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Memoria histérica e histórica

CUANDO LOS BUSTOS REALES ACABAN EN CAJAS DE CARTÓN

CUANDO LOS BUSTOS REALES ACABAN EN CAJAS DE CARTÓN Alguien podría pensar que lo que voy a contar es consecuencia directa de las sucesivas olas de calor que azotan la tierra patria -Cataluña incluida-, o que el cambio climático, en el que es obligatorio creer como en las brujas, causa estragos en las siempre doctas y privilegiadas mentes de nuestros políticos, en sus dos especies: los de la casta y los de la gente.

Resulta que los PODEMOS, los podemitas a secas y los podemitas travestidos de lagarterana o de cándida oveja, que han birlado los asientos a la casta y han llenado consistorios y parlamentos de segunda de nuevos look entre informales y casuales -por cierto que vestirse/disfrazarse de perro flauta cuesta una pasta, casi tanto como algunas chanclas y similares que lucen-, se han dado cuenta que el furor antifranquista de los viejunos, tipo señora Carmena, da para muy poco, que encima hay que ponerse a estudiar para identificar a alguno de los militares que para no pocos debieron ser de los tiempos de Viriato. Y como son leídos, tienen carrera y hasta blasonan de nacer del profesorado universitario, han podido discernir el verdadero alcance de la infumable Ley de la Memoria Histórica.

El alma viejuna -que conste que Monedero no es ningún jovencito barbilampiño- y la falta de ideas, porque una cosa es seguir las palabras del gran timonel que cosecha votos y otra hacer algo de provecho para la comunidad -para la gente como ellos dicen- les ha llevado a presentar como gran aporte, como muestra del cambio que representan, la eliminación definitiva de los franquistas del callejero municipal. Y la oposición -léase el PP- ha respirado tranquila, casi con la misma tranquilidad del gobierno de don Mariano que no fue capaz de derogar tan inicua ley, entre otras razones porque a no pocos dirigentes peperos les parece estupenda debido a su ignorancia manifiesta.

Algunos se han tomado a chiste -no es para menos- la limpieza que se anuncia para la capital de España, iniciada con el cambio de la Plaza Vázquez de Mella por la de Zerolo. Lógico, porque en la lista aparecen no pocos intelectuales usualmente considerados de derechas como sospechosos de ser simpatizantes del franquismo -no vamos a poner pegas porque alguno fuera fusilado/asesinado por los republicanos en el verano de 1936 por ser de derechas-. Ilógico el tomárselo a chiste, porque en el fondo la Ley de la Memoria no solo iba contra don Francisco -como piensan los temerosos del PP- como ahora se comienza a poner en evidencia.

A la izquierda le molesta más que Franco, que ya es historia, la bandera o el reconocimiento a cualquiera que no sea de izquierdas. Lo de Franco es la excusa. Los honores y los reconocimientos públicos solo pueden ser para la izquierda y durante un rato para los tontos útiles. La guerra contra la bandera de España es larga y poco tiene que ver con la manipulación de presentarla como franquista. Lo usual ha sido que en muchos ayuntamientos y sedes oficiales desaparezca sin que se haga nada. Y ahora nos encontramos con la estulticia de algunas corporaciones colocando carteles explicando que la ponen porque les obliga el gobierno central. Dan la nota en tan bella Arcadia algunos cantantes foráneos de gira por Hispania, que en plena canícula andan amargando la vida a nacionalistas y progres exhibiendo sin cautela la bandera española (de nota los Scorpions cantando rock delante de la proyección de una gigantesca bandera de España en Santa Coloma de Gramanet)

Ada Colau, esa insigne alcaldesa de la gente con tendencia a vestirse de superhéroe, más revolucionaria y menos viejuna que Carmena, ha decidido que ya está bien de tonterías y que lo que importa es lo que importa, que don Francisco se murió hace unas décadas y lo importante es lo actual. Por eso, sin miramientos ha descabalgado al rey emérito del sitial de honor municipal que tenía en su reino -el de Colau, claro- y su busto ha acabado en una digna caja de cartón camino de los sótanos o del trapero. Ya puestos algunos ya piden que se limite el auge de la simbología monárquica en algunos centros oficiales. Remata la jugada, de momento, el Ayuntamiento de Zaragoza que le ha retirado al pabellón deportivo el nombre de Príncipe de Asturias y esto no ha hecho más que empezar.

Ya lo he escrito en alguna ocasión. La Ley de la Memoria Histórica tiene un claro objetivo político: cuestionar la legitimidad actual. En última instancia la persecución y proscripción del franquismo, el mal de todos los males, incluye el proceso de la Transición realizado por la clase política del franquismo y ello incluye a la monarquía porque ellos no olvidan que si hoy existe la monarquía es porque un señor llamado Francisco Franco se empeñó en dejar como su sucesor a otro señor llamado Juan Carlos de Borbón. No entiendo por qué algunos se llevan las manos a la cabeza cuando otras estatuas comienzan a llevar el camino de las de Franco.

