Tengo un problema, no entiendo al gobierno
Confieso que soy uno de esos españoles que no entienden parte de las medidas económicas que adopta el gobierno. Mi visión particular es que Moncloa anda pagando facturas y aprovechando la situación para cambiar, por donde no debiera, aspectos esenciales de lo que ha sido nuestro modelo socioeconómico en los ámbitos de la microeconomía, de aquello que realmente afecta a la economía de las personas, porque las personas parecen preocupar muy poco a unos detentadores del poder que viven pendientes de sus clientelas políticas.
Reconozco que no soy economista y que solo entiendo algo de historia económica, aunque no me resisto a pontificar sobre el escaso valor demiúrgico que otorgo a las recomendaciones de unos economistas que, educados en las mismas teorías, las de los Chicago-boys y la Escuela de Viena, que han decretado la muerte de Keynes, un socialdemócrata peligroso según los dictadores del ultra liberalismo económico y algunos tontuelos de la derecha de pose y beneficio, que palidecen ante la idea del Estado social, tienen solo diferencias de matiz.
Probablemente por desconocimiento económico y por plantear las alternativas de forma imaginativa desde fuera de esa ortodoxia no consigo entender los parabienes de muchas de las medidas que adopta el actual gobierno de España.
Mariano Rajoy, aprovechando el inicio de la molicie estival, acaba de recurrir, en un alarde de valor y decisión que a muchos nos extraña, al Decreto-Ley para dar a luz sin epidural un paquete de medidas para que nuestra economía gane en competitividad y eficiencia, fomentando así, según el lenguaje oficial, el crecimiento económico en el que según nos cuentan hemos entrado. Revisando alguna de las propuestas no puedo por menos que preguntarme sobre la realidad del pretendido beneficio.
Todo el mundo sabe que las PYMES son la base de nuestra economía productiva y yo, en mi cortedad, no alcanzo a descubrir en las medidas el impulso para su expansión que demandan ni el fomento de su incremento a través de la innovación: abrir bares y peluquerías está bien pero no es lo que necesitamos. Tampoco veo que se beneficie a un sector comercial que parecía estar comenzando, tras no pocos sacrificios, tras mantener puestos de trabajo con pérdidas, a recuperarse. De hecho se les ha ocurrido -podemos colegir por qué- autorizar el incremento de las comisiones bancarias -el atraco perfecto que diría yo- que deberán asumir los comerciantes por los pagos con tarjeta reduciendo los márgenes de beneficio u obligando a subir los precios.
Si no he perdido la costumbre de leer mucho me temo que con estas medidas se pierde soberanía en materia aérea y portuaria. Igualmente grave me parece que brille por su ausencia la decisión de desarrollar un sector energético estratégico propio con un replanteamiento de la autoproducción y las renovables, y ahora, tras la rendición ante las eléctricas, recompensada con jubilaciones de oro en consejos de administración, le llega el turno a la factura del gas. No menor sonrojo me causa el descubrir la aparición de entes burocráticos que, naturalmente, beneficiarán a los amigos políticos cuando todos hablan del necesario adelgazamiento de la administración.
Y remata Mariano con su apuesta para luchar contra el paro juvenil mediante lo que serán mini salarios en la práctica y subvenciones empresariales, en vez de alentar cambios en el sistema productivo. El estrambote con sarcasmo lo pone la transformación casi en organismos públicos de las neoesclavistas ETTs.
Mariano ha aprobado este paquete, que encantará a los ultraliberales y a los mercados, aprovechando la expansión del empleo, cantada cual serafín por el ubicuo Marhuenda, mucho más Ministro de Propaganda que el mismísimo Joseph Goebbels, al viento de una prometedora temporada de sol y playa. Quizás por eso, con la coartada perfecta, Mariano haya decidido dar una vuelta de tuerca que empobrecerá a unos, los más, y beneficiará macroeconómicamente a quienes ven España como un tierno corderillo a devorar.
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