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¿A QUIÉN VOTARÁ LA EXTREMADERECHA EL 26-J?

¿A QUIÉN VOTARÁ LA EXTREMADERECHA EL 26-J?

No es una novedad apuntar que lo que usualmente se denomina extrema derecha sociológica está en y/o vota al PP, y se siente extremadamente cómoda ahí. De vez en cuando, eso sí, se despierta enfadada y da un respingo que dura dos o tres elecciones: así sucedió con el PADE (10.000 votos en su mejor resultado), la Agrupación Ruíz Mateos (219.000 votos en 1989) o más recientemente VOX (244.929 votos en las últimas europeas que se quedaron en 53.000 poco después). Una vez que a este electorado se le pasa el sarampión los votos vuelven casi aritméticamente al PP, mientras que esos partidos desaparecen o se consumen lentamente.

Existe una "extrema derecha militante", que naturalmente no se considera como tal, aunque en ese espacio la sitúen los medios y la mayoría de los españoles. Empleemos y aceptemos tal calificación solo a efectos descriptivos, porque la mayoría de los partidos de ese espectro ni se reconocen bajo tal calificativo, ni incluso estiman que estén a la derecha del PP; es más, en algunos casos se sitúan en las antípodas de los demás.

Desde el punto de vista sociológico se afirma que entre 500.000 y un millón de votantes podrían apoyar una opción similar a las que con diversa denominación, desde el Frente Nacional francés hasta el FPO pasando por Alternativa por Alemania, están polarizando el cambio electoral en muchos países de Europa (otros se miran en modelos como Amanecer Dorado)... No pocos creen que con copiar el nombre y los gestos se producirá en España una irrupción similar e incluso algunos se plantean el retorno al modelo de los años de la Transición, cuando más pujante fue esta opción en España. La realidad es que esa "extrema derecha militante" se mueve, desde el año 2004, entre los 50.000 y los 78.000 votos, a repartir según las elecciones -dejamos a un lado los resultados en municipales y autonómicas- entre cuatro o seis formaciones (no incluimos PxC porque tras una aparente eclosión quedó prácticamente reducida a la nada).

Ahora bien, no es menos cierto que, tanto por razones internas como externa o de propio posicionamiento político probablemente, otros 50.000 votos se queden en la abstención. Cifras pequeñas pero que en unas elecciones como las del 26-J pudieran valer algunos escaños.

En 1979 la "extrema derecha militante" obtuvo su más alto número de votos, 413.000. Anotemos que de haber concurrido unida esta opción hubiera obtenido hasta tres escaños, en vez del único que consiguió Blas Piñar, fueron sus años de mayor extensión y penetración social, pero sin conseguir desgajar a la extremaderecha sociológica del voto a la entonces Alianza Popular, el antecedente del PP. La división, la fragmentación y el cainismo condujeron a que en 1982 se perdieran 265.000 votos que fueron absorbidos por AP(PP). La caída constante en el número de votos se mantuvo hasta el año 2004, cuando se obtuvieron en total unos 65.000 votos. Síntoma claro de la existencia de una potencialidad y de una renovación. Constituye desde entonces este potencial electorado un nicho emergente de difícil proyección.

Cierto es que no se trata de un voto consolidado, que además se enfrenta: primero, a la ausencia de candidaturas en muchas circunscripciones debido a la Ley Electoral; segundo, al "miedo a la izquierda" que sigue teniendo hoy un peso específico en este electorado (miedo en el sentido de aceptar cualquier sacrificio -votar al PP- antes que gane la izquierda). En 2015, aunque irrelevante dado el número de provincias con candidatura presentada, se obtenían unos 9.000 votos tras los 78.000 de las elecciones europeas de 2014, siendo la opción más habitual en este sector la abstención o el voto nulo sin que se produzca un gran trasvase que favorezca a la papeleta del partido que haya concurrido (algo entendible porque, en parte, aquellos que están vinculados a una opción contemplan a las demás como meros competidores). A pesar de todo, algunos analistas estiman que esta opción política/electoral está creciendo entre sectores de menos de 25 años, que, por otra parte, son poco receptivos ante la petición de voto de partidos tradicionales como el PP.

En estas elecciones, las del 26J, solo en 16 provincias habrá candidaturas objetivas para esos electores, las de los falangistas; en el resto, aunque algunos puedan votar al PP o a VOX, la inmensa mayoría se abstendrá o hará voto nulo. Naturalmente el PP o VOX piensan en este mercado. El PP, porque sabe que un puñado de votos pueden darle algún escaño y cuenta con el efecto anti-Podemos para sacarlos de la abstención; VOX por pura necesidad de frenar su proceso de destrucción tras perder 191.000 votos en pocos meses, ya que ve en esos votos su tabla de salvación para continuar (aunque gran parte de ese sector considera a VOX un grupo de derechona pijo). Pero que la "extrema derecha militante" -la vieja, pero también la nueva que está comenzando a aflorar en sectores juveniles- en gran medida no irá a votar es también una realidad fácilmente perceptible, especialmente entre aquellos que más desligados están del duopolio PP/PSOE y que ya no consideran asumibles las tesis del "voto útil" y no tienen otra opción en su colegio electoral.

¿Qué puede pasar el 26-J?

¿Qué puede pasar el 26-J?


Anoche se iniciaba la campaña electoral que llevará a los españoles a las urnas el 26 de junio; cita electoral que probablemente sea la de mayor incertidumbre de los últimos cuarenta años. Confirmarán, sin duda, lo que ya es una evidencia: que el modelo bipartidista diseñado en 1978, para el que se creó una Ley Electoral que lo permitiera e impulsara (ya se sabe que en realidad no todos los votos valen igual), ha saltado por los aires.

La clase política, los medios de comunicación, los politólogos y no pocos sociólogos se han pasado la vida retratando una sociedad plural que, elección tras elección, dejaba de serlo cuando se conocían los resultados de cada comicio. Existía un consenso para alabar ese bipartidismo -hoy, rendidos a la evidencia, ya no son capaces de sostenerlo- que también ha saltado por los aires. Aún andan, eso sí, los dos grandes partidos -cada vez menos grandes-, especialmente el Partido Popular, enfrascados en buscar cómo imponer el “amaño” a través de la Ley. Lo hace propagando la idea de pequeñas circunscripciones a dos vueltas para que sólo alcance representación el que obtenga la mayoría -algún incauto, por no decir otra cosa, preso del miedo a la izquierda, creyendo que siempre ganará el PP, lo apoya desde posiciones teóricas a la “derecha” del PP-. Democrático modelo que negaría la representación a millones de españoles.

La realidad hoy es bien distinta a la de hace diez años, por no irnos muy lejos. Ya no tenemos dos partidos con posibilidades reales de gobierno sino cuatro. Por más que el Partido Popular y sus teóricos/voceros se empeñen, aunque ganen las elecciones, la representación del que más votos obtenga, si se confirman los sondeos será el PP, distará mucho de ser la traslación de la mayoría de los españoles. Pocas veces se suele indicar -rompería los discursos interpretativos- que la representación real es la resultante del porcentaje obtenido sobre el total del censo y no sobre el total de los que han votado. Ello quiere decir que un partido que obtenga entre un 28% y un 30%, dependiendo de la abstención, tendrá una representación real situada en torno al 20%. Es decir que el partido que más votos obtenga sólo tiene esa representación. De un modo u otro tanto el PP como el PSOE, pasando por PODEMOS o incluso -aunque es menos probable- Ciudadanos, podrían acabar gobernando con un acuerdo o en coalición. Las mayorías absolutas están finiquitadas y a ello debemos acostumbrarnos los españoles. Y una vez que el gobierno sea reo de esos acuerdos para gobernar todo lo que se diga en esta campaña es tan volátil como perfectamente olvidable.

Elecciones de incierto resultado, porque las variables a contemplar son muchas, porque sociológicamente el cuerpo electoral está variando de forma acelerada. Los votos tradicionales, los que votaban de forma sitémica al PSOE o al PP, se van reduciendo. Se trata de electores mayores de 50 años. Los votos libres, no condicionados por los miedos, la historia o la ideología bidireccional derecha/izquierda, van creciendo de forma constante y son los que deciden, porque el bloque anterior está tasado porcentualmente. Son ellos los que deciden, son ellos los que han dado vida a los denominados partidos emergentes y los que no forman parte del voto cautivo. Ahora bien, al mismo tiempo, en determinados segmentos, especialmente entre los menores de 25 años, anda pareja la inclinación hacia el voto que hacia la abstención. Existe en este segmento un amplio rechazo a los dos grandes partidos tradicionales, PP y PSOE, siendo poco permeables a sus discursos tecnocráticos.

Elecciones en las que la campaña electoral y los errores que cometan los partidos -el PP ya lleva unos cuantos debido a la presencia de algunas personas en sus listas que deberían haberse retirado para no perjudicar al partido- pueden tener una incidencia decisiva en el voto final.