MITOS Y MENTIRAS EN TORNO A FRANCO Y EL 18 DE JULIO

MITOS Y MENTIRAS EN TORNO A FRANCO Y EL 18 DE JULIO Los manuales de historia con los que aprendimos la generación de la EGB, producto de la Ley Educativa de 1970, hacía mucho que habían dejado atrás las lecturas patrióticas propias de los años cuarenta. Aprendíamos que la guerra civil tuvo causas estructurales de índole socioeconómico que no se habían solventado, que la II República fracasó en su intento reformista precisamente por su cariz jacobino, por su deseo manifiesto de expulsar de la vida pública a media España y por la persecución desatada contra la religión católica -entonces todos éramos católicos-, lo que hizo inevitable la guerra civil. Había poco de maniqueísmo en aquellos planteamientos. Hoy, sin embargo, cuando se ojea alguno de los manuales con los que estudian nuestros escolares, nos sería complicado encontrar algo tan sencillo como las causas de la guerra. Corrijo, lo que encontraremos será básicamente una versión maniquea en la que un puñado de ambiciosos generales dieron un golpe de estado calificado como fascista contra la democracia.
Alguien escribió con acierto que a la guerra de las armas siguió la guerra del papel y que en este terreno los vencidos con las armas llevan varias décadas ganando batallas para cambiar la historia. El proceso ha sido largo. Dejemos a un lado lo acontecido antes de los sesenta para situarnos en aquellos tiempos en los que arribaron a la historiografía los hispanistas, tipo Gabriel Jackson o H.R. Southworth, por no entrar en las líneas de interpretación difundidas por editoriales como Ruedo Ibérico, o en el alimento de la progresía que deseaba reescribir la historia a las ubres de negacionistas de la verdad como Tuñón de Lara -probablemente hoy ya pocos sepan quién fue este sujeto- y sus Encuentros de Pau donde mamaron doctrina una parte de las nuevas generaciones de estudiantes de historia, desde entonces hemos asistido a una mitificación de la II República de tal calibre que hoy es casi una herejía afirmar que en 1936, con la victoria del Frente Popular, la mediodemocracia que era aquel régimen solo para republicanos había dejado de existir. En la España de 1936 los partidarios del régimen burgués de democracia liberal eran una minoría muy exigua, aunque hoy no se quiera reconocer.
Aunque el “gran camuflaje”, denunciado inútilmente por Bollonten, sea una realidad incuestionable no es menos cierto que hoy pocos se atreven a recordar que el PSOE no era en 1936 un partido democrático, sino un partido que mayoritariamente contemplaba la República como un peldaño en el camino de la revolución y que, como marxista declarado, su objetivo era realizar la revolución e instalar la dictadura del proletariado en España. Y ya se sabe que para la ensoñación revolucionaria de la izquierda todo es legítimo salvo que alguien ose defenderse ante ella utilizando, simplemente, las mismas armas.
Naturalmente la izquierda, pero también una parte de la derecha acomplejada, ha hecho suyo el mito de una democracia rota por la ambición de unos generales que perpetraron un golpe de Estado un 18 de julio de 1936 para instaurar una feroz dictadura. De hecho, antes de que se aprobara la mal llamada “ley de la memoria histórica”, ya todos los grupos parlamentarios habían condenado la sublevación cívico-militar de aquel verano catalogándola de golpe fascista. Un segundo mito que complementara aquel otro de la impoluta democracia que fue la II República.
Tanto la izquierda como la derecha han querido borrar su vinculación histórica a lo acontecido en 1936. La izquierda, para camuflar su posición antidemocrática y su deseo de acabar con aquel sistema y acabar convirtiéndose en la defensora de la democracia frente a la pérfida derecha. La derecha, preñada de complejos, para evitar que la izquierda la señale con el dedo acusador que tanto les preocupa. Por ello, la nueva verdad oficial, porque políticamente a todos conviene, nos dice que el 18 de julio los generales, por ambición personal, dieron un cruento golpe de estado, y entre ellos el más ambicioso era Francisco Franco.
¡Qué más da que sea verdad o no cuando a todos les conviene! El ambicioso general quería el poder y por ello protagonizó el golpe con un solo objetivo perpetuarse en ese poder. Así pues, en esta línea, la guerra civil no tendría más causa que esa ambición borrando de un plumazo la realidad.
Ahora bien, la “verdad oficial”, impuesta desde arriba, rara vez tiene algo que ver con la verdad o con los hechos. El 18 de julio de 1936, se ha repetido aunque inútilmente y hoy es casi un delito afirmarlo, hubo un intento de golpe de estado pero, al mismo tiempo, una auténtica sublevación popular y sin esa eclosión es casi seguro que la victoria nacional hubiera sido imposible. Decenas de miles de voluntarios se aprestaron a combatir a la República del Frente Popular desde el minuto uno de los hechos, nutriendo unidades de milicias políticas pero también unidades militares, desde regimientos a banderas de la Legión. Igualmente todos los partidos de la oposición al Frente Popular apoyaron o se sumaron a la sublevación: desde la Falange a la CEDA, pasando por los carlistas, Renovación Española, la Lliga o los radicales de Lerroux. Y lo hicieron porque eran conscientes de la amenaza real para la libertad y sus creencias que representaba la república del Frente Popular. La prueba indirecta es que la democracia formal dejó de existir en la mal llamada zona republicana -ambas zonas eran republicanas- siendo la derecha perseguida y aniquilada en ella.
El ambicioso Francisco Franco no existía en julio de 1936. Es de sobra conocido que su asentimiento definitivo a la sublevación fue tardío y que en vano intentó que el gobierno adoptara medidas apoyándose en el Ejército para no entregarse al radicalismo frentepopulista. Es menos conocido que su nombre no figuraba entre los integrantes de un futuro directorio militar y que el único puesto pedido, la única ambición, era la de desempeñar el Alto Comisariado en Marruecos que no pudo asumir al ser llamado al Estado Mayor Central, lo que era acorde a su propia biografía. Fueron las circunstancias, el propio fracaso del golpe rápido deficientemente diseñado por el general Mola, pues no calibró la profunda división del ejército, la misma que sacudía la sociedad española, las que llevaron a Franco a la Jefatura del Estado, cuando ni tan siquiera formó parte desde el principio de la Junta de Defensa que se hizo cargo de la situación en la zona rebelde tras la muerte del general Sanjurjo. Y Franco ganó una guerra que de antemano los sublevados tenían con los datos en la mano perdida el 20 de julio de 1936.
Mayor silencio se suele guardar ante una realidad para mí altamente significativa: todos esperaban que el general Franco, antes de la sublevación de julio de 1936, les abriera la puerta del poder. En 1935, José Antonio Primo de Rivera, en un informe sobre la situación política española, anotaba que Franco era el “primer prestigio militar”; pocos meses después le sondearía en persona. En la crisis que supuso el fin del gobierno radical-cedista el propio Gil Robles instaría a Franco a protagonizar un golpe de Estado desde la Jefatura del Alto Estado Mayor y los radicales de Portela Valladares barajaron mantenerse en el poder con el apoyo de Franco y del ejército. Y poco después sería Calvo Soleto quien presionaría para que Franco se decidiera. Como anotaba Javier Tusell, Franco se convirtió entre 1935 y 1936 en el “árbitro de la circulación política y militar”. Fueron todos los políticos de la época los que trataron de atraer a Franco a sus posiciones o a que este les abriera las puertas del poder.
Cuando la lógica se impuso y los generales se inclinaron por la necesidad de un mando único sólo una candidatura era posible, la de Franco. Dudo mucho que en octubre de 1936 Francisco Franco tuviera un proyecto político definido cuando lo único importante era la guerra. Eso sí, en sus primeras intervenciones lo que se trasluce era la necesidad de que la guerra que ya tenía un por qué tuviera un para qué. Y resulta curioso que lo primera que destacara fuera el mensaje de que era necesario un orden social más justo en España.

PIQUETA PARA FRANCO Y ALCALDÍA PARA PODEMOS.

PIQUETA PARA FRANCO Y ALCALDÍA PARA PODEMOS. EN OVIEDO, EL ÚLTIMO ALCALDE DEL PP APLICA ANTES DE IRSE LA LEY DE LA MEMORIA HISTÓRICA.


Seguro que alguien exclamará al ver el contenido de este artículo que qué hago hablando de estas cosas y que por qué ando todavía empeñado en combatir, con la que se avecina, la infausta y consensuada -el PP ni tan siquiera quiso reformarla con su poderosa mayoría absoluta- "Ley de la Memoria Histórica" y la papanatería de los "histé(o)ricos", que diría mi amigo Alfonso Arranz. Ya no sé si es puro masoquismo, espíritu de disidencia o esa bendita locura que aún nos invita, aunque sea en solitario, en plan francotirador, a enfrentarnos a los molinos de la herrumbe convertidos al amparo del poder en gigantes.

Lo curioso es que no debiera ser noticia que retirarán un monumento a Francisco Franco. La noticia es que llevan casi cuarenta años así y aún les quedan. Pero lo es. Nadie se ha resistido a ensalzar la enésima lanzada a toro pasado realizada el pasado lunes. ¡Por fin, otra victoria sobre el infame general que aún se resiste por algunas calles y plazas de España. Y hasta gana alguna votación popular para que al pueblo ese que construyó regalando tierras y casas siga llamándose "no se qué del Caudillo".

La curiosidad del hecho viene determinada por el lugar donde se ha producido. Las Juventudes Socialistas se han apresurado a afirmar que por fin ya no tendrán que ver, cuando paseen por allí o se junten para un botellón, la cara del odiado dictador. Ha sido en Oviedo. Allí estaba el denominado "Monumento a Franco" obra del prestigioso escultor Juan de Ávalos. Una obra de arte en la que el rostro de Franco aparecía en un medallón inserto en un monolito sobre el que estaba la diosa Hera y delante las esculturas de Neptuno sobre un delfín y Apolo cegado por el sol. Dejo al lector el significado mitológico de la composición de Ávalos, porque lo importante es que se trataba de una obra de arte que debiera haber quedado excluida de la aplicación de la ley. Pero este detalle a la habitual y digital Comisión de Expertos reunida para determinar qué mandar al ostracismo, nuevos "chekistas de las cosas" diría yo, les ha importado un pimiento ante su determinación de liberar a Oviedo de la sombra de Francisco Franco. Un curioso y singular monumento que se erigió tras la muerte de Franco por suscripción popular (del pueblo no del PP, no vayan a confundir) y que alguna guía oficial data de 1975, supongo que para evitar recordar que fue inaugurado bastantes meses después de que tuvieran lugar las primeras elecciones democráticas, ergo no es un monumento autofranquista. ¡Por suscripción popular y municipal y puesto ahí dos años después de morir Franco! A algunos esta historia supongo no les va a cuadrar.

