante y dilatador de un triunfo de la selección en la Eurocopa en las encuestas de opinión.

Resulta evidente que el Eurogrupo no estaba dispuesto a tragar con las conveniencias de calendario de Mariano Rajoy, ni a aguantar otra semana durísima de incertidumbre ante lo que diga el informe de las auditorías sobre la realidad del sistema financiero español; ni a que la prima de riesgo española pudiera dispararse otra vez hacia los seiscientos puntos, tal y como se anunciaba; ni a que la cobarde y apátrida fuga de capitales continuara hundiendo las posibilidades de recuperación de España y como Mariano Rajoy es incapaz de generar confianza en los mercados tenia que ser la intervención exterior la que diera un respiro a nuestra economía. Aunque hasta que el acuerdo no esté cerrado continuemos en ese tobogán de subidas y bajadas en el que más de uno se está haciendo rico.

No van a venir, de momento, los hombres de negro tétricamente aireados por el otro responsable económico, plasmación del peaje a los equilibrios partidistas internos que Mariano Rajoy ha tenido que realizar a la hora del reparto del poder, Cristóbal Montoro, pero, pese al torpe intento de Luis de Guindos de ocultar la realidad, de circunscribir el rescate y sus consecuencias al sector financiero, vamos a estar controlados. No habrán supervisores en España nos han dicho, pero el Fondo Monetario Internacional supervisará el programa de ayuda. No habrán condiciones nos ha dicho, pero lo cierto es que tras el anuncio, tras fijar la cuantía final del préstamo, el BCE, el FMI y la Asociación de la Banca Europea establecerán las condiciones que el gobierno español deberá cumplir, porque no es un préstamo a la Banca, es un préstamo a España.

No es lo anterior todo. Luis de Guindos, y supongo que ese será el argumentario del gobierno, tuvo especial esmero a la hora de subrayar que lo que el definió como “ayuda financiera”, lo que no pasa de ser una solemne tomadura de pelo, no afectaría al resto de los ciudadanos. Es claro que el Ministro de Economía buscaba desesperadamente alejar la sospecha que todos los españoles tenemos de que este “rescate” impondrá nuevos ajustes, no tan duros como los que han sufrido los griegos o los portugueses, pero… La realidad es que, sea cual sea la cantidad final que España demande, que bien pudiera situarse sobre los 60.000/70.000 millones de Euros, se incrementará el ya de por sí elevado endeudamiento; que este préstamo, por blando que sea, incrementará el déficit y que el Eurogrupo ya ha recordado a España que una de las contrapartidas es cumplir con los acuerdos sobre el déficit lo que significa que el gobierno tendrá que realizar un nuevo ajuste. Ahí está el regalo envenenado, los hombres de negro camuflados, de este rescate.

Esperemos que ahora el análisis del Fondo Monetario Internacional no quede sepultado por los avatares del rescate y por la necesidad que tiene la casta política de salir de rositas de la crisis. El informe del FMI es claro y rotundo: el hundimiento del sistema financiero español tiene como responsables a los políticos, porque es la nefasta gestión política de las Cajas de Ahorro, obligadas a financiar los desmanes autonómicos, realizada tanto por los representantes del PP como los del PSOE, la que nos ha llevado a esta situación, pero esto es mejor que no lo entiendan los españoles y cada uno siga pensando que los suyos son unos santos y los otros unos demonios.

 

 

Lo que Mariano no está dispuesto a admitir.

Lo que Mariano no está dispuesto a admitir.

Nos dijeron que en cuanto llegaran al poder generarían confianza y los “mercados”, ese ente abstracto que parece gobernarnos, cambiarían de signo con respecto a España; nos dijeron que las reformas eran el sacrificio que exigían los “mercados” para que España fuera económicamente viable; nos dijeron que tras los cien días de venia y reforma esa espada de Damocles que es la prima de riesgo comenzaría a dejar de preocuparnos; nos dijeron que en cuanto los Presupuestos fueran presentados los “mercados” aplaudirían y gratificarían el sacrificio español; nos dijeron que los poderosos, el eje anglo-alemán, confiaría en España… ¡Nos han dicho tantas cosas! Pero lo cierto es que la prima de riesgo anda por los terroríficos cuatrocientos puntos y la bolsa hispana en caída libre.