Elecciones inciertas, porque la propia Ley Electoral ha acabado transformándose en una auténtica espada de Damocles, pues no estaba pensada para que hubiera tres partidos que obtuvieran sobre un 20% de los votos y un cuarto sobre el 15%. La resultante es que entre 20 y 30 escaños dependen de unos cientos o miles de votos. La Ley favorecía a los dos partidos que más votos tuvieran y especialmente, a la hora de los restos, al primero, dándoles un plus. Pero eso era cuando el primero y el segundo eran PP y PSOE o viceversa y el resto sacaban pocos votos. Ahora, en no pocas circunscripciones es difícil saber quién será el segundo y los restos ya no tienen por qué acabar favoreciendo al más votado. La mecánica/cocina del recuento/reparto puede dar una mayoría con margen sobre los demás al PP, pero también convertir a cualquier otro en un partido con más peso del esperado (sería el caso de la coalición UNIDOS PODEMOS) que merced a un acuerdo pudiera acceder al gobierno. Un marco en el que decir que “gobierne el más votado” (quiere decir el que más votos tenga de los depositados) no pasa de ser un recurso efectista pero infantil que puede asemejarse a la rabieta de un niño incapaz de asumir la frustración ante la realidad.

Cuando el lector tenga este artículo entre sus manos es seguro que andará, salvo aquellos que sólo sigan un medio, perdido entre unas encuestas que presentan unas horquillas de resultados tan amplias que hacen imposible saber qué pasará al final. Habrá sufrido o seguido con interés varios debates y “tragado” las píldoras preparadas que cada partido hace para que salgan por televisión. Es probable que hasta tenga el efecto de saturación provocado por la reiteración en el mensaje. Cierta es aquella frase de que una mentira repetida mil veces puede transformarse en una verdad, pero también puede acabar irritando y convirtiéndose en un arma de doble filo (algo que le puede ocurrir al PP y al PSOE si siguen insistiendo en un mensaje que deja tantos huecos al adversario que puede acabar horadando sus expectativas).

Los partidos están jugando y algunos hasta tomando posiciones para el día después. Es lo que está sucediendo en Cataluña. El centroderecha nacionalista burgués que, por la independencia, ha hecho un pacto antinatura con los anticapitalistas (CUP) ha visto saltar por los aires su acuerdo de gobierno. En ello, además de las tensiones, subyace el “día después”. En función de los resultados unos u otros podrán pactar con los vencedores. Unos pueden inclinarse hacia el PSOE o el PP, es cuestión de precio; otros hacia Unidos Podemos. Por eso se ha producido la ruptura que puede llevar a nuevas elecciones en Cataluña, algo que no sabremos hasta septiembre cuando, en teoría, ya se tenga definido el nuevo gobierno.

¿Qué puede pasar el 26-J? La primera posibilidad es que se confirme lo que las encuestas indican y lo que la tendencia y la variabilidad del voto oculto anuncian: una victoria del PP difícil de traducir en escaños reales pero con posibilidad de gobierno en alianza con Ciudadanos y apoyos de minoritarios (pero Ciudadanos ha puesto un precio, Rajoy). La segunda: que la aritmética confiera posibilidades de gobierno al bloque de izquierda (el PSOE confía en poder mantenerse como segunda fuerza y Unidos Podemos con sobrepasarlo).

Hasta aquí estaríamos dentro de lo previsible pero queda el factor campaña que para mí va a ser decisivo. Las anteriores elecciones revelaron dos variables: primera, que PODEMOS mejora resultados en campaña; segunda, que Ciudadanos pierde fuelle en campaña. En estas juega un nuevo factor: Unidos Podemos se presenta como rival del PP y el PP ha asumido que ello es así; una polarización que por razones distintas favorece a ambos: al PP, porque quiere recuperar voto entre los votantes Ciudadanos y los moderados del PSOE (básicamente anti-Podemos); a Unidos Podemos, porque les convierte de facto en la alternativa para el votante de izquierda. A ambos les interesa porque esa dicotomía es un antídoto contra lo que más temen, la abstención. El PP puede conseguir la movilización del miedo y Unidos Podemos galvanizar a su electorado de menor edad, donde mayores apoyos tiene pero con una clara tendencia hacia la abstención según el día.

Cuando termino estas reflexiones sólo he tenido oportunidad de ver uno de los debates a cuatro con segundas espadas, pero su análisis nos permite estudiar cómo y qué efecto pueden tener sus discursos en una campaña que se va a dirimir, fundamentalmente, en televisión y en las tertulias. Lógicamente se debe prescindir del voto convencido. Mal van algunos si hacen campaña para los convencidos. Lo importante es medir cuál puede ser la reacción de los indecisos, de los que pueden variar su voto por efecto de la campaña.

Si segmentamos el electorado es evidente que el discurso con mayor receptibilidad en el punto de arranque es el de Unidos Podemos y el que menos capacidad de atracción presenta es el de Ciudadanos (algo que ya se hizo palpable en la anterior campaña, Ciudadanos pierde los votos en campaña y es algo que no ha sabido solucionar). Unidos Podemos -Garzón juega de comparsa por más que se empeñe en sacar trapos republicanos- está acentuando su discurso populista y dejando en segundo plano su discurso izquierdista, consciente de que sus puntos débiles podrían ser explotados por otros que no fueran el PSOE o el PP, pero es a ellos a quienes se enfrenta. El PP, si se empeña con discursos tan escasamente motivadores como los de Cifuentes o Levi en el inicio de la campaña; en la utilización de muñecos que repiten de forma continua el discurso patrón hecho (en algunos casos llega a ser una ofensa al oyente pues parece que le toman por tonto); en la defensa a ultranza de la gestión hecha y la mirada al pasado -enfrascarse hoy en lo mal que lo hicieron los socialistas no sirve más que para los convencidos- o en su débil y preparada respuesta al tema de la corrupción, puede acabar llevándose un disgusto inesperado (doctores tienen en Génova).

Ante esta situación, muy volátil, el PP juega con cartas marcadas, pues entiende que está jugando al empate. Asume que es imposible alcanzar la mayoría absoluta poselectoral con Ciudadanos, al que no otorga crecimiento real, y algún apoyo, pero espera que el miedo a PODEMOS y la debacle del PSOE de Pedro Sánchez –de ahí su decisión de polemizar con Unidos Podemos y no con el PSOE para debilitarlo- le permita gobernar con la abstención socialista. Pero queda por ver si al final este no es el cuento de la lechera.


Nota: foto tomada de La Vanguardia

LA DONNA QUE COCINABA TAGLIATELLE PARA MUSSOLINI

LA DONNA QUE COCINABA TAGLIATELLE PARA MUSSOLINI


COMENTANDO UN LIBRO DE EDDA NEGRI MUSSOLINI (la nieta del Duce)

Ya sé que a tenor de lo publicado por algunos medios carezco de posible objetividad por haber estado en un "acto fascista" (invito al lector a que añada todos los apelativos que se le ocurran que a buen seguro corto se quedará), denunciado por los colectivos de la "Memoria histórica" -al paso que vamos pronto serán de la censura histórica-; los mismos que reunieron en magna protesta unos dos mil valencianos en una ciudad que ronda los 800.000 habitantes, según leo en el diario digital Público -digital, porque no encontró lectores que lo compraran-, al que aplicándole su propio rasero me vería obligado a calificar de comunista (la ideología con más muertos a sus espaldas -afirmar semejante cosa es ser un "fascista"-). Tal acto "fascista" consistió en unas conferencias "fascistas" -entre ellas la de Javier Barraycoa Vicerrector de la Universidad Abat Oliva, naturalmente "fascista" por denunciar las falsedades históricas del nacionalismo catalán- y mi modesta colaboración en la presentación de una novela que he prologado (por cierto, como son "fascistas" nadie te supervisa lo que vas a decir, e incluso se puede disentir desde la tribuna de la línea que todo el mundo presupone a los organizadores). Unas conferencias organizadas anualmente por la legal Asociación Cultural In Memorian Juan Ignacio bajo el título de Primavera, en cuyos actos por cierto jamás ha habido incidente alguno -y eso que los "fascistas", como todo el mundo sabe, son unos seres violentos y muy peligrosos-. Un acto casi clandestino, porque si se publicita nadie quiere alquilar un salón para su desarrollo, ya que previamente se desata una campaña para su prohibición vulnerando derechos y cayendo en el delito ideológico.

El revuelo de este año, que por cierto mide cómo andamos de vida democrática, es fruto de la presencia en la misma -razón importante para mí para asistir al igual que para El País, diario "fascista" por excelencia, como todo el mundo sabe, que quería una entrevista- de Edda Negri Mussolini -hoy utiliza tras una batalla legal el apellido Mussolini del que se siente muy orgullosa-; la nieta del Duce que nació allá por 1963, dieciocho años después de su asesinato en Giulinio di Mezzegra a manos de un grupo partisano dirigido por el Coronel Valerio (Walter Andirio), sujeto que anduvo por la guerra civil con las Brigadas Internacionales organizadas por la Internacional Comunista, cuyas decisiones dependían de ese ejemplo de democracia y humanidad llamado José Stalin. Ejecución inmediata por decisión del futuro Presidente de la República Italiana, Sandro Pertini (que lo maten "como un perro rabioso", dijo) y/o, según las fuentes que se consulten, de Luigi Longo, después Secretario del Partido Comunista Italia. Pero Edda afirmó que no siente ningún rencor por ello.