No hace falta decir que la izquierda lleva décadas pidiendo que se utilice la piqueta. Pero para evitar que corra aquello del revanchismo los apesebrados de la pluma han informado que la victoria ha sido fruto de la acción judicial de unos particulares, de la sociedad civil que dicen por ahí. ¡Tate! El sujeto en cuestión es el número tres de la candidatura municipal socialista. Los mismos socialistas que aún andan exaltando el golpe socialista contra la República organizado por el PSOE en 1934 que tuvo su epicentro violento y sangriento en Asturias, con especial virulencia en la ciudad de Oviedo.

No es cuestión glosar aquí las veces que Franco se dio una vueltecita por Asturias en olor de multitudes, ni que pescara tan tranquilamente por los ríos de allí, durmiera en la casa familiar de San Cucao de Llanera, que su mujer fuera asturiana y su boda un acontecimiento popular en la ciudad, que no participó en la represión de las huelgas en Asturias durante el reinado de Alfonso XIII, ni en la represión de la revolución de octubre de 1934 que fue decisión del gobierno de la República. Ni que en mayo de 1946, cuando el único núcleo de resistencia guerrillera, con presencia de guerrilleros llegados desde Francia, realmente importante estuviera en la Montaña Central, cuando comenzaba a plantearse el "caso español" en la ONU y se anunciará a troche y moche que no contaba con apoyo popular alguno, Franco se fuera de gira por las minas, acompañado de Girón y de su señora, a coche descubierto y con unos policías en moto que vistos hoy no dan para mucho, y unos falangistas haciendo de cordón al trote del vehículo. Y como muestran las fotos había miles de personas y, entre ellos, seguro que muchos de los derrotados. Y por allí anduvo pese a las amenazas de los guerilleros con el famoso Cagigal dispuestos a todo, pero no tanto como para atacar a la comitiva de gira. Los que se acabaron conformando con tirar algunos postes de teléfono y paralizar una línea de tren. Y Franco volvió por Asturias para inaugurar y esas cosas, para apoyar ENSIDESA. Y el régimen trató de solventar el problema de la vivienda de las decenas de miles de emigrantes que llegaron a Asturias, con viviendas de protección y de alquiler para unos obreros que vivían en barracones... Y todo eso explica la suscripción popular después de muerto... Pero, parafraseando a don Miguel, "amigo Sancho, con la memoria histórica y los histé(o)ricos hemos topado".

Hablando de "histé(o)ricos", rematado la faena, una tal Ana Taboada -por cierto se da un aire a la señora Colau- previsible alcaldesa de Oviedo, lideresa de la marca de PODEMOS allá, Somos Oviedo, ha presentado el hecho, la retirada del medallón, como símbolo del cambio y anuncio de la recuperación de la memoria democrática de Asturias -supongo que incluye en ella a los revolucionarios de 1934 y a los heroicos asesinos de los nueve hermanos de las Escuelas Cristianas de Turón-. Lástima, eso sí, que tan heroica acción no haya sido llevada a efecto por el "tripartito del miedo", por el "nuevo Frente Popular", PODEMOS-SOMOS OVIEDO+PSOE+IU, que anunciaba como gran recurso el alcalde hasta hoy del PP, don Agustín Iglesias Caunedo, sino como flamante despedida del alcalde desde 2012 del PP. Y es que a don Agustín, que lleva en política desde que terminó el instituto, como a tantos otros, no le hacen falta los "rojos" a la hora de acabar con la sombra Franco. Yo, de los alcaldes y demás del PP, después de visto lo acontecido en Valladolid y Oviedo, comenzaría a pensar que ser colaborador necesario en estas cosas también se acaba pagando

PD.- Si el medallón es obra de Juan de Ávalos tiene un importante valor artístico y monetario. De momento nos cuentan que va a un almacén municipal. Algún día alguien tendrá que hacer el inventario de las obras de arte extraviadas durante la Transición tras ser retiradas de dependencias públicas, porque una cosa es ser antifranquista y otra no entender del precio de la firma.

FEDERICO, LA IZQUIERDA APROVECHADA, LOS FALANGISTAS Y FRANCO

FEDERICO, LA IZQUIERDA APROVECHADA, LOS FALANGISTAS Y FRANCO Olvido y manipulación periodística en torno a unos papeles sobre el asesinato de García Lorca



Curiosamente -¡caprichos del destino!- cuando en 1972 se colocó en el Teatro de la Comedia de Madrid una lápida recordando que allí se fundó Falange Española, hoy retirada por la corporación municipal del PP escudándose en una aplicación sin base de la llamada Ley de la Memoria Histórica, se representaba la incomparable Yerma de Federico García Lorca. Por ello, un periodista notorio, de esos que ya pensaban en el después de Franco, entre líneas, hizo referencia al asesinato de Federico y a la "responsabilidad" de los falangistas que ya empezaban a cargar con las "culpas" de casi todos. Otro periodista le contestó que a la hora de buscar responsables debiera mirar en otras orillas ideológicas.

Hace unos días el digital eldiario.es y la Cadena SER difundían, con gran revuelo mediático, las fotografías de un informe elaborado en 1965 por la 3ª Brigada de Investigación Social de la Jefatura Superior de Policía de Granada remitido al Gobernador Civil, probablemente en respuesta a la solicitud de información cursada al ministro Fernando María de Castiella por la escritora francesa Marcelle Auciair que trabajaba en un libro sobre García Lorca que vería la luz en 1968. Lógicamente los medios citados recurrieron al sensacionalismo para presentar estos documentos no dudando en iniciar una curiosa carrera de manipulación. Lo que realmente ha interesado a no pocos no es lo que pudieran aportar estos documentos -no mucho, ciertamente- sino poder mantener que Lorca fue asesinado por "masón, socialista y homosexual", siendo pues un crimen político cuyo último responsable, naturalmente, se llamaría Francisco Franco.

En esa línea de interpretación el informe policial pasa a ser para la Cadena SER -grupo PRISA no lo olvidemos- la "versión franquista" del crimen, dándole un valor oficial a los documentos que en realidad no tienen. El País, que no podía faltar, con su habitual parcialidad en estos temas, anota a renglón seguido que "la dictadura ocultó el informe que la implicaba en el crimen de Lorca" y otro digital, panorama.es refería que estos papeles "certifican que Franco ordenó el asesinato", pues eldiario.es ya había anunciado que los documentos "prueban la implicación del régimen en el asesinato". Así hasta The Guardian ha dado la noticia afirmando: "Federico García Lorca was killed on official orders say 1960s police files" -anotemos en su descargo que el redactor lo ignora todo y ha hecho un refrito de los titulares españoles-. El Mundo, en pleno dislate, nos informaba de que "salen a la luz los documentos en los que el gobierno de Franco reconoce el asesinato" (todo el mundo sabe que un informe de la policía es igual a la opinión de un gobierno). Remata El Plural, en pleno carnaval de la ignorancia y la manipulación, diciendo que lo descubierto nos revela que Federico "fue asesinado por la policía franquista". Y para rematar hasta la página cristianosgay explica que "fuerzas falangistas procedieron a su detención".

La manipulación está servida para alentar el guerracivilismo ideológico de la izquierda a costa del asesinato de García Lorca volviendo a exhumar los mitos de la guerra civil. Alguien debería recordar a estos ínclitos manipuladores que en agosto de 1936 no existía régimen franquista alguno y que Franco no era la autoridad máxima de los rebeldes, de hecho hasta el tres de agosto no formó parte de la Junta de Defensa y aunque las fuerzas del sur estaban bajo su mando militar el poder desde Sevilla a Granada lo ejercía el general Gonzalo Queipo de Llano. Tampoco, como hemos señalado, el informe de una jefatura policial de Granada es reflejo de la posición del gobierno en 1965 por mucho empeño que pongan en ello; y, por supuesto, quienes asesinaron a Lorca no formaban parte de una policía franquista que no existía, ni...