Ahora nos dicen que el sacrificio, el ajuste y el recorte realizado es insuficiente, que los Presupuestos presentados hace unos días son papel mojado porque tenemos que recortar otros diez mil millones de euros. Ahora nos dicen que lo que no se podía tocar es necesario tocarlo, porque así lo reforzaremos (¡excusa incomprensible!), que no queda más remedio que recortar en educación y sanidad… mañana nos dirán que nos aprestemos a bajarnos los pantalones de forma pública y notoria.

Cada vez que un experto, un docto economista, dictamina sobre el qué tiene que hacer el gobierno los españoles tenemos que echarnos a temblar. Ya lo dicen sin sordina y en breve el gobierno, a buen seguro, lo incorporará a sus recetas: es necesario recortar las pensiones, reducir los salarios de los funcionarios (eliminando una de sus pagas extras), subir el IVA al 23% (de golpe o en plazos), eliminar reducciones en los impuestos…y hacer de los españolitos una masa pobretona y paleta dispuesta a enjugarse la baba cada vez que vea a uno de esos europeos a los que hasta hace bien poco tosía.

Mientras, Mariano y su gobierno, se escudan, ante el fracaso evidente de unos programas de ajuste incapaces de generar confianza y de ser bendecidos por los “mercados”, con el apoyo y el beneplácito de su mariachi mediático, en decir que ellos, a diferencia de otros, nos dicen la verdad: que estamos muy mal. Se entretienen, y probablemente ya sólo sus leales les crean, en explicarnos, un día sí y otro también, que la culpa la tiene ese engendro del mal llamado José Luis Rodríguez Zapatero que nos colocó donde nos colocó. Y así sus bases pueden distraerse intentando quemar el muñeco roto.

Lo que no nos dice Mariano, lo que no quiere decir Mariano, es que si España no genera confianza es porque ha estado mareando la perdiz con las cifras de nuestro déficit; porque aplazó la necesaria y urgente publicación de los Presupuestos para intentar apoltronar al amado Javier Arenas; porque en esos Presupuestos se cuenta con ingresos que no es posible garantizar (el artificio de la amnistía fiscal encubierta para los defraudadores); porque lo que los “mercados” le dicen a España, por activa y por pasiva, es que el problema no es de crédito, no es de deuda, es del Estado de las Autonomías que es incapaz de generar la más mínima credibilidad.

Para que España genere confianza lo que es necesario es que el Estado sea Estado, que las Autonomías sean entes subordinados y no elementos díscolos o destructores; lo que los “mercados” dicen es que es necesario reformar el Estado y no dedicarse a tratar de desviar la atención prometiendo meter a más niños en las clases para ahorrar unos miles de euros. El problema que tenemos es que eso tocaría directamente al sistema clientelar que garantiza el poder en ocasiones al PP y en ocasiones al PSOE. El problema es que la casta política y sindical, un auténtico ejército de algunas decenas de miles de personas, no quiere renunciar a los coches oficiales, a las bicocas, a los asientos en los consejos de administración, a las direcciones de las empresas creadas en el inútil INI autonómico-municipal, al ejército de asesores que les acompañan, a las tarjetas de crédito, a los móviles y a recompensar a los amigos mediante la subvención. Y como Mariano, producto de la casta, no quiere hacerlo España se puede ir al garete, perder su soberanía, quedar intervenida y don Mariano retirarse tranquilamente, con sueldo público incluido, a meditar en la soledad de un pazo.

101 días, una huelga, una derrota y…

101 días, una huelga, una derrota y…

Quizás alguien, llevado por una ingenuidad digna de elogio, bien fuera en la derecha o en la izquierda hispana, pudiera haber pensado que la “huelga general”, en realidad huelga particular, tenía como objetivo único trasladar a la calle la teórica protesta social ante las medidas de ajuste-recorte adoptadas por el gobierno del Partido Popular. Interpretando de este modo los hechos, unos, se han afanado a la hora de exaltar la derrota sindical ya que el seguimiento de la jornada de protesta ha sido globalmente muy limitado y sólo un poco superior a lo que aconteció en la “huelga de mentirijillas” convocada en los infaustos tiempos de José Luis Rodríguez Zapatero; otros, han procurado trucar las cifras para hablar de porcentajes de seguimiento superiores al 70%, que en realidad sólo se vieron en los sectores industriales y que prosperaron merced a la acción de los piquetes coercitivos, ya que éste debiera ser su verdadero nombre.

