El camino hacia el modelo asimétrico del federalismo encubierto.
Todos, de un modo u otro, están interesados en dar un giro copernicano al denominado Estado de las Autonomías. Cuando se materializó, previamente por cierto a la Constitución de 1978, gracias al consenso fundamentado en el acuerdo entre el centro derecha y el socialismo, la idea de un modelo autonómico -prefederal o parafederal- con competencias iguales para todos, que diluyera mediante la descentralización político-administrativa el relativamente poco importante impulso secesionista, se entendió que se había conseguido la gran solución.
Hoy ese Estado de las Autonomías no sólo está muerto, aunque se reconozca con la boca pequeña y se prefiera dejar al muerto pudrirse al aire sin enterrarlo, sino que tanto desde las filas nacionalistas como desde las socialistas o las populares se busca la salida temporal, producto de un nuevo consenso, hacia un modelo asimétrico que dé mayor techo competencial, político, económico y administrativo a Cataluña, el País Vasco y ya puestos Galicia.
En cierto modo, la incapacidad del gobierno por embridar el déficit generado por las autonomías, con la rebeldía manifiesta de las propias gobernadas por los populares, está sentando las bases de esa salida a la situación que se está planteando. El primer paso ha sido autorizar un “déficit a la carta” que convierte en papel mojado la Ley de Estabilidad Presupuestaria. Cierto es que el gobierno ha aprovechado el rio revuelto para salvar a sus propias incumplidoras comunidades (las desastrosas gestiones de Valencia y Murcia). Con ello el gobierno ha buscado ayudarse a sí mismo y contentar a Mas.
Desde hace tiempo sostengo que la reivindicación de Mas tiene como objetivo no la independencia inmediata sino tras avanzar dos pasos retroceder uno: conseguir más competencias y un concierto económico. Ello establecería un hecho diferencial con las demás Comunidades. Algo que por cierto no disgustaría ni al PSOE ni al PSC ni al propio Partido Popular en Cataluña. La decisión del gobierno de ampliar hasta el 1.58% la capacidad del déficit para el próximo año para Cataluña ha sido interpretada por Mas como un punto de partida. Como es natural, en ese pulso, el órdago del presidente catalán consiste en conseguir más -el euro es el euro- y ello pasa por amenazar con no cumplir a través del bloqueo parlamentario de nuevos recortes y recurrir a prorrogar los actuales Presupuestos para no llevar a puerto lo dispuesto por el gobierno. ¿Cabe mayor muestra de soberanía?
Conviene no obviar que Mas sabe que juega con cartas marcadas y que nada mejor de cara a septiembre, a una Diada que por fuerza tiene que ser más multitudinaria que la anterior, que exaltar el victimismo y la persecución por parte del gobierno central. Esas son sus armas para forzar que se reconozca a Cataluña un techo de déficit del 2%. Mientras que Alicia Sánchez Camacho ofrece ya un 1.7% en la negociación; porque en el fondo vivimos en el chalaneo de los mercaderes. Lo que Mas estaría dispuesto a aceptar si ello supusiera abrir la negociación sobre la vía de financiación propia para Cataluña.
Así pues, además del problema nacionalista, del chantaje permanente de Mas, de los intereses de cada uno de los grandes partidos por encontrar una salida al problema catalán, que es ya un problema interno para el PSOE pero que también está larvándose en el PP, nos encontramos ante la inviabilidad económica cada vez más evidente del Estado de las Autonomías. Mientras el FMI recomienda bajar salarios, mientras se difunde la idea de la devaluación interna, lo que sigue sin dar resultados es el recorte en el déficit. Seguimos igual. Salvo nuevos y drásticos recortes finalizaremos el año con más de un punto de diferencia entre lo previsto y lo real. Eso si las CCAA no siguen pervirtiendo las cuentas.
Y ante la debilidad del Estado, Mas seguirá jugando a lo de siempre: “barra libre” que pagan todos los españoles. Porque de lo que estoy seguro es que al final el gobierno optará por pagar para que la amenaza de secesión vía referéndum quede aplazada otra legislatura.
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Manuel León López -