Algo más hay en la lectura parcial y manipuladora que han hecho los medios de los documentos citados: la ocultación de lo que confirman. Por ello han evitado transcribirlos -como sería lógico-, para conseguir que se acepte su interpretación, salvo que alguien se deje la visión en el intento escudriñando en las reproducciones a baja resolución. Y si Franco es el culpable final de los hechos no es menos evidente cómo se esfuman los esfuerzos, confirmados en el documento, de los falangistas por salvar la vida del poeta. Invito a mis lectores, si no me creen, a que repasen la información publicada y vean como los manipuladores pasan sobre este asunto, e incluso llegan al extremo de El Plural de eliminar el significado ideológico de lo acontecido para decirnos simplemente que "los amigos de Lorca intercedieron por él", lo que es una verdad a medias que se transforma en la peor de las mentiras.

Dejemos a un lado que los papeles son un informe de hechos en los que no se entran a profundizar en los móviles reales del asesinato y en los que brilla la intención evidente de evitar la identificación de los responsables del crimen; que, en consonancia con la denuncia que causó el arresto de Federico que le llevó a la muerte, la detención se realizó bajo la acusación de "socialista, masón y homosexual" -¿demuestra esto que en 1965 aún se conservaba la denuncia que hoy parece desaparecida?-. Ahora bien, lo interesante es que la propia policía, en la Nota Informativa.Antecedentes, deja entrever la precariedad de algunas de las acusaciones: no había tenido actividades como socialista y se le "conceptuaba" así por sus manifestaciones y por su vinculación a Fernando de los Ríos; también en lo referente a una homosexualidad de sobra conocida la policía anota que "no hay antecedentes de ningún caso concreto en tal sentido" sobre sus "prácticas homosexuales". Casi parece que fueran partícipes de la afirmación de Luis Rosales de que "le mataron por una calumnia". Cierto es que nada de lo que se afirma es novedoso: ya estaba en el Expediente de Responsabilidades Políticas de Federico -de ahí sin duda recoge la policía sus datos- conocido de desde los años ochenta. Ahí aparecía el cuento de que era masón activo con el nombre Homero. Eso sí el "ideario comunista" es ya socialista y no se hace referencia a sus pretendidos poemas contra Dios -corrieron poemas falsos en Granada en 1936- o que casi fuera un hombre de Moscú (acusación habitual en los años de la guerra y los primeros de posguerra de que al final todo pasaba por Moscú y que hoy algunos recuperan como piedra filosofal de todas las explicaciones).

Lo que si avala el informe, cerrando toda especulación, pese a que los manipuladores hayan preferido dejarlo de lado o disimularlo, es el hecho cierto y conocido de que fueron varios los "antiguos falangistas" -camisas viejas- que "pretendieron su libertad", citando textualmente a los hermanos Rosales, al jefe local José Díaz -de quien yo recuerde no se había hablado- y al jefe de milicias Cecilio Cirre. Y el informe confirma otro dato importante: las amenazas a quienes, pese a ser falangistas de antes de la guerra, habían protegido al poeta e intentado salvarle. Así los Rosales, además de la sanción (25.000 o 50.000 pesetas), según el documento, pudieran haber sido objeto de unas represalias que "evitó la Falange granadina", aunque en realidad quien lo consiguiera fuera Narciso Perales, condecorado por José Antonio con la Palma de Plata, quien se hizo cargo de la jefatura del partido el 19 de agosto, dos días después del crimen. Pero estos datos merecen poco interés a los comentaristas, entre otras razones porque destruyen el mito oficial de esas versiones que suelen jugar con las verdades a medias como ha hecho el historiador izquierdista Santos Juliá al escribir: "para matar a Lorca hizo falta que las manos de fascistas de Falange, católicos de la CEDA, militares y guardias civiles rebeldes tuviera cada cual su parte del crimen", reiterando que "unos falangistas, católicos, militares, guardias civiles lo empujaron y lo llevaron a matar". Y si bien es cierto que un falangista de nueva camisa o de camisa-disfraz y familiar de Lorca participó en el crimen, que hubo milicianos azules a los que no importó ir a acordonar el cuartel de la Falange, no es menos cierto que falangistas de la primera hora le ocultaron, le protegieron e intentaron evitar su asesinato; pero, evidentemente, esto mejor es no mencionarlo.

¿Y Franco? Otro de los documentos nos habla de las posiciones en 1965 del Ministro de Exteriores y del Ministro de Información y Turismo, partidarios de dar a conocer los datos oficiales que se tuvieran sobre el asesinato de García Lorca a raíz de la petición efectuada por la escritora francesa aludida, por lo que trataron de convencer al Ministro de la Gobernación, general Camilo Alonso Vega, quien debió ordenar a la comisaría de Granada realizar el informe. No sabemos si esta cuestión llegó hasta Franco quien sí tenía informes sobre el caso.

Ian Gibson, conocido experto en la figura de García Lorca, hispanista de izquierdas, defensor de la vinculación del poeta al Frente Popular, ha sido contundente con respecto a la posible responsabilidad del Generalísimo: "Ni Franco era Franco entonces y quien manda en Andalucía es Gonzalo Queipo de Llano y Franco no intervino para nada en lo que pasó con Lorca". Pero esta afirmación carece de importancia, como hemos visto, para la pléyade de manipuladores.

El documento, que relata con evidente parecido a lo publicado hasta hoy lo referido a la detención, nos dice que después de la misma los "datos que pudieran adquirirse son muy confusos" entre otras razones porque desde aquel verano de 1936 ya nadie quería ser responsable de un crimen que la izquierda y los medios internacionales exhibía como acusación contra los rebeldes. Si creemos el testimonio del falangista Joaquín Romero Murube con autorización de Franco investigó los hechos en Granada poco después y acabó determinando, aunque pocos querían hablar, que el crimen fue perpetrado por los descontrolados que actuaban en la Granada prácticamente rodeada por el enemigo en aquellas semanas. Franco asumió que esa era la realidad de los hechos y así lo explicó a los medios extranjeros en 1937 indicando que "como poeta su pérdida ha sido lamentable". A esta versión se aferró hasta los años cincuenta, como lo demuestra algún comentario recogido por su primo Franco-Salgado. Aunque no está claro si la iniciativa fue de José María Pemán, en 1955 con autorización de Franco el poeta gaditano se entrevistó con los familiares de Lorca, algunos recién llegados del exilio, ofreciendo recuperar los restos de Federico para ser enterrados en el Valle de los Caídos. La familia se negó.

En 1959 el general Eisenhower, presidente de los EEUU, visitó España. Resulta que en su entrevista con el Generalísimo habló del asesinato de García Lorca. Franco mantuvo la versión de que fue obra de los descontrolados al principio de la guerra. Ike le indicó que no era así y que la CIA había investigado el caso (Agustín Penón) por lo que le remitiría un informe. Franco ordenó abrir una investigación y poco después encargaría a Pemán la misión de localizar a los testigos que hubiera para poder recuperar los restos del poeta. En este sentido el informe de 1965 parece recoger los datos que se tenían, pues indica el paraje donde se debió producir el asesinato -que concuerda con la zona que hoy se estima más probable- pero anotando que "es un lugar que se hace muy difícil de localizar". La incógnita que nos asalta es si existe documentación referida a la investigación ordenada por Franco según los testimonios y si Ike le llegó a mandar el informe. Ahora bien, en 1960 no todo se podía averiguar porque la pieza clave, el principal protagonista, el comandante Valdés había fallecido.

Hoy sabemos, en realidad se conoce desde hace décadas, que García Lorca, refugiado en la casa de los Rosales, auténtico cuartel de la Falange de Granada en el verano de 1936, fue detenido a resultas de una denuncia falsa firmada y probablemente redactada por el diputado de la CEDA Ramón Ruiz Alonso pergeñada en la redacción del diario El Ideal; que no muy lejos andaban el también cedista Juan Trescastros y el jefe de la CEDA Juan García Alix. Muchos años más tarde Ramón Ruiz explicaría que lo que buscaban era darle un susto por orden de Queipo de Llano para conseguir localizar al odiado Fernando de los Rios. Pero detrás lo que latía era la lucha por el poder entre los falangistas y los cedistas, aunque todos llevaran camisa azul, por el control político y nada mejor que eliminar la influencia de los jefes de FE acusándoles de proteger a un denunciado. Que Ramón Ruiz temía la posible reacción de los falangistas lo demuestra que fuera a ver, como anota el documento, a Miguel Rosales para que le acompañara a su casa para proceder a la detención del poeta y el hecho, que algunos han negado pero el documento demuestra, de que para ello hombres armados en número importante rodearan la casa donde estaba refugiado FEDERICO. Si como dice el documento los datos en 1965 eran confusos lo que no ofrece al historiador muchas dudas son los hechos.