En los “mercados”, es decir, en ese conjunto de intereses invisibles que impone ajustes y reformas a los gobiernos, y especialmente al de don Mariano Rajoy, pese a las voces alarmistas del empresariado, feroz defensor de la reforma laboral y que pide a gritos más marcha al gobierno en este campo, que por boca de su presidente nos decía que una huelga repercutiría negativamente en la imagen de España (¿ignora el señor Rosell que en Francia llevan un rosario de huelgas sin que éstas hayan empañado su imagen o credibilidad?), la huelga general, con éxito o sin él, estaba amortizada de antemano. ¿Alguien podría pensar que una reforma que atenta directamente contra los derechos de los trabajadores, que contribuye a la disminución de los salarios, a la inseguridad y al empobrecimiento no tendría una protesta airada en la calle, aunque en esta ocasión fuera una protesta realizada a través de esos organismos extraños en el Estado denominados sindicatos? Como, además, la huelga no ha paralizado el país, aunque sí algunos sectores industriales básicos, tal y como han dicho los mercados aparentemente no existe realmente una oposición social a las reformas capaz de pararlas. Es más, yo diría, que esta errónea tesis abona la posibilidad, tal y como se está viendo, de ampliarlas.

Convendría a los “mercados”, a los voluntariosos “señores de derechas” a los que cualquier protesta social provoca sarpullidos y erupciones, a los medios al servicio del gobierno que cantan, cual si fueran las gestas de Aquiles, las heroicas y acertadas decisiones de Mariano Rajoy en sus cien días de gobierno, y a tanto bobo metido a opinante orgánico que anda suelto (aquellos que según Gramschi cumplían el papel de legitimar las decisiones del poder), evitar realizar lecturas simplistas e interesadas de la realidad. El fracaso del 29-M como huelga general, como movilización social contra los ajustes-recortes del gobierno, no implica que no exista una amplia situación de descontento; al contrario, lo nos dice el 29-M es que los elementos de control de la frustración, de la indignación, que son los sindicatos y los partidos de izquierda no son aún, como ellos quisieran, los legítimos representantes de la protesta. No es que los españoles, al menos el 56% de los españoles, apoyen las reformas-ajustes-recortes, es simplemente que no otorgan a los sindicatos la legitimidad de la representación de la misma porque los consideran piezas del mismo sistema, sátrapas que tienen el mismo nivel de responsabilidad en la quiebra de España que la casta política. Probablemente, incluyendo el que suscribe, son muchísimos más los españoles que hubieran ido a la huelga de los que  han ido. No lo han hecho sencillamente porque les repugna la manipulación, el mar de banderas rojas, la burocracia burguesa sindical, el ejército de liberados que vive a costa del erario público, la esquilmación del Estado realizada por unos sindicatos devenidos en ricopropietarios en muchas ciudades, el chanchullo y la subvención; porque, por múltiples circunstancias, no pueden permitirse el lujo de perder un día de trabajo; porque el gobierno, sus medios afines, sus opinantes y el inefable mariachi que les acompaña andan desde hace meses empeñados en evitar la identificación de la culpabilidad enfrentando a trabajadores con funcionarios, a funcionarios con funcionarios, a parados con parados, a autónomos con obreros; porque los mismos que se han convertido en los paganos de los caprichos de la casta, aquellos a los que se les está metiendo con total descaro la mano en el bolsillo, son aquellos que siguen creyendo que existe una Patria que no puede permitirse las pérdidas millonarias de un día de huelga.