Edda Mussolini llegó a Valencia en medio de la campaña de la orgánica y supongo que subvencionada Asociación de Memoria Histórica de turno -su memoria claro, porque si se les recuerda a los asesinados por los republicanos, sin derecho a placa, monumento o reconocimiento, en las tierras de Levante, que suman algunos miles, les da un sarpullido- por ser la nieta del "criminal de guerra, asesino..." cuyos aviones bombardearon Valencia durante la guerra civil, por lo que la visita era considerada una "afrenta" a las víctimas y no sé cuántas cosas más. Dejemos a un lado que tales bombardeos, "criminales, terroríficos, sangrientos", y dicho con todo el respeto para quienes en ellos perdieron la vida, a los que me parece muy bien que se recuerde y se rinda el homenaje, según leo en el nada sospechoso de fascista o pro franquista diario Público de los -tampoco sospechosos de condescendencias con los nacionales- catedráticos de historia de la Universidad de Barcelona, Aracil y Villarroya, máximos expertos en el tema, fueron en toda la Comunidad 637 las acciones de bombardeo causando menos de dos mil muertos (es decir que esos bombardeos sistemáticos de terror, que se dieron entre 1936 y 1939,durante casi tres años, tuvieron una media de menos de tres muertos por acción y como en algún caso fueron algo más cabe colegir que en muchos no hubo víctimas mortales). No existen guerra limpias y Edda reiteró en su intervención que nada es blanco o negro, que la Verdad suele estar en el punto medio, que ella se ha abrazado con antiguos partisanos -los que mataron a su abuelo y a miles de fascistas sin juicio tras la guerra- y que ella defiende la libertad, el diálogo y el debate que es lo que nos hace mejores.

Edda Negri Mussolini vino a España para presentar un libro de título altamente peligroso: Donna Rachele mia nonna. La moglie di Benito Mussolini (La señora Raquel, mi abuela. La mujer de Benito Mussolini). Un libro que, por razón de apellido de la autora y por la transmisión de vivencias sobre una familia con peso en la historia, me parece más que interesante. Lástima que probablemente no vea edición española.

Edda, la autora, la nieta, y es interesante subrayarlo, ha sido hace pocos años alcaldesa de Gemmano en Italia y candidata al Parlamento por el partido Futuro y Libertad para Italia, creado tras la ruptura del Partido de la Libertad y nieto del ya desaparecido Movimiento Social Italiano (MSI), que a su vez era heredero del fascismo italiano (lo que algunos califican hoy como "el fascismo democrático"). Una corriente política que siempre ha sido una realidad social en Italia, con millones de votos y en consecuencia diputados, senadores, alcaldes y concejales que hoy son parte de la política italiana. En Italia hay asociaciones de partisanos y de excombatientes de la guerra en España; uno puede visitar la tumba de Mussolini, su casa y comprar cualquier tipo de recuerdo. Si uno viaja por el sur del país o sube hasta el Etna, por los pueblos pequeños, se encuentra con retratos de Mussolini en los bares y heladerías y no pasa absolutamente nada. Para unos es el dictador, para otros, como decía Giorgio Almirante, fundador del MSI, el "dictador generoso", para otros el Duce. No es extraño que distingan, como también lo hace Edda, entre el avance social que se vivió en el ventenino del Mussolini que no supo superar la tentación de la guerra -no pocos piensan que al final le empujaron a ella ignorando que las guerras paralelas son imposibles-. Y así, el mismo hombre que había condenado la política alemana en Stresa, en 1935, acabó uniendo su destino al Tercer Reich, lo que fue la tumba política del fascismo respetado en los años treinta. Cuando uno viaja por Italia no es inusual que los guías te digan: ese ferrocarril (el vesubiano) lo hizo Mussolini, estas playas son obra de Mussolini o este puerto... Algo que Edda destacó, porque si bien existe el Mussolini de la guerra, cada vez más apagado por la fascinación hitleriana, también está el Duce de la obra social y de modernización de Italia del ventenino.

Resulta difícil de entender la liviandad de los comentarios ante el libro que Edda ha escrito de forma conjunta, a resultas de horas de entrevista y archivo, con la periodista del Giornale d’Italia, Enma Moriconi. Afirmar, por ejemplo, que la visión que da de su familia es positiva como descalificación es una idiotez (lo habitual es que en este tipo de obras se transmita esa visión positiva, lo contrario es lo extraño de no mediar el distanciamiento). Este libro no es un trabajo de análisis histórico, es fundamentalmente un testimonio que tiene una razón de ser que poco tiene que ver con los refritos de quienes dudo que hayan leído o vayan a leer esta obra. Lo que ocurre es que tiene pasajes sumamente molestos y algunos que contravienen algunos de los clichés sobre la vida personal de Mussolini. Edda insiste en que ella lo que ha pretendido es buscar la verdad.

Me sorprende sobremanera el escándalo fariseo, producto sin duda de la ignorancia, porque este libro se presente y hasta que, como ha dicho algún izquierdista italiano, se haya escrito. En Italia lleva dos ediciones en pocos meses. Sorprendente, porque no es la primera Mussolini que ha escrito y sus libros se han publicado en Inglaterra o en España. Sus hijos han escrito: Romano dio a la imprenta Il Duce, mio padre (2004) y Último acto: la verdad sobre el final del Duce (2005); Vittorio en 1973, Mussolini: las mujeres trágicas en su vida; Edda, la mujer de Ciano, la más fascista de sus hijos, Piquete de ejecución para un fascista y La mia vita. Donna Rachele, siempre la han llamado así gran parte de los italianos, firmó un libro fruto de entrevistas titulado Mussolini sin máscara, ya en los cuarenta apareció una obra propagandística también firmada por ella con el título Mi vida con Benito.

Edda no ha escrito un libro sobre Benito Mussolini, no es el Duce el protagonista y dudo que más allá del lógico cariño familiar se pueda presentar como una exaltación de Mussolini o del fascismo (salvo que ser un padre preocupado por sus hijos se presente como tal). Es un libro sobre una mujer relativamente ignorada hasta después de su muerte, Rachele Mussolini, la abuela, para muchos solo la mujer del "infiel". Lo remarca la coautora Emma Moriconi: se presenta a un Mussolini falso debido a que muchos se centran en su gestión política, se orilla la faceta personal pero se profundiza en sus amantes, se hacen películas sobre sus amantes (Ida Dalser, Clara Petacci o Margherita Sarfatti) pero se olvida a su verdadera mujer, Donna Rachele y su papel en el ventenino.

Edda, no ha querido hacer un libro de historia, aunque hayan recuperado documentos de la vida familiar en los archivos (para mí muy interesantes a la hora de acercarse a otra faz del personaje), sino un texto sobre su abuela -que al fallecer su madre con pocos años la cuidó como a la última hija-. Sobre las vivencias de una familia, la suya. La nonna Rachele aparece como una mujer que tuvo "una vida plena de pasión, de amor, pero también de angustia y de tristeza, una vida que le ha regalado tanto pero también la ha destrozado... la verdadera y única donna y mujer del abuelo Benito".


Rachele conoció a Benito en 1910, comenzaron a convivir en 1911. El recorrido vital de las sensaciones es lo que han querido reflejar Edda y Enma. El Mussolini que nunca cobró del Estado; Rachele, que, cuando hasta el más nimio de los jefes y cargos fascistas se desplazaba utilizando el coche oficial, iba por Roma en autobús. Anécdotas ilustrativas sobre la abuela que hacía la pasta, cuidaba el huerto, daba de comer a los pollos o regalaba calcetines cuando Mussolini ya era el Duce. A través de Edda lo que llegan son las confidencias de su abuela, los recuerdos de familia; porque para el Mussolini que se dibuja la familia era lo más importante. Podía tener amantes, pero lo primero era su familia: "siempre volvía a Rachele". Lo que, sin duda, chocará al lector actual que no escapará a la idea de la idealización del pasado en vez de mantener una consideración negativa, pero para entender no se puede prescindir del hecho de que aquél era otro tiempo. Al finalizar el libro es el lector el que tiene que opinar.

Hay en el texto una segunda parte que presumo es la que peor sienta por lo que de denuncia sin rencor conlleva en el homenaje indisimulado y anunciado que una nieta rinde a su abuela. El internamiento en la prisión y el campo de concentración en Montecatini y Terni, donde Rachele pidió que al dejaran trabajar en la cocina haciendo sus famosos tagliatelle; el destierro a la isla de Ischia en el Tirreno, que entonces no era el destino turístico de moda, donde sobrevivieron gracias a la ayuda de los lugareños porque el Estado se desentendió; la confiscación de los bienes y, sobre todo, el no poder llevar hasta 1957 unas flores a la tumba de Benito.