El susto inicial a Lorca, la amenaza a los Rosales, acabó en algo más. La vida de Lorca no fue protegida pese a la promesa de la autoridad a los falangistas. No sabemos quién decidió trasladar a Lorca a la antesala de la muerte, si fue una decisión del gobernador civil, pero sí, y lo anota el documento, que fue sacado del Gobierno Civil por "fuerzas dependientes del mismo". Pero, ¿esas fuerzas eran soldados, milicianos, guardias civiles? Lo que nos dice la historia, ahí están los trabajos de Miguel Caballero y Antonio Ramos, es que en Granada pululaban a las órdenes del gobernador pero también operando por libre lo que se han denominado "escuadras negras", y entre ellas había una vinculada a las milicias falangistas que Narciso Perales eliminó rápidamente cuando ocupó la Jefatura en agosto; que el comandante Valdés, afiliado a Falange en febrero de 1936, puesto ahí por los Rosales, prefería a los hombres de la CEDA, a los nuevos falangistas procedentes e las organizaciones derechistas, que entre sus colaboradores civiles bajo su mando estaban, por ejemplo, los Jiménez de Parga (aconsejaron a uno de los Rosales que no defendieran a un maricón, según los testimonios publicados); que una de esas escuadras se llevó a Federico y que en ella figuraba uno de sus primos, Antonio Benavides; que entre los próximos a la autoridad estaban sus familiares los Roldán Benavides y los Rodríguez Alba con los que estaba enfrentado. Se dieron prisa en asesinarlo porque era evidente que si le retenían sus poderosos amigos, tanto su padre como los falangistas, conseguirían su libertad.

La venganza de los asesinos es una realidad difícil de esquivar pese a que ahora con estos documentos -esa es la intención de la publicación- se trate de mantener que lo mataron por lo que lo detuvieron, por socialista y por masón -lo de por homosexual vino después- (los tiros al cabezón se transformaron en los tiros al maricón). Es también evidente que con la detención y la amenaza a los Rosales el gobernador civil trataba de afirmar su autoridad; que Ramón Ruiz, el exdiputado al que José Antonio llamó el "obrero domesticado" no permitiéndole ingresar en la Falange, esperaba, además de contribuir a que la CEDA, disfrazada de azul o sin disfrazar, ocupara el poder en la Granada de aquellas semanas, acceder nuevamente al Olimpo de la fama política y del poder, nunca pensó que aquella firma sería la responsable de su ostracismo social y político. Como anotó Luis Rosales, Lorca se convirtió en la "pieza necesaria para la ambición política de un cretino". Después de los hechos todos los responsables indirectos, los que no habían apretado el gatillo del mismo modelo de mauser con el que se ejecutó a José Antonio, se escudaron, en sus recuerdos transmitidos a familiares, como última y única justificación, en unas teóricas órdenes dadas por Queipo de Llano. Si creemos el testimonio indirecto de Ramón Ruiz, años después, sería llamado por Franco para que explicara los hechos. Si mantuvo su versión debió responsabilizar a Valdés y a Queipo que ya habían muerto. Ahora probablemente volverá a cobrar fuerza la tesis de la orden de Queipo de Llano, porque andan los paladines de la memoria histórica intentando que sus restos sean sacados de la Iglesia que los guarda a los pies de la Macarena.

La realidad es que, como en 1948 escribía Pemán, fue "un episodio vil y desgraciado totalmente ajeno a toda responsabilidad e iniciativa oficial", entendiendo por tal a Franco añado yo. Como apunta Pilar Tarres en los "desaciertos mortales" de Federico, el "destino le colocó en el lugar desacertado en el momento inoportuno". Pero todo esto no quita al crimen ni el calificativo de execrable, ni permite que pueda admitirse justificación coyuntural alguna para los asesinos, ni que se olvide que fueron los "falangistas antiguos" los que inútilmente le protegieran e intentaran salvarle.

EL PRIMERO DE ABRIL EN PERSPECTIVA

EL PRIMERO DE ABRIL EN PERSPECTIVA El primero de abril, aniversario de la victoria nacional, es hoy prácticamente una fecha más del calendario. De los fastos de antaño se ha pasado al silencio, la proscripción y, probablemente, con una interpretación radical de la mal llamada "ley de memoria histórica", a la persecución de aquellos que de algún modo pretendan no ya conmemorarla sino solo recordarla. Dada la inquisitorial coyuntura en que nos movemos resulta evidente que habrán de pasar algunas décadas hasta que la verdad del primero de abril pueda ser expuesta sin las cortapisas del sistema de censura directa vigente -la indirecta existe desde los años ochenta-.

La historia de los principales hechos del siglo XX no puede hacerse únicamente con documentos y testimonios orales o impresos, también nos quedan las imágenes. Recuerdos visuales que la izquierda utiliza admirablemente para identificarse con el pueblo -ahí quedan los reiterados fotogramas del catorce de abril en la Puerta del Sol-, movimientos de "masas" que llevan décadas presentando como aval plebiscitario de su razón -táctica propagandística que siguen utilizando en la actualidad tal y como ha ocurrido con el ficticio 15M o con las concentraciones perpetradas por Pablo Iglesias-, pero que censuran, minimizan o explican mediante peregrinas tesis -masas movilizadas a la fuerza, movidas por el miedo o pagadas con el bocadillo-, cuando son de signo contrario para poder negar esa misma capacidad plebiscitaria que ellos otorgan a sus concentraciones.

Cuando Martín Patino intentó cuadrar su filmografía antifranquista con una película documental hilvanada con las canciones de la posguerra titulada Canciones para después de una guerra, cinta frustrada porque los críticos acabaron viendo en ella casi una loa a Franco y una exaltación nostálgica, escogió para su inicio una larga selección de escenas de unos tres minutos de duración de la entrada de las fuerzas nacionales en Madrid el uno de abril, Día de la Victoria. El ritmo cinematográfico convertía en masas los pocos madrileños que ven la entrada de las tropas en las afueras de la ciudad. Imágenes del desbordamiento popular del uno de abril. Masas a ocultar porque la doctrina oficial nos dice que la guerra fue consecuencia de la ambición de unos cuantos generales que con el ejército sojuzgaron a la población e instalaron una dictadura -el régimen de Franco-, elevada sobre la represión permanente, que solo apoyaban los curas, los banqueros y los ricos. Tontería que han llegado a asumir incluso algunos de los que son herederos de las fuerzas políticas más militantes en la guerra. No viene al caso recordar que la sublevación, el alzamiento cívico militar de 1936, apoyado por todas las fuerzas políticas desde el centro a la derecha más extrema, fue el resultado de la política sectaria, antidemocrática, anticlerical y excluyente de los gobiernos de la II República, de la posibilidad cierta de que en España, por la miopía y falta de conciencia social de una parte significativa de la sociedad -entre ella todo el conglomerado oligárquico financiero terrateniente-, se produjera una revolución socialista -el PSOE era entonces revolucionario y no democrático- que impusiera la dictadura del proletariado. Así pues, tras esa sublevación hubo pueblo; es más, ese pueblo imponía que era necesario promover cambios sociales a esa estructura oligárquica que apoyó el movimiento condicionada por la defensa de sus intereses y que estará al lado de Franco mientras se mantuviera ese interés, aunque por debajo bramaran por el "impuesto revolucionario" que tenían que pagar. Esta es una realidad que hoy se pretende borrar de la historia.