Pero el 29-M no era en realidad una jornada de protesta contra la reforma-ajuste-recorte. Era la imagen que la izquierda quería dar de sí misma al filo de los cien días de gobierno de Mariano Rajoy, la del poder de la calle. Y no sería prudente ignorar que en toda España proliferaron importantes manifestaciones de izquierda en la tarde de la huelga general. Unas manifestaciones henchidas por lo acontecido en las elecciones andaluzas donde, como se alardea, en menos de tres meses han “parado a la derecha”, representada por ese epígono del señorito andaluz llamado Javier Arenas. Henchidas también porque las elecciones andaluzas han puesto sobre la mesa el rápido desgaste que está sufriendo el gobierno: en tres meses el PP ha perdido en Andalucía la friolera de medio millón de votos. Vociferantes, porque en la hoja de ruta de Pérez Rubalcaba está la posibilidad de que el desgaste del gobierno sea de tal magnitud que Mariano Rajoy no llegue a cumplir los dos años en la Moncloa y él está dispuesto a echar una o dos manos para ello. De ahí esas tímidas voces que hablan de un gobierno que, contando con el apoyo del PSOE, tenga como objetivo hacer frente a la crisis. Aunque otros planteen otro tipo de esperanza si llegado el momento Mariano es incapaz de hacer frente al increscendo de la calle con que amenaza una izquierda deseosa, para recuperar el poder, de ser la única usufructuaria del descontento social.

Se cierra el beneficio de los cien días. Unos, los amigos del gobierno, exaltan las decisiones de un valiente al que pedían más reformas-ajustes-recortes. Otros, cierran la centena con la protesta. Saldado, con aparatosa derrota, el tema andaluz, Mariano ha anunciado nuevos recortes confirmando la tesis de quienes afirmábamos que estaba esperando que se celebraran los comicios para que Javier Arenas pudiera ganar. Lo que, curiosamente, desde la óptica del gobierno, de los mercados y de los medios que le son afines, es la aplicación de la más estricta noción del partidismo anteponiendo la sed de poder a los intereses de España (¿no nos decían que las reformas no se podían atrasar?).

No tiene Mariano Rajoy poetas que le compongan coronas de sonetos en su honor, pero sí un florido ramillete de periodistas, tertulianos y comentaristas que han alabado como grandes hitos su Ley de Estabilidad Presupuestaria, su reforma laboral, la garantía del pago a proveedores, la Ley de Transparencia, la reforma financiera, la propuesta de emprendedores o el ignoto cambio en materia energética… son los mismos que se han apresurado a exaltar la intolerable amnistía fiscal para los dueños del dinero negro, que callan ante la necesaria persecución de la economía sumergida… Y sobre todo aplauden enfervorizados la respuesta de don Mariano a la exaltación izquierdista y a la derrota andaluza: el anunciado incremento del ignoto programa de reformas-ajustes-recortes.

No es suficiente el espacio de un artículo, que ya es excesivamente amplio, para ir desgranando las debilidades, y también las injusticias, de esas reformas-ajustes-recortes. Tiempo habrá.  Ni de recordar al bueno de don Mariano la parte que tiene de la responsabilidad en la situación actual, porque él, que sí sabía que había crisis, no movió un dedo para que sus Comunidades Autónomas (Murcia o Valencia por ejemplo) acabaran con el dispendio. Ni tan siquiera para matizar la última trinchera de sus defensores afirmando que se ha propuesto, como gran heroicidad, no reducir ni las pensiones ni los sueldos de los funcionarios (aunque en realidad sí se ha producido esa reducción a la inversa). Ni de entrar en la querencia a los beneficios del titular que muestra el gobierno, como por ejemplo sucede con una Ley de Transparencia que se queda a medio camino y que en el fondo deja en manos de los políticos la aplicación de la misma, cuando lo que se tenía que hacer era simplemente aplicar los códigos vigentes.

No creo que ni una sola de las medidas aprobadas sirva para impulsar el crecimiento económico que necesitamos en porcentajes significativos, ni que contribuyan a la reactivación del consumo de forma determinante, ni que creen empleo… Mariano ha anunciado que este año perderemos otros seiscientos mil empleos. Estas medidas tienen otro objetivo, el de recaudar más y gastar menos para salvar más que a España a la propia clase política y al destructivo Estado de las Autonomías. Y lo más peligroso, lo que ya se detecta en estos cien días, es que pese a que los amigos políticos continúen diciéndonos que la inmensa mayoría de los españoles confía en la capacidad de gestión económica del gobierno, la indignación, la proletarización y el desasosiego acaben empujando a los españoles a los brazos de la izquierda. Lo he escrito en otras ocasiones: alguien debería recordar a Rajoy que el PP no ganó las elecciones, simplemente el PSOE perdió cuatro millones de votos. Lo que aparentemente puede ser igual pero no es lo mismo.