En el libro se habla de la muerte de Mussolini y el destino de sus restos sin ira. Fue un asesinato, mantienen Edda y Enma. El cuerpo colgado y ultrajado del que se hicieron fotos en color de forma macabra en la morgue de Milán donde se aprecía el resultado de la ira sobre el Duce, quedando irreconocible. La tumba sin identificación en Milán, pero a la que muchos acudían para vejar el lugar. El secuestro del cuerpo realizado por tres hombres capitaneados por el futuro diputado del MSI Domenico Leccisi dejando aquella nota que decía: "Finalmente, Duce usted está con nosotros". La imposibilidad de trasladar el cadáver de un lado a otro hasta que es depositado en una Iglesia. El pacto con el Estado de entrega y silencio para una sepultura digna hasta que en 1957 los restos de Mussolini sean devueltos a la familia para ser enterrados en la cripta de San Cassiano en Predappio. La explicación de por qué finalmente el Estado cedió tras años de interpelaciones parlamentarias protagonizadas por Giorgio Almirante.

Siendo Giovanni Gronchi Presidente de la República, en los años de gobiernos democristianos, se produjo la caída del gobierno Segni, para sustituirlo se encargó formar gobierno al democristiano antifascista Adone Zoli. El MSI facilitaría el gobierno si se entregaban los restos de Mussolini para ser enterrados con dignidad. Zoli aceptó. Simbólicamente Leccisi sería el diputado del voto decisorio dejando el grupo del MSI para ello. Quien rescató el cadáver de la indignidad casi doce años era quien conseguía con su voto que el Estado permitiera el descanso en lugar público (impresionantes las fotos del libro de aquel acto).

Un libro peligroso por lo visto, en el que el homenaje inexistente a Mussolini, denunciado por Público, los de la Memoria Histórica y de forma medio pensionista por Compromis, que no se enteran de nada -de vez en cuando es preciso leer-, era para una mujer por parte de su nieta. Una obra cuya autora cierra con una reflexión/confesión sobre los valores aprendidos y su filosofía de la vida: "una filosofía muy simple, la que habla del respeto hacia los otros y de ver las cosas en positivo, porque si se piensa de forma negativa solo te llegarán cosas negativas".

Un libro tan "fascista" y peligroso que se cierra con la receta más afamada de Rachele -solo al final de su vida recibió una pobre pensión y antes tuvo un restaurante- Tagliatelle al ragù receta per 6 persone. Pero en Valencia, clama Público, la movilización -pobre- de la "conciencia democrática valenciana" -Oltra y Ximo dixit- ha detenido al fascismo.

Y es que algunos no dan para más. Bueno, sí, para poder sacar al censor que llevan dentro porque lo que más temen es la libertad.

ANSON, entre el plumero de la desmemoria y la obsesión anti-Franco o cuando manipular se hace vicio

ANSON, entre el plumero de la desmemoria y la obsesión anti-Franco o cuando manipular se hace vicio

De vez en cuando, aunque con plomiza insistencia, Luis María Anson, ese alabado periodista egregio, se acuerda de que le toca exaltar a su añorado Juan III, que ni fue rey -por más que se empeñe en presentarlo casi como rey en el exilio- ni por tanto fue III. Suele hacerlo preñando la historia de olvidos y verdades a medias, que son, en las más de las ocasiones, las mayores falsedades; olvidos que conducen a mitologías y falsificaciones. Y Anson es el último mitólogo de la Monarquía actual y el único que cree en el mito de don Juan.

Leo con retraso de un par de días una de sus "canela fina" cuyo augusto título es "Juan III, Juan Carlos I, Felipe VI", publicado en las vísperas del aniversario de la Victoria nacional -como el corrector automático me corrige para utilizar la mayúscula inicial así lo dejo- en la guerra civil. Vuelve Anson a lo de siempre, meterse con su odiado Franco, "EL DICTADOR", así, escrito con mayúscula superlativa no se nos vaya a olvidar, para ensalzar a un don Juan que defendía una "monarquía de todos". Entiendo que democrática, aunque él utilice la más ajustada definición de "parlamentaria" -la monarquía no es una institución en sí misma democrática, no es electiva sino hereditaria y eso es para la mayoría, menos para los monárquicos, poco democrático-. ¡Claro que eso de que don Juan defendía una monarquía como la danesa o la sueca desde siempre es mucho decir! Digamos que durante mucho tiempo solo fue demócrata liberal a ratos y que durante no pocos años fue más antiliberal que otra cosa, pero ese vicio, el de ser antiliberal, también lo tenía el joven Anson partidario de don Juan, aunque se le haya olvidado o lo considere un pecado de juventud (¡Entonces eran tantos los monárquicos aquejados del mismo pecado!).

Nos dice Anson -dejo a un lado las tonterías sobre la "envidia" que le tenía Franco, a don Juan no a él, por sus viajes a lo largo y ancho de este mundo (viajes particulares en barco) y por sus relaciones con los dirigentes de la época (aquí debería explicar cuáles y de qué tipo, más allá de las reuniones de las testas con corona donde, por cierto, eran simplemente los Barcelona), como si Francisco Franco no las tuviera o no le hubieran venido a ver a su palacio personalidades de su tiempo (¡Haga memoria don Luis María!)- que el objetivo de la Monarquía de don Juan era "devolver al pueblo español la soberanía nacional secuestrada en 1939 por el Ejército vencedor de la guerra incivil". Y por la coda final del artículo me parece que anda entusiasmado por la aplicación antifranquista de la Ley de la Manipulación Histórica, siempre, eso sí, que solo se meta con Franco. No quisiera tenerle que recordar a Anson que ya puestos la Monarquía podía haber incluido, en su heroica lucha contra Franco -modo irónico claro-, el devolverle al pueblo español toda su soberanía, incluyendo votar si quería o no monarquía, porque si los secuestradores fueron el Ejército triunfante en la "guerra incivil" tendríamos que admitir que la expresión de esa soberanía era la II República y por tanto la actual monarquía tendría otra muesca más de ilegitimidad. También Anson, que se lamenta de la "guerra incivil", tendría que explicar cómo esa Monarquía, encabezada por Alfonso XIII y don Juan, con el concurso de la inmensa mayoría de los monárquicos, conspiraron desde el primer minuto para derribar la II República con el recurso al golpe militar que llevaría a una "guerra incivil", o Anson cree que los republicanos y socialistas de entonces se hubieran conformado. ¡Ah, ese don Juan¡, príncipe de los monárquicos antiliberales que le saludaban brazo en alto en Roma el día de su boda (¿fotos pérdidas don Luis María?); príncipe dispuesto a apartar a su padre por el bien de la Corona y al que el padre mandó de viaje de bodas un año para que no cayera en la tentación.

¡Ay, don Luis María!, que sin la "guerra incivil" y sin Franco la monarquía no existiría en España, tendríamos una república y Juan III, Juan Carlos I y Felipe VI hubieran andado o andarían como los Saboya o los Grecia, o tantos otros, dando lustre de título a algún Consejo o emparentados con alguna gran fortuna internacional. Y no se meta con las "monarquías árabes" diciendo que ese era el modelo de Franco -no el de Franco era el mismo que el de los monárquicos antiliberales como lo fueron don Juan y usted mismo-, entre otras razones porque algunas de ellas (Marruecos, Jordania , Arabia Saudí...) han sido y son muy amigas de Juan Carlos I y Felipe VI.

No voy a trazar aquí un memorándum de las declaraciones públicas de don Juan, o mejor dicho de las declaraciones que le escribían a don Juan. Sería una antología del cambio de opinión según el signo de los tiempos y la capacidad de predicción, nula por otra parte, de sus consejeros. Lo declararon casi falangista, y con reiteración tradicionalista y antiliberal, asegurando que de demócrata liberal ni un pelo. Se puso morado a felicitar por los avances y las victorias del Ejército de Franco en la "guerra incivil"; estuvo dispuesto a venir a combatir con los nacionales -media familia Borbón lo hizo- y se libró de morir a bordo del Baleares porque Franco era monárquico y no aceptó su ofrecimiento -Franco lo era, por más que Anson se empeñe a la hora de fabular a la contra-; sus conspiradores, los amanuenses de sus cartas y declaraciones, quisieron que fuera rey con los nazis para sustituir a Franco, rey con los rojos al finalizar la IIGM y creer que echarían a Franco, estuvieron dispuestos a aplaudir una invasión aliada y se callaron cuando con el cerco internacional se sometía al hambre a los españoles -eso es lo que Franco nunca le perdonó a don Juan-; le quisieron hacer rey del Movimiento, verdadero representante de los ideales del 18 de julio... que Franco le hiciera rey y Franco siguiera con todos los honores y, también, que fuera rey democrático, pero ya entrados los sesenta y especialmente cuando su hijo aceptó ser el rey de Franco. Y mientras don Juan andaba con esas cuitas fue Franco quien realizó una maniobra política única cuando las monarquías desaparecían del mapa: volver a poner un rey en la Jefatura del Estado. Y lo hizo en contra de la opinión de no pocos de los suyos y de la propia opinión pública, consiguiendo hacer de Juan Carlos y Sofía los Príncipes de una generación.