El historiador al analizar en perspectiva esa fecha del primero de abril lo que percibirá es la alegría de la fecha, no sólo porque importantes masas de población lo sintieron como una liberación tras vivir escondidos, callados, como sombras en la zona roja, no solo porque era el fin de la guerra, sino también porque durante tres años lo que se había prometido era un tiempo nuevo bajo eslóganes atrayentes como la Patria, el Pan y la Justicia; con promesas de hogar, lumbre y pan para todos los españoles. Lo que indirectamente implicaba el deseo manifiesto de acabar con las causas objetivas que habían empujado a cientos de miles de españoles a los brazos de la revolución, pero también de incorporar a los beneficios que esa victoria iba a suponer a los vencidos y así crear una sociedad nueva. Lo que no implica que no existiera temor o que se desconociera la persistencia de la sombra de la venganza que hacía muy difícil la reconciliación social inmediata porque, evidentemente, los arcángeles guerreros pletóricos de bondad solo existen en la poseía de Pemán y en los cuarteles del cielo. No se podían borrar los odios acumulados por decreto. Pero no es menos cierto que cuando el historiador se toma la molestia de revisar las grabaciones cinematográficas, las fotografías de aquellos días, lo que ve son masas de españoles. Hasta, evidentemente por otras razones no exentas a las circunstancias políticas actuales, a la petulancia insultante del nacionalismo, el diario El Mundo en la primera edición de una selección comentada -ahí está la manipulación para vender la realidad como propaganda- de las grabaciones del NODO, nos encontramos con la multitudinaria y pacífica entrada de las fuerzas nacionales en Barcelona.

Aunque algunos se pasan la vida explicándonos que la utilización de los movimientos de masas con valor plebiscitario es cosa de dictaduras y fascismos, siempre que no sean de izquierdas, todos sabemos que ese recurso es ampliamente utilizado por las fuerzas políticas y sociales. No es necesario traer aquí ejemplos porque están en la mente de todos. Lo cierto es que el plebiscito de masas del uno de abril no fue remitiendo sino ampliándose. Ahí están las imágenes y las fotografías. Los efectos del programa político, pero sobre todo social y económico del primero de Abril, que Franco había expuesto, discurso a discurso, durante la guerra, al que asombrosamente fue fiel durante todo su mandato -ahí nos encontramos desde la idea de explotar el turismo a la repoblación forestal pasando por la industrialización-, lo que hicieron fue ampliar la base social de apoyo del régimen, como hasta hace poco tenían que reconocer los historiadores -hoy seria anatema mencionarlo porque la historia oficial es que las masas populares estaban contra Franco-. Hasta tal punto fue esa expansión popular del apoyo social a Franco, que arrancó a la izquierda grandes bloques de lo que constituía su base sociológica, constituyendo lo que se denominó "el franquismo sociológico", hoy por razón biológica muy reducido y prácticamente sin peso real, pero que a la muerte de Franco garantizó una amplia mayoría a lo que entonces se denominó el centro-derecha, con valores de apoyo real situados entre el 55% y el 60% del electorado. Fue ese franquismo sociológico, surgido de los efectos de la consecución del programa del uno de abril -ni un español sin hogar, sin pan y sin lumbre-, el que ganó las dos primeras elecciones democráticas -por eso no cabía una memoria histórica que solo es factible tras una premeditada campaña de proscripción y lavado de cerebro-, aunque la incapacidad de gobierno demostrada llevará a parte de ese espacio a volver a su espacio sociológico natural situado en la izquierda.

Así pues mirando la fecha del primero de abril con la perspectiva del mañana se hace evidente que las dos claves serían la popularidad y el arranque real de la modernización de España.



Nota.- Este artículo ha sido realizado para las publicaciones de la Findación Nacional Francisco Franco


...Y FRANCO, QUE SEGÚN EL PAÍS DETESTABA A JOSÉ ANTONIO, OFRECIÓ 1400MILLONES POR SU VIDA

...Y FRANCO, QUE SEGÚN EL PAÍS DETESTABA A JOSÉ ANTONIO, OFRECIÓ 1400MILLONES POR SU VIDA El País vuelve a manipular la historia.



Leo con escaso asombro la segunda entrega -de la tercera mejor ni hablar- de documentos inéditos sobre Francisco Franco publicada por El País -¡qué manía tienen algunos con eso de que sus pretendidos inéditos van a cambiar la historia!-.

No es nada nuevo ver sobre el papel la tesis de que Franco despreciaba a José Antonio, para poder así luego sostener que, por ambición y cálculo político, el general más joven de Europa, el máximo prestigio militar español en su época, presa de los celos, no hizo todo lo posible por salvar al joven líder del paredón de fusilamiento. La pléyade de expertos en tal aserto es tan larga como su capacidad de censurar aquello que molesta a la tesis o incluso establecer una disección entre lo que una misma persona ha dejado como testimonio reproduciendo solo una parte de su argumentación, lo que también es una manipulación.

Ya en mi libro "El último José Antonio" (elultimijoseantoni@terra.com) subrayaba la curiosa proscripción que se prodiga en los trabajos que versan sobre el particular de la última propuesta realizada desde la zona nacional para intentar un canje. Curiosamente es la única que hizo personalmente Francisco Franco -los demás intentos fueron propuestas de otros a los que él brindó su apoyo y colaboración, e incluso su asesoramiento militar-. Fue el cuatro de noviembre de 1936 tras desecharse la posibilidad de realizar un acción de comandos -el juicio comenzó el día 16-. Franco ofrecía un canje por el diputado socialista, líder de la revolución de octubre, Graciano Antuña y 4 millones de pesetas. Como El País ha tenido la amabilidad de convertir en euros actuales las cifras de la época, cifras por cierto coincidentes con los cálculos que yo hice en mi trabajo -pese a las dificultades de valorar la moneda en los primeros meses de la guerra-, resulta que Francisco Franco, el hombre que según la nueva entrega de un tal Jesús Ruiz Mantilla despreciaba a José Antonio, que lo quería "mejor muerto que vivo", ofreció para facilitar el canje la nada desdeñable cantidad de 4 millones de pesetas de la época que actualizadas a euros de hoy son unos 8.660.080 Euros, casi 1.500 millones de pesetas; ochenta veces más de lo que habitualmente se estaba pagando en Alicante para conseguir una liberación -unas 50.000 pesetas, algo más de cien mil euros actuales-. Curiosa forma de detestar, sobre todo porque además había autorizado, para otra operación de canje, el gasto de seis millones de pesetas: unos 12.990.120 Euros o 2.156 millones de pesetas. Gasto que por cierto fue criticado por otros sectores de la zona nacional, tal y como se desprende de un testimonio de Fal Conde (los carlistas comenzaron a reunir un millón de pesetas de la época para colaborar). Evidentemente con estas cifras en la mano resulta difícil pensar que Franco detestara a José Antonio o prefiriera que se quedara en Alicante y si lo ejecutaban mejor.

Eso sí, dado que la antipatía mutua, los celos y similares tienen muy poca base documental y sólo queda un testimonio al que todos hacen referencia, casi siempre de forma incompleta, Jesús Ruiz Mantilla y El País nos presentan por fin el documento que demuestra de forma fehaciente el desprecio que roía a Franco: la contestación que, por orden suya, se transmite a una supuesta y desconocida "novia" de José Antonio que escribe al "Excmo. General Franco" el 24 de noviembre de 1936. Y a la que Franco no da largas, pues una semana después ya tenía la "novia" la dolorosa respuesta.

No sé si la redacción de el diario El País ha querido jugarle una mala pasada a su articulista al situar junto a su segunda tontería, muestra al mismo tiempo de cierta ignorancia, rotulada con el titular sensacionalista de "El desprecio de Franco por José Antonio", una entrevista con Raúl Zurita en la que se destaca como síntesis y epígrafe su sentencia "Vivimos la agonía del idioma". Ignoro si la pluma del señor Ruiz Mantilla es agónica, pero de lo que no tengo ninguna duda es que necesita con cierta urgencia repasar la asignatura de "análisis y comentario de textos", porque nadie creería que un periodista de El País se deje llevar por los prejuicios, la falta de investigación o la práctica de la manipulación.

Dispuesto a sorprendernos el periodista nos trae una carta dirigida a Franco por la "novia de José Antonio". Aclaremos para su disgusto que no es ninguna novedad. Hace ya años José María García de Tuñón -¡Ah la funesta manía de algunos de no indicar las fuentes!- escribió sobre esta carta que estaba a la venta a un elevado precio en un anticuario de la villa. Merced a su investigación hice referencia a ella en mi libro "El último José Antonio". Lamentándolo mucho El País no nos desvela lo esencial, la identidad de, según el autor, "una de las misteriosas amantes de José Antonio" -corrección: novia y amante no son sinónimos, aunque lo parezca, ni significan lo mismo-. ¿Quién es María Santos Kant vecina de Segovia? Ya podría El País, que tiene dinero y medios, haber enviado al señor Ruiz Mantilla a investigar en la calle citada pues Segovia no ha cambiado tanto, pero el periodista se ha conformado con consultar los índices onomásticos de unos libros, donde naturalmente no aparece, y mirar en Google según nos informa. ¡Ay, en lo que ha quedado el periodismo de investigación!

Si el periodista hubiera trabajado más se habría encontrado con algunas variables como posible respuesta a su interrogante: primera, que se tratara de la misteriosa Isabel, chica como la firmante de la Sección Femenina, que José Antonio conoció a finales de 1935 y de la que se conservan varias cartas -cabría la posibilidad de que se llamara María Isabel o que utilizara un seudónimo-, pero de la que sabemos que vivía en la calle Santa Engracia de Madrid; segunda, que fuera Carmen Magallón, que si no recuerdo mal o era de Segovia o tenía relación con la localidad; tercera, la que me parece más plausible, que fuera un seudónimo de mujer muy conocida, también falangista, que sí me consta que se dirigió al Cuartel General y que por ello sería posible que se le contestara y de la que hablo en mi libro. Esta última opción es la más lógica y la propia carta nos deja entrever que es un nombre falso, pues nos indica que para contestarle "las señas más seguras son". De otra parte esta carta y la respuesta ha salido de una partida de documentos de Franco que sorpresivamente salieron a venta. Precisamente por ser importante Franco la guardó.

La identidad, salvo por la curiosidad, es lo menos trascendente de la noticia del diario oficial de la izquierda. Lo fundamental para el articulista es presentar a un Franco frío, cruel, como demuestra la respuesta que da a la pobre novia que se agarra como un clavo ardiendo a que su amado no haya muerto. Franco ni siquiera se toma la molestia de contestarle directamente, sino que lo encarga a su secretaría, lo que como todos sabemos es muy extraño en el proceder de un Jefe de Estado. Amén de esto es en el análisis de la respuesta donde el periodista muestra su escaso conocimiento del contexto -en realidad no hace análisis alguno-. Dejo a un lado sus "piropos" a José Antonio y su entierro, "procesión propia de santurrón medieval". Pero es que en realidad José Antonio interesa muy poco al señor Ruiz Mantilla, solo es un recurso para meterse con un Franco deseoso de verlo muerto para quedarse con un "aseado corpus ideológico... para fundamentar su política de odio".

Cerremos este comentario con el análisis de la respuesta de la que el autor deduce el desprecio de Franco. Apliquemos algo tan elemental como la lógica: una señorita escribe a Franco diciendo que es la "novia de José Antonio". Como partimos de la base de que era alguien conocido y no una chalada, que es lo que en primera instancia podría pensarse, el general Franco, que no debía tener otro asunto más importante que atender mientras intentaba sostenerse ante Madrid y evitar la llegada de material soviético, ordena que se le conteste. Estoy seguro que ni se le pasó por la cabeza preguntar si José Antonio tenía una novia. Evidentemente contesta por consideración a José Antonio. En ello no puede ir mucho más allá de lo que aparece en un texto que, al contrario de lo que anota el periodista, está muy lejos del desprecio.

Algunos, con insidia, han utilizado lo que no dice la carta como prueba del desprecio por el tono despectivo que ellos suponen, así afirman que se refiere a José Antonio como "ese señor". La realidad es que lo que la carta dice es "dicho señor". Lo hace porque once palabras antes (incluyendo artículos) ya se menciona a Primo de Rivera, evitando así una reiteración. Dejando a un lado la gramática, lo sorprendente es que Franco, que evidentemente no sabe "directamente nada relativo a la suerte..." -otra frase que el periodista considera prueba de desprecio- de José Antonio, ordene que se confirme indirectamente que el fundador de la Falange ha sido fusilado ("no es creíble que lo digan sin que sea ello verdad, pues el mentir en este asunto no tendría para ellos utilidad"). No ha reparado el periodista en que Franco se había comprometido con la decisión de la Falange, tomada en su Consejo Nacional, de no difundir la muerte de José Antonio y que pese a ello confirma su muerte a esta "novia" sin comprometerse: una confirmación indirecta nada más y nada menos que del Cuartel General del Jefe del Estado. No quiere dar falsas esperanzas a María cuando podía haberse callado o alegar que se estaba trabajando en su liberación. Cierra con un "sintiendo no poderle dar mejores noticias", que no me parece sea sinónimo de frialdad en este tipo de contestaciones. Y es que Franco no podía en realidad ir mucho más allá.

LA GRAN MANIPULACIÓN DE EL PAÍS Y CUATRO SOBRE LA NÓMINA DE FRANCISCO FRANCO

Resulta que los historiadores profesionalmente antifranquistas -hoy hay antifranquistas de todo tipo y para todos los gustos y bolsillos- encabezados por el experto en confundir los listados de caídos y muertos en acción de guerra por tierras zaragozanas para poder multiplicar las "víctimas del franquismo", el profesor Julián Casanova, andan promocionando un libro antifranquista -de lo contrario no habría promoción ni mérito- titulado "40 años con Franco" que, para no engañar con portadas atrayentes al lector, deberían rotular "40 años cobrando por estar contra Franco".

Prestos a socorrer al sistema, acosado por la imagen de la corrupción y los beneficios económicos de la clase política -la casta que diría el ínclito Pablo Iglesias-, el mariachi historiográfico ha encontrado una nueva veta para meterse con Franco: demostrar que la austeridad económica de Francisco Franco es un mito. Y que el Generalísimo -lo pongo con mayúscula para fastidio de mis colegas- además de tener una desmedida ambición política, resultado de sus frustraciones, tenía una desmedida ambición monetaria. En síntesis: "el hombre comido por la ambición" según Paul Preston. Historiador este que debiera anotar para ilustrarnos sus altos y merecidísimos honorarios por meterse en cualquier lugar con don Francisco (recuerdo un Congreso donde nos tomó el pelo perorando largo tiempo sobre la Guardia Mora).

Para reforzar el tema el diario El País -¡Ah, El País, ese diario al que en cuanto te descuidas se olvida de la corrupción de la izquierda desde los tiempos del idolatrado Felipe!-, aplicando la moda de los inéditos misteriosos que cambiarán el mundo, nos obsequia estos días con una serie de papeles de don Francisco Franco propiedad de un coleccionista de alto copete. El primero, la nómina del Caudillo -también lo pongo con mayúscula para fastidiar a mis colegas- de 1935 cuando era Jefe del Estado Mayor Central del Ejército de la II República. El artículo ilustrativo de la nómina lo firma un tal Ruiz Montilla y debiera figurar en la galería de tonterías que se escriben desde el más rancio de los antifranquismos. Un insulto a la inteligencia, pero los lectores del diario El País, me temo, que cuando se habla de Franco desde este talmud de la verdad de quiosco no necesitan pensar; basta con tragarse la pastillita y a razonar como zombis.