La obsesión de Anson con sus hábiles e inexactos escritos es blindar históricamente la Monarquía. Entre otras razones porque sabe leer lo que está sucediendo, porque sabe que la Ley de la Memoria Histórica no tiene solo como objetivo quitar las estatuas de Franco -quedarán cuatro o cinco en toda España-, ni las placas de las calles que llevan retirándose treinta años, sino que va a tirar por elevación y que su objetivo final será el último vestigio del franquismo: la monarquía volando la historia mítica de la Transición. Por eso Anson quiere borrar huellas; por eso cifra la legitimidad de la actual Monarquía en la transmisión de un derecho inexistente, porque don Juan nunca fue rey en exilio, ni fue nunca reconocido internacionalmente como tal, el único reconocimiento lo tenía el régimen de Franco; y la cifra también en la Transición realizada por Juan Carlos I (es de sonrisa eso de que don Juan se atrajo a toda la oposición, porque esa oposición apostaba por una República y lo único que veía en don Juan era un instrumento, un compañero de viaje o un tonto útil según se prefiera). Por eso también tiene que cambiar la historia de la Transición, readecuarla al signo de los tiempos. Por eso, sin solución de continuidad, habla de "pasar de una dictadura de 40 años personificada en el caudillo amigo de Hitler y Mussolini a una democracia pluralista plena"., como si en medio nada hubiera pasado. Un momento: ¿Pluralismo pleno? Pero si hemos leído al mismo Anson defender el modelo bipartidista recomendando utilizar la ley electoral para evitar el molesto pluralismo resultante de las últimas elecciones.

Pero volvamos a la argumentación. ¡Cambiar la Transición¡ Don Luis María vuelve a las trampas: Franco el amigo de Hitler y Mussolini, y en el mismo grado lo sería de Eisenhower, Nixon, De Gaulle, Faisal, Hussein... pero esto se le olvida. No, la Transición no fue solo obra de don Juan Carlos "que tenía la fuerza del Ejército" -Anson se olvida que esa fuerza no era por mérito propio sino porque era el heredero de Franco (a don Juan lo hubieran mandado otra vez a Estoril en el primer tren)- o de Tarancón, o de Marcelino Camacho o de "Felipe González que tenía la fuerza de los votos".... (?) O quizás sea que quiere recordar a Felipe VI la necesidad de vincular la Monarquía, para su pervivencia momentánea, al socialismo como hiciera su padre.

Se le olvida a Anson -en realidad lo oculta- que la Transición fue posible realmente por la colaboración de los franquistas que consideraron que el régimen desaparecía con Franco y procedía su cambio; por el voto sí, pero de los franquistas; por los votos del franquismo sociológico que eran los que nutrían AP -el origen del PP fundada por la tira de ministros de Franco- y la UCD -que contó con el aparato mediático del franquismo, con los hombres del Movimiento en pueblos y provincias-, que sumados eran mayoría, una mayoría que la nefasta acción de gobierno de Suárez hundió. A ese proceso/proyecto abierto por el rey y los franquistas -la inmensa mayoría de ellos-, apoyado por la opinión pública que constituía el franquismo sociológico porque lo realizaba el heredero de Franco y los hombres y estructuras del Movimiento, se sumó primero el PSOE de Felipe González y después el PCE de Santiago Carrillo. Pero este nombre y el de Adolfo Suárez es borrado de la historia por Anson, porque el ilustre periodista necesita borrar a los franquistas de esa Transición y concederle el protagonismo absoluto a su rey y a los socialistas para que la Memoria Histórica no siga tirando del hilo.

Queda la coda final. Esa comparación que hace Anson entre el monumento por suscripción popular a don Juan que perdura mientras se quitan los erigidos a Franco como imagen de una justicia histórica. ¡Qué metáfora tan brillante para un maestro de la pluma! Bueno, recordemos que no pocos de ellos, los de Franco, también lo fueron por suscripción popular, alguno inaugurado después de la muerte de Franco; que cuando Franco murió se abrieron numerosas suscripciones populares para poner monumentos (el gobierno decidió que no era conveniente y el dinero ni se sabe a dónde fue a parar) y que ha hecho falta una ley totalitaria para retirarlos (en más de una ocasión con oposición popular y con intervención policial represora). Pero que no se apure don Luis María, probablemente es solo cuestión de tiempo que le llegue también el turno de la demolición a su monumento histórico favorito, porque de momento ya hemos visto cómo se retiran los retratos de Felipe VI de centros oficiales y se empiezan a quitar los nombres regios otorgados a construcciones y calles y yo no he visto aún a los fervorosos monárquicos salir a la calle en su defensiva.

LAS CARTAS DE PEDRO SÁNCHEZ

LAS CARTAS DE PEDRO SÁNCHEZ


“Mientras hay vida, hay esperanza”. A este pensamiento lleva aferrado Pedro Sánchez desde aquel lejano mes de Diciembre en el que casi todos le dieron políticamente por muerto. Entonces, casi todos apostaban por un gobierno PP-Ciudadanos en minoría, porque tácticamente era lo que mejor convenía al PSOE para iniciar un camino de recuperación tras la debacle electoral sufrida y porque todos daban por hecho que Albert Rivera no tenía otra función que ser fiel servidor del PP, dado que se interpretaba que sus votos solo eran resultado de la protesta de los votantes cabreados del PP que deseaban darle un toque de atención al Partido Popular. El guión parecía escrito y sin embargo, en pocos días, acabó saltando en pedazos, tanto por decisión de unos como por omisión de otros. El fin de Pedro Sánchez parecía estar cantado al igual que la ascensión al Olimpo socialista de Susana Díaz, la otra lideresa, pero…

Pedro Sánchez era aparentemente un figurín sin mayor proyección, una cara de cartel para vender perfumes o ropa interior; un mártir necesario en el socialismo, porque nadie quería asumir la cabeza de un cartel que tenía todas las cartas para perder, y un novato en esto de moverse entre los tiburones de la clase política. La debacle implicaba, decían, la crisis final de un PSOE que iba a necesitar varios años para estar en condiciones de volver a tener posibilidades de tocar poder; la estrategia de crear el monstruo de PODEMOS para devorar al PSOE había dado resultado, aunque el nuevo “Frankenstein” anduviera más que descontrolado, aupado por las encuestas y los resultados en las urnas. Es más, dados los resultados, pocos descartaban en Ferraz que, de no mediar cambios importantes, a futuro, la más que previsible incorporación de IU a PODEMOS desbancara al PSOE de su vitola de líder de la oposición y de la izquierda, pues ese y no otro es el objetivo manifiesto de Pablo Iglesias.
Todos daban en aquellos tiempos -algunos lo siguen haciendo- por muerto a un Sánchez acosado por unos y por otros; desde dentro y desde fuera. Y Sánchez es hoy por hoy un líder consolidado que ha sido capaz de controlar -tampoco es que eso le haya costado mucho- a su partido y afianzar su liderazgo; aunque bien pudiera caer, como un castillo de naipes, en caso de convocarse nuevas elecciones dentro de un mese, dado que lo que está aconteciendo en el terreno político no está mostrando grandes beneficios electorales para el PSOE en las encuestas.

Quizás las cosas hubieran sido de otro modo, al menos las estrategias de los demás, si alguien hubiera repasado la biografía política de Pedro Sánchez. Tertulias y tertulias y casi todos han pasado por encima de algo tan esencial como conocer la trayectoria del personaje.
Pedro Sánchez lleva, pese a su juventud, una eternidad moviéndose con habilidad, con una innata condición para ello, en las luchas internas por el poder en el seno del socialismo. Sus sucesivos jefes/protectores han ido cayendo mientras él ha sido capaz de otear el horizonte y colocarse siempre con el viento a favor. Un dato en el que nadie reparó aquella noche electoral del mes de Diciembre en la que solo él no admitió ni su fracaso ni su eliminación. La resultante es que quien era entonces enterrado ha conseguido, contra todo pronóstico, posicionarse entre unos y otros como el candidato más aventajado, de no haber nuevas elecciones, para ser el próximo presidente. Y pese a la fracasada investidura -ya estaba cantado que así sería- sigue siendo el eje del debate sobre el qué hacer y la pieza indispensable para evitar algo que todos desean y temen a la vez: unas nuevas elecciones.