El artículo del señor Ruiz Montilla tiene como única finalidad -no es formativo sino deformativo- demostrar la ceguera de Franco por el dinero. Así pues gracias a su pluma y a El País nos enteramos -ya estaba enterado cualquiera que quisiera hacerlo- que Francisco Franco como Jefe del Estado Mayor Central del Ejército, general desde hacía casi una década, con la tira de medallas en su guerrera, cobraba la friolera de 2.429,98 pesetas. Resultado pues de una brillante carrera militar que el plumilla de El País sintetiza a medio camino del asombro y el insulto sibilino con frase como: "el héroe de África con ínfulas, el oficial más joven de Europa en todos los escalafones superados hasta ser nombrado estrafalariamente generalísimo" -¡Qué mala que es la envidia!"-.

El audaz periodista de investigación que se nos revela Ruiz Montilla consultó y consiguió la gran exclusiva: esa cantidad equivaldría a 5.263,80 Euros actuales. Sueldo establecido -esto se le olvida al periodista- no por Francisco Franco sino por el gobierno de la idolatrada II República. Pero "ojo" un 45% menos de lo que hoy cobra un almirante general cuya hoja de servicios, por brillante que sea, no puede compararse con la del Generalísimo. Naturalmente que el periodista de El País no explica bien esto y como no le cuadra lo que escribe con la intención que le anima nos advierte, a renglón seguido, que era mucho comparado con los salarios militares de la época (evidentemente se ha hecho un lío porque los salarios eran los establecidos por el gobierno y eran para el puesto y no para el nombre de quien ostentara el puesto, pero ¡qué más da!).

Para completar el gran descubrimiento el periodista nos cuenta que en 1975 Franco cobraba 768.000 pesetas al año (168.000 como Capitán General). No nos informa de que Franco donaba parte de esa nómina a huérfanos militares (esto tampoco lo anotan ni Preston, ni Casanova, ni el mariachi de la ambición). Comentaba yo en la red, nada más salir la noticia, que ya puesto podía haber hecho la conversión y la comparación con la nómina del actual Jefe del Estado o del Presidente del Gobierno, para que quedara bien claro y sin discusión que don Francisco era un ambicioso de tomo y lomo frente al escaso pecunio de nuestros actuales gobernantes.

Como si me hubieran leído -quizás sí- Cuatro, haciendo la cuenta de la vieja, nos informaba para escándalo que Franco cobraba al año 821.000 euros actuales. Muestra palpable de la ambición monetaria del general que se había autoconcedido -como por cierto hacen diputados y concejales- el sueldo (se puso el mismo que Azaña). Cantidad escandalosa, propia de un dictador que consideraba España como su cortijo que dicen los historiadores como Preston o Casanova, comparada con los 254.000 Euros que cobra Felipe VI y los 74.000 Euros de Mariano Rajoy. Como soy así me voy a las tablas de conversión utilizadas generalmente (ver página del INE para los desconfiados) y hago rápidamente las cuentas: euro arriba euro abajo me salen 53.000 Euros anuales a valor actual (parece que los de Cuatro se han despistado con la calculadora). Ergo, la quinta parte de lo que cobra Felipe VI y 20.000 Euros menos que don Mariano Rajoy. Y bastante menos que la pensioncilla que cobra el señor Rodríguez Zapatero -también la podía haber sacado a relucir el audaz periodista de El País- que es de 80.000 Euros a los que se añaden otros 74.000 como Consejero de Estado (tres veces más que el salario de Francisco Franco).

La pregunta que debiéramos hacernos es: ¿Y todo esto ahora para qué? ¿Para darle lanzadas a Franco que lleva descansando cuarenta años? No. La respuesta es simple: quieren tapar la corrupción y el privilegio con la excusa del demócrata. Decirnos que en el fondo, aunque parezcan emolumentos y bicocas intolerables, no es nada con lo que supondría una dictadura. Lástima que a Cuatro y El País ni le salgan las cuentas, ni sus periodistas den para más que para convencer a los convencidos.

MI CARTA AL ALCALDE DE VALLADOLID PIDIENDO QUE NO SE DESTRUYA EL MONUMENTO A ONÉSIMO REDONDO

MI CARTA AL ALCALDE DE VALLADOLID PIDIENDO QUE NO SE DESTRUYA EL MONUMENTO A ONÉSIMO REDONDO Excelentísimo señor don Francisco Javier León de la Riva
Alcalde de Valladolid



Me dirijo a usted, en primer lugar, para expresarle nuestra repulsa más rotunda a la decisión adoptada por la corporación que usted preside con mayoría absoluta de proceder a la destrucción del monumento dedicado a Onésimo Redondo situado en cerro de San Cristóbal, escudándose en la partidista consideración, fruto de la presión de la izquierda ante la que su corporación ha cedido, de dicha obra como contraria a la sectaria ley conocida popularmente como de "la memoria histórica".

En segundo lugar, para pedirle que proceda a la revisión de tan lamentable decisión y no solo mantenga el monumento en recuerdo de un vallisoletano ilustre, sino que proceda a su restauración y vigilancia, instando a actuar contra aquellos que, asumiendo el papel de juez y verdugo, actuando con total impunidad, han procedido en diversas ocasiones a causar daños al mismo.

La historia no se borra a base de piqueta, ni memoria alguna es posible cuando se procede a cercenarla para complacer a aquellos que son adversarios políticos y se defrauda a quienes, con mayor o menor convencimiento, le han apoyado.

No es necesario referirle aquí la historia de la vida de Onésimo Redondo, ni su defensa encomiable de los remolacheros en los años treinta, ni la gigantesca obra de asistencia realizada al comienzo de la guerra por su esposa Mercedes Sanz Bachiller, ni recordarle que perdió la vida a manos de quienes profesaban la misma ideología -la izquierda- que quienes le han forzado ha adoptar la decisión de destruir el monumento que sus vecinos, por suscripción popular, no pagado por ninguna instancia oficial del régimen de Francisco Franco, erigieron en 1961, veintidós años después del final de la guerra civil.

Estimo que sus asesores le han informado mal, pues este monumento, por su propia razón de ser, no solo no contraviene la mal llamada "ley de la memoria histórica", que el Partido Popular por miedo a la izquierda no se ha atrevido a reformar, sino que se encuentra protegido por la misma. No es necesario que le recuerde que la Ley 52/2007 se rotula con una declaración de intenciones que no deja muchos espacios a la duda, pues establece "medidas en favor de quienes padecieron persecución y violencia durante la guerra civil" sin concluir en el enunciado que se refiera a los de una sola parte, y Onésimo Redondo está incluido en tal consideración ya que fue asesinado el 24 de julio de 1936, a los pocos días de iniciarse la guerra. ¿Cabe mayor padecimiento de violencia?

No es posible justificar la destrucción de un monumento dedicado a una persona con lo dispuesto en la citada ley. Por su propia naturaleza este grupo escultórico que debiera ser considerado patrimonio histórico-artístico, no es conmemorativo de la guerra civil, pues está erigido para recordar a una persona que murió en la guerra; tampoco es un monumento conmemorativo de la Dictadura, pues Onésimo Redondo fue asesinado en julio de 1936 y el régimen del general Franco se inicia en paridad el uno de octubre del mismo año; tampoco constituye una exaltación de la sublevación militar, pues su única finalidad es el recuerdo y homenaje a un líder político muerto al iniciarse el conflicto. Es más, ni siquiera la inserción en el mismo del ya medio derruido emblema del yugo y las flechas puede ser considerada contraria a la ley cuando existen diversos partidos legales que lo mantienen como símbolo y con el que han concurrido a todas las elecciones desde 1977, no siendo preciso apuntar que esa utilización no ha supuesto la menor controversia por parte de las Juntas Electorales, ahondando en el hecho de que una reciente sentencia no establece una titularidad en exclusiva de este símbolo a un partido concreto.

Por todo ello me veo en la obligación de requerirle para que, amparándose en el razonamiento sucintamente expuesto pero que estoy seguro sus asesores podrán desarrollar, proceda a la detención de la demolición y a la revisión de la decisión adoptada por la corporación que usted preside.


Atentamente