Es fácil despachar lo sucedido, las maniobras de Pedro Sánchez, circunscribiéndolo a una historia de ambición, lo que no quiere decir esta que no exista y no forme parte del personaje, pero no existe político sin ambición. Naturalmente desde la derecha política y mediática es la sed de poder lo que le mueve o cuanto menos su decisión de sobrevivir políticamente al frente del PSOE. Lo que, sin embargo, ha demostrado Pedro Sánchez es una enorme habilidad para leer el tablero político, jugar a la contra y evitar el jaque mate que no pocos pretendían darle. Los símiles y metáforas sobre lo que está aconteciendo en el culebrón “camino a la Moncloa” son harto elocuentes: se ha hablado de partida de ajedrez, de partida de póker (no sabemos si con la célebre combinación del póker de la muerte), de tarde de mus y hasta de fútbol porque nos pasamos las semanas viendo como achica los espacios, traslada a otros la presión y mantiene el balón en su poder el máximo de tiempo posible (en esto último también Pedro Sánchez ha sabido jugar). Cierto es que las cosas le han salido bien por la torpeza manifiesta de aquellos a los que tenía enfrente, especialmente la de Mariano Rajoy y su equipo.
Todos los flamantes líderes políticos se han equivocado en estos meses y por eso es más que probable que finalmente acabemos siendo nuevamente llamados a las urnas. Pero las urnas son muy peligrosas porque son muchos los escaños que estarían en juego por no muchos votos.
Se equivocó de forma evidente Mariano Rajoy cuando cedió la iniciativa política al hombre que le había insultado en su cara y por televisión, lo hizo por las circunstancias, por su falta de apoyos y porque creía que finalmente Sánchez no conseguiría un acuerdo con el líder de Ciudadanos, pero he aquí que Sánchez lo consiguió rompiéndole a Mariano el cántaro de la lechera.

Se equivocó Pablo Iglesias al pensar que Pedro Sánchez era como un bocadito tierno que no haría más que agravar la crisis del socialismo, siendo incapaz de devolverle un revés desde el fondo de la pista. Y Pablo Iglesias ha acabado casi pasando de cazador a cazado.

El único que pareció entrever el cambio de los vientos fue Albert Rivera quien, sin creer en las posibilidades reales de Sánchez de formar gobierno, ha jugado la carta del político moderado, conciliador y pactista para posicionarse de cara a unas nuevas elecciones (lo que si nos atenemos a la evolución de las encuestas parece darle la razón), esperanzado porque sabe que su campaña electoral fue muy pobre y ahora podría subsanar el error.
Pedro Sánchez acudió a una sesión de investidura para perder pero a la vez para fortalecerse, porque la convocatoria electoral no ha sido inmediata. En esta coyuntura, para mantener sus expectativas, Pedro Sánchez solo tiene un problema a día de hoy: conservar el matrimonio de conveniencia aparentemente consumado con Albert Rivera, lo que cada vez se antoja más complicado. La presión, para él, la tienen otros: Mariano Rajoy, porque en su mano está, aunque para ello tendría que cederle el poder, evitar un gobierno donde PODEMOS tenga un papel estelar y que el PSOE se eche en brazo de estos; Pablo Iglesias, porque si no le apoya facilitará la continuidad de Mariano Rajoy y cree que eso no se lo perdonarán sus votantes. Juega, eso sí, al despiste, porque, como Mariano, cree que al final habrá una “gran coalición”, pues es lo que piden los medios todos los días o en su defecto que le dejen gobernar. En su estrategia lo que queda por decidir es quién encabezará esa “gran coalición”. Y ahí es donde más frágil se muestra el horizonte porque llegado el caso el presidente sería uno de los tres o alguien ajeno a los tres. Ni que decir tiene que, al igual que Mariano Rajoy, Pedro Sánchez cree que llegado el momento, si la presión triunfa, a él le correspondería ocupar tal puesto.

Es evidente que Pedro Sánchez está dispuesto a pagar el precio que le pongan para acabar en la Moncloa. Su primera opción es un gobierno en minoría con el programa del pacto PSOE-Ciudadanos; su segunda opción, conseguir la abstención de PODEMOS para lograr ese gobierno; tercera opción, la menos apetecible y cada vez más lejana, la “gran coalición” encabezada por el PSOE; cuarta, un gobierno netamente de izquierdas que por fuerza tendría que ser una coalición en la que entraría PODEMOS. Cualquiera de esas operaciones de “alta política” le vale. Frente a esto de poco vale acusarle de solo mirar por su interés personal, porque eso solo le importa a aquellos que nunca le votarían.


(Artículo publicado en La Nación, marzo 2016)

DE TITIRITEROS, PERROFLAUTAS, ALCALDESAS, CHEKISTAS, CULTURETAS Y OTRAS ESPECIES PROTEGIDAS

DE TITIRITEROS, PERROFLAUTAS, ALCALDESAS, CHEKISTAS, CULTURETAS Y OTRAS ESPECIES PROTEGIDAS

Me sorprende -¡qué gran figura retórica para el comienzo de un artículo!- la facilidad con la que la nueva izquierda -en realidad vieja, muy vieja- consigue revolver los argumentos de casi cualquier cosa a su favor transformando a los acusados en acusadores, a los teóricos "presuntos" en acusadores/víctimas; como es capaz de conseguir que las buenas gentes lleguen a admitir que el rey está vestido a pesar de que ande desnudo como si tal cosa y, al final, salir más o menos indemne, cuando no favorecida, ante los desafueros cometidos, esos que en cualquier país normal conllevarían la condena pública junto con un rosario de dimisiones e inhabilitaciones sin necesidad de pasar por juzgado que alguno -juzgado que además se entretiene con las piezas pequeñas e indirectamente salvaguarda sin pretenderlo a los responsables reales-.

Incendia, incendia, incendia que nosotros te damos la gasolina y el mechero. Ese es el mensaje que llevamos oyendo a diario, con el que se infecta el virus del odio y del resentimiento primitivo, desde que a un tal Rodriguez Zapatero se le ocurrió que la única ideología posible, para mantener a un cada vez más diluido socialismo, era la de despertar/crear a los "jóvenes rojos"; darles una capa de barniz a esos que hace no poco la emprendían con el mobiliario urbano, casi siempre con una palmadita o una sonrisa mediática condescendiente en la espalda; esos que ahora, merced a la ola podemita, comienzan a trabajar en lo mismo que antes pero de forma más digerible y pagados por el erario público: antes le dábamos el ladrillazo al policía y ahora lo teatralizamos para niños para que vayan aprendiendo, han debido decirse.

No hace mucho que un insigne Ministro de don Francisco Franco, padre del actual PP -por lo que el PP es también objeto de la persecución histórica a manos de leyes que el PP no quiso derogar, pero de esto no se han enterado-, armó una de las mejores campañas propagandísticas institucionales de nuestra historia patria con aquella frase de "España es diferente". Mirando a nuestro entorno, viendo los desafueros, pudiera parecer que el eslogan es hoy más que nunca una realidad. Pero, ¿son solo desafueros, excesos puntuales sin mala intención alguna?

Me pregunto ahora, ¿por qué, ante comportamientos que debieran merecer, cuanto menos, él ostracismo político para sus responsables o instigadores, y me da igual que hablen de corrupción económica o de corruptores morales, acabamos mirando para otro lado, banalizando unos hechos deleznables, olvidando a las víctimas y hasta aceptándolo como tolerable tras la indignación primera?

Hace no mucho todo se justificaba invocando el mantra de la joven democracia, o considerando como aceptables por la inexperiencia los excesos, siempre que estos fueran de izquierda o sirvieran a sus propósitos, claro está. Ahora bien, con cuarenta tacos aquella fácil excusa ha perdido cualquier viso de credibilidad, si es que alguna vez la tuvo. Más me parece que este modo de comportamiento, por desgracia algo usual, es deudor de la tendencia carpetovetónica de los españoles a embanderarse a la más mínima y aguantar de forma numantina en la posición defendiendo a quienes, como si fueran émulos del vendedor de Viriato, les traicionan o engañan una y otra vez. Ardorosa ingenuidad, mezclada con el asombro de quienes repetían ante el cantar de la epopeya del Cid aquello de "Dios que buen vasallo si tuviera buen señor"; depreciado en la idea corrupta de "con los míos con razón o sin ella". Súmense a lo anterior tres razones: por un lado, el complejo babeante que se tiene ante el imaginario mitológico, tan manido como falso, de la superioridad moral y cultural de la izquierda; por otro, la universalización, realizada a través del adoctrinamiento, cada vez mayor, de los paradigmas de la izquierda como si ante ese pensamiento y modelo no hubiera otra alternativa; finalmente, la cobardía moral, resultante de su mundo de complejos, complejos de eso que en España se llama centro derecha.

La izquierda, vieja o renovada, acomodada-burguesa o radical-burguesa, pero tan burguesa como el tópico que léxicamente combate (ahí queda el smoking de Pablo Iglesias), que hace mucho que renunció a desmontar el capitalismo, hace mucho que trabaja en una reideologización de su espectro militante buscando atraer, con una simple capa de barniz, a la masa creciente de descontentos antes de que la imposición de la nueva estructura social aliente otras corrientes políticas mucho más honestas como las que alientan más allá de los Pirineos. Sin embargo, su carencia de originalidad y el jarro de agua fría que han recibido los anticapitalistas de salón que siempre acaban arrodillándose ante el gran Moloch -ahí queda el ejemplo griego-, les ha llevado, especialmente en España, a recuperar sus viejos "enemigos", aquellos en los que identificar a los nuevos "enemigos del pueblo". Lo que les ha fallado es que, tras lanzar la idea y promocionar la tesis, a la izquierda tradicional le ha robado la cartera una nueva izquierda capaz también de embaucar transversalmente a los españoles. Y en eso estamos.

La izquierda, reiterémoslo, siempre ha sido sectaria y todo lo que no es izquierda debe ser condenado al ostracismo o a la hoguera. Exaltan a los suyos sin el más mínimo pestañeo, desde los excelsos a los botarates hacedores de panfletos para público de encefalograma plano, con la seguridad de que, presa de su habitual estupidez, harán lo mismo sus adversarios ideológicos. Esos que para ellos son siempre el enemigo. Lo ha explicado gráficamente, en un mensaje en las redes, uno de los nuevos políticos del ámbito podemita: hay que educar a los niños para que nunca más voten a la derecha. Algunos se han escandalizado -pocos, eso sí- ante lo que consideran seguramente un simpático exceso, pero lo único que ha hecho este sujeto es manifestar en voz alta lo que la otra izquierda, la moderada, lleva décadas haciendo de forma taimada. La manipulación y el adoctrinamiento desde la cuna que buscan, dejémoslo claro, subrepticiamente, tanto los representantes del perroflautismo -que lo dicen- como los socialistas de toda la vida.

Ahora esa nueva izquierda tiene importantes cotas de poder. Han llegado al mismo con un mensaje y un submensaje. Solo existe un modelo, el suyo. Es el modelo de los de "abajo" frente a los de "arriba", de la demagogia. Pero los de "arriba" tienen que ser alguien, el enemigo tiene que identificarse. Y en leninismo de manual que practican el "enemigo del pueblo" pierde todos sus derechos. Los mercados no tienen rostro, pero el enemigo sí: es el policía, la monja, el cura, el banquero... arquetipos para el odio. Son los malos, y así tienen que ser vistos desde la cuna. Difundir ese mensaje es obligación de los políticos y comunicadores de la nueva izquierda, de sus alcaldes (los paradigmas del kichi y la Carmena), del perroflautacolorín alternativo de la esquina transformado en intelectual, del ocupa anarquista que anda todavía con el mantra del fin de los opresores que solo es capaz de encontrar en la esquina de al lado. Y todos ensalzados por la cultureta, por el rojiprogrerío mediático y tertuliano, por los achacosos nostálgicos del mayo del sesenta y ocho que no vivieron y del antifranquismo en el que ni estaban ni se les esperaba. Por eso en pago a su apoyo piden a Sánchez el dominio de las áreas culturales para poder alumbrar el ministerio del pensamiento con el que crear votantes lobotomizados.

A unos les da por la memoria histórica que el PP, partido pletórico de ignorantes, creía que era para meterse con Franco y poco más, pero que en realidad, como estamos viendo, esconde el intento de proscripción de cualquiera que no siendo de izquierdas haya tenido público reconocimiento. No existen hombres buenos y dignos fuera de la izquierda, ese es el mensaje; también que la "gimnasia revolucionaria", teórica o física, es legítima aunque incluya la violencia. Algunos de esos que no se dan cuenta de nada ahora ponen el grito en el cielo porque las alcaldadas les pillan de cerca, cuando antes prefirieron callar porque no iba con ellos. A los otros, a la nueva izquierda, les da por contratar a los suyos para hacer publicidad de su mensaje. Y hemos pasado de los carísimos contratos a Bosé, Víctor Manuel, Ana Belén... y tantos otros, pasando por las subvenciones a las paridas de la izquierda cinematográfica, que tan bien vistas estaban, a los contratos a los dignos representantes de la cultura perro-flauta, okupa, anarquista... ejemplificada en lo acontecido en el sucio -porque no se limpia- Madrid de la ancianita gobernante -la prensa satírica si existiera disfrutaría cruzando a la bruja de Blancanieves con la mamá de los hermanos Dalton-. Y como en el fondo don de la misma pasta que la casta denunciada tienen empresas a las que conceder la organización de eventos. Ahí queda el fantasmagórico contrato, ese que muchos desean ver, para las fiestas de carnaval del cutre teatro de marionetas del grupo "Títeres desde abajo" con una deleznable versión de la historia de don Crispín.

Los titiriteros han hecho su trabajo a la perfección y no me extraña que se extrañen de su detención . Si creemos lo que se ha dicho, y no hay por qué dudarlo, los contratantes tenían en su mano la información sobre lo que iban a representar. O no lo leyeron o dado su aval, uno de los titiriteros era visitador de los presos de ETA, le dieron el OK. Claro que el visto bueno y el consiguiente cheque pasaba por una chekista tan reputada como la concejala Celia Meyer asesorada, qué curioso, por la también podemita Montserrat Galcerán, catedrática de Filosofía y firmante del manifiesto fundacional de una de las marcas blancas de Batasuna. ¿Casualidades o blanco y en botella?

Los tirititeros pusieron en el escenario con sus muñecos un texto coherente con lo que forma parte del discurso habitual de esta nueva izquierda, toscamente, eso sí. Andaban de gira esperando, imagino, que la llegada de los podemitas al poder municipal les reportara contratos para difundir sus ideas. Que se viola a una monja, se cuelga a un juez o a un policía, que las fuerzas del mal se confabulan contra una pobre desahuciada y que se asome una pancarta con vivas a ETA es de lo más normal, nadie debería enfadarse, que para eso son millones los que los han votado y por tanto suscriben tan amorosas tesis. Es lo que ha venido a decir un tal Carlos Sánchez, a la sazón concejal del Ayuntamiento de Madrid, al afirmar que ante lo que estaban viendo los niños el problema es que algunos padres "tienen la mente sucia".

Hoy, cuando escribo, los titiriteros ya son héroes perseguidos injustamente. Hasta he leído en algún medio centrista sobre la pesadilla que han vivido. Son solo transgresores sin maldad, tanto como algunos de los raperos que gustan al tándem Iglesias-Errejón que creo pedían matar políticos. Pasado el sofoco ya los tenemos denunciando al juez por perseguirlos y hasta Amnistía Internacional, esa organización que siempre miró para otro lado ante el terrorismo de ETA pero se preocupaba mucho por sus presos, anda denunciando la persecución ejercida por los opresores violadores de la libertad de expresión a unos insignes difusores de cultura.

Lo verdaderamente importante no es la obrita en sí de unos tirititeros, ni que fuera una bazofia que ninguno de los que ahora la defiende pagaría por ver. Lo importante es que fueron contratados porque su propuesta era coherente con lo que piensa el grupo municipal podemita y por extensión hasta la propia Carmena, y por eso no vieron inconveniente alguno en programarla para niños y pagarla con el dinero de todos los madrileños -seguro que en solidaridad también los contratan Kichi y la Colau-; lo verdaderamente trascendente es que esto no es una anécdota, sino la expresión de la política cultural y de adoctrinamiento que tienen en la agenda los seguidores de un aprendiz de totalitario llamado Pablo Iglesias al que le baila el agua un Kerenski llamado Pedro Sánchez.l

No, señora Carmena, Celia Meyer de tonta no tiene un pelo

No, señora Carmena, Celia Meyer de tonta no tiene un pelo

Pues no, Celia Meyer, esa chica sacada generacionalmente de Friends, que es la responsable, para no pocos la irresponsable, de la cultura de la villa en la capital de España ni va a dimitir de motu propio -en España solo dimitió Amadeo de Saboya porque era extranjero- ni doña Carmena, conocida en sus tiempos mozos como Manola, va a cesarla. ¡Hasta ahí podríamos llegar! Tampoco esto último es una novedad, porque la alcaldesa necesita para ello el nihil obstat de don Pablo y de momento parece que no lo tiene. Que otra cosa no sé, pero Pablo Iglesias es en este punto rigurosamente ortodoxo con lo que ha sido el modelo de partido marxista leninista que tanto idolatra, aunque no haya podido aún construir un GULAG en Teruel anda de purga en purga más contento que un niño con zapatos nuevos.

No tenía el gusto de saber algo de esta señorita de fotografía agradable, enmarcada el en el cliché estilo rojo pizpireto con caída de ojos puesto de moda por Tania Sánchez en posado y en televisión -lo de Ada Colau es otra cosa-. He hecho los deberes y me encuentro con que la responsable de la cultura de la capital de las Españas es Licenciada en Ciencias Políticas y de la Administración, tiene un DEA y un Título de Experta en Políticas de Igualdad de Género -no sabía que existiera semejante titulación-. Su currículo profesional ya se sabe: sufrida becaria -lo de sufrida lo supongo-, cooperativa de trabajo con compañeras en investigación social -¿habrá sido una cooperativa subvencionada?-, labor en movimientos sociales y Patio Maravillas (afamado espacio okupa bautizado como Espacio Polivalente Autogestionario) y ahora política.

No se puede decir que la ya célebre concejala no tenga currículo o que sea una ignorante, salvo que en la Complutense el título de Ciencias Políticas lo regalen -¡Ah, qué ese es territorio de Monedero e Iglesias!-, pero eso es lo que ha venido a decir la señora Carmena, quien nos ha ilustrado comentando que por un "error" no se merece el cese -¡te enteras Antonio Miguel Carmona que no pintas nada en la política municipal!, le ha venido a decir doña Carmena- y que lo que hará será reforzar cultura con asesores de alto nivel. ¿Asesores? ¿No era eso con lo que querían acabar los anti casta? ¿Asesores culturales o nuevos comisarios políticos?

No nos engañemos. La señora o señorita Celia Meyer podrá ser una chekista de tomo y lomo, sectaria como ella sola, tenerle manía a los Reyes Magos, hacer reinas magas para difundir la igualdad y servir de pitorreo generalizado, estar deseando ponerse un mono con dos pistolas, arrancar con las uñas todas las placas de Madrid que homenajeen a la peste derechista -lo del franquismo es una excusa, que los de derechas no se enteran-, pero ni es tonta, ni es una inculta, ni se le pueden aplicar los "piropos" habituales con los que a buen seguro la obsequian por la red.

La concejala Meyer ocupa un punto clave en la estrategia de asalto al poder que los podemitas ansían desarrollar: una concejalía de cultura, que en el caso de Madrid es más que muchas Consejerías de Cultura autonómicas, es un centro para el adoctrinamiento y la propaganda, para difundir ideas y educar en ellas a la sociedad -seguro que esto sí lo enseñan Monedero e Iglesias-. Ella actúa con coherencia, porque para la izquierda solo es cultura lo que produce la izquierda y aquella que difunde lo que ellos piensan o les gustaría hacer, aquello con lo que se identifican (por eso no vieron mal alguno en lo que representaban unos titiriteros de su misma camada ideológica). Y eso es lo que hace Celia Meyer como alumna aventajada, difundir su ideología desde los ancianos a los infantes aprovechando el poder y la chequera. Sus decisiones, programaciones y contratos no son fruto del despiste o de la ineptitud, son actos de "gimnasia revolucionaria" de despacho. Otra cosa es que se salte la ley o aproveche los resquicios de la ley, pero eso ¿qué importancia tiene para un revolucionario? Y como anota entre líneas la desgobernante madrileña, que tiene una olla de grillos como zeníjaros, por eso, por cumplir con su obligación no la podemos cesar.

¿SE LE ROMPERÁ EL CÁNTARO DE LA LECHERA A PEDRO SÁNCHEZ?

EL ERRO DE MENOSPRECIAR AL CONTRARIO.

Todos dieron a Pedro Sánchez por muerto, políticamente hablando, en la noche del 20 de Diciembre tras obtener el peor resultado electoral del PSOE desde su legalización. Hizo en esa noche un discurso, aparentemente, fuera de la realidad para rechifla general mientras él postureo de los dirigentes de PODEMOS -el postureo es para ellos un elemento ideológico/político- parecía devorar a la izquierda sistémica.

Unos meses después, Pedro Sánchez está tan vivo políticamente, ha tomado buena nota del valor del postureo, que contra todo pronóstico puede llegar a ser el próximo presidente del gobierno, aunque al minuto siguiente todos los analistas vaticinen que estaremos ante la legislatura más breve de nuestra reciente historia política; pero los futuribles son solo eso y no realidades. Es así porque las matemáticas han dejado fuera de combate al Partido Popular: ganó en la suma de los sumandos las elecciones, pero las perdió en las ecuaciones. Ahora bien, y conviene no olvidarlo, si Pedro Sánchez llega a ser presidente del gobierno y es Mariano Rajoy el que acaba siendo defenestrado por los suyos la actual dirección del PP no estará exenta de culpa. Mariano Rajoy, encastillado en una defensa absurda de sus potenciales "presuntos corruptos" (Rita puede llevarlo a la tumba política), esos que debían haber sido cuanto menos enviados al ostracismo, asumió en la noche electoral que la única salida sería unas nuevas elecciones que hicieran recapacitar a un electorado muerto de miedo por razón económica. Alcanzar ese objetivo ha sido su estrategia sin darse cuenta -o quizás sí, que en la comedia todo es posible- de que daba un oxígeno vital a un más que proclamado enfermo terminal.

Mientras que Mariano Rajoy ha ido perdiendo el apoyo de los poderosos padrinos -ahí están las declaraciones de los más preclaros representantes del poder económico- Pedro Sánchez los ha ido ganando, aunque sea como "mal menor". Del lastimero intento del PP de que todos los demás asumieran que tenían que dejarle gobernar con el argumento de ser el partido que ha ganado las elecciones -en realidad el PP es la minoría mayoritaria con una representatividad real que anda por debajo del 20% si atendemos a la totalidad del cuerpo electoral- a querer gobernar con el PSOE porque tienen muchas cosas en común -en esto debo reconocer que Casado, el portavoz popular, tiene más razón que un santo aunque a los holligans peperos les salga un sarpullido- el PP parece empeñado en querer hacer comulgar con piedras de molino tanto a sus seguidores como a cualquier despistado.

Comienza, nos dicen, una semana crucial, y llevamos ya unas cuantas del mismo estilo. En este tiempo, el menospreciado Pedro Sánchez, al que las agrestes derechas sitúan en una dura carrera con Zapatero para ver quién es más tonto, ha conseguido algo muy importante: ganar y mantener la iniciativa política; Aunque Pablo Iglesias vuelva al escenario con un nuevo postureo pidiendo aquello que sabe no le pueden dar, aunque los que leen los signos hayan percibido un cambio de estrategia al llevar el PSOE las negociaciones al terreno donde mejor se mueve, el de las propuestas. Entre tantos dimes y diretes, entre tanta tertulia, a casi todos se les pasa por alto que, si bien Pablo Iglesias aspira a relegar al PSOE a mera comparsa, a devorar el socialismo del mismo modo que se ha merendado a IU, Pedro Sánchez aspira a convertir al PP en el partido de la oposición permanente agitando el espantajo del miedo a PODEMOS para que los que pueden presionen al PP para que se abstenga y permita un gobierno de socialistas y ciudanistas, esquivando así unas elecciones que pudieran ser mortales para el PSOE.

Pero, ¿puede Pedro Sánchez realmente ser presidente? Hace un mes hubiera dicho tajantemente que no, hoy ya no lo tengo tan claro, pese a que no olvide que en el fondo todos creen que lo más probable es que se repitan las elecciones y que, ante la volatilidad del electorado, prefieran mantener un juego de pillos en el que casi todos se escudan en un "sí pero...", agitando al mismo tiempo, eso sí, las razones primarias del voto del miedo o del voto a la contra, culpabilizando al competidor más próximo de la imposibilidad de formar un gobierno de su sector ideológico. El PP culpa al PSOE y a Ciudadanos, Ciudadanos culpa al PP, PODEMOS al PSOE por ir con Ciudadanos, Albert y Rivera viven entre el amor y el desamor...

Estamos en la semana de las rebajas finales de un invierno climáticamente retrasado y Pedro Sánchez jugará a lo mismo: conseguir mantener la iniciativa política y ganar ante el postureo de Pablo Iglesias, eso sí con un ojo puesto en unas nuevas elecciones.

No pocos piensan que el pacto de gobierno hace mucho que está hecho por la izquierda y que por debajo solo quedan los ajustes, fundamentalmente conseguir la participación activa de Ciudadanos. No iría yo tan lejos, pero lo que sí es cierto es que Pedro Sánchez, al que se le ha dado vidilla porque uno de los objetivos del PP fue recuperar al PSOE frente a la expansión de los temidos podemitas, al que se cometió el error de despreciar, puede ser presidente. Y puede serlo, para pasmo de los peperos con la abstención de todos o parte de sus diputados -una vez se les pase el susto dirán que era lo mejor para que no mande el de la coleta-, aunque en Génova, entre registro y registro, anden haciendo novenas para que cuando llegue el fatídico día puedan votar No porque Pedro, Pablo y Alberto anden encantados de haberse conocido y el hombre que insultó a Mariano -¡Ah, qué distintas hubieran sido las cosas si Mariano ante el insulto se hubiera ido dejándolo con la palabra en la boca!- se presente en las Cortes para ser investido Presidente del gobierno. Ello sucederá si al final a la lechera no se le rompe el cántaro