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LOS TRAMPOSOS

LOS TRAMPOSOS

Oyendo a Mariano Rajoy en su comparecencia ante la prensa en La Moncloa el pasado lunes y leyendo las píldoras amargas que día a día le está dispensando el diario El Mundo a todo el mariachi vocero popular, empezando por Rajoy y siguiendo por Floriano, Alonso o Cospedal -todas las mañanas voy al kiosco con el alma en vilo cual si fueran a regalarme una novela de Agatha Christie-, me vino a la memoria el título de una original cinta de Pedro Lazaga, Los Tramposos, sobre dos golfillos que viven en Madrid a costa del timo de la “estampita” y el “toco mocho” (soberbias interpretaciones de Leblanc y Ozores frente a las malas de Rajoy y Floriano). Entre otras razones porque ante el caso Bárcenas, ya el caso PPBárcenas, el partido y el gobierno se están comportando como auténticos timadores de la verdad.

El silente Mariano, que está provocando el silencio de muchos de los votantes populares por causa del sonrojo que todo esto les está causando, no tuvo más remedio que hablar porque la visita del primer ministro portugués invalidaba el recurso al comunicado, al plasma y a los usuales PPeriodistas que ya comienzan a abandonar el barco para evitar que una posible caída de Mariano les arrastre. Por fin habló sobre el caso Bárcenas para decirnos que sobre ello ya había hablado mucho y que el Estado de Derecho no admite chantajes. ¡Pues bueno!, pensé yo. Más le valiera haber seguido calladito.

Miraba a Mariano hablando con seguridad y pronunciación, bajando la mirada para mirar el papel, y no pude por menos que recordar a los tramposos de la película. Veía la cara de Mariano Rajoy, trasunto de la de Floriano, y no podía quitarme de la cabeza el timo del “toco mocho” cuando leía -¡leía!- la respuesta a un periodista ante una pregunta sobre los SMS de Bárcenas. No es que yo piense que el eficaz Arriola o el equipo de asesores demoscópicos de Mariano -que estuvieron perezosos el domingo porque se levantan tarde para pergeñar la justificación heroica que llenó la boca de Floriano de naderias- no pensara que la pregunta se la iban a hacer y por tanto se la cocinaran convenientemente, pero…

He aquí, sin embargo, que al día siguiente nos desayunamos con la noticia de que había timo -otra vez Los Tramposos vinieron a mi memoria-, que la pregunta había sido dictada a su periodista por un director de periódico afín al gobierno y que Mariano le dio irregularmente el turno al periodista que, casualmente, le tenía que hacer la pregunta en los términos más adecuados para que él nos pudiera contar la milonga de que en España existe el Estado de Derecho (bueno en España existe un cuarto de Estado de Derecho porque las otras partes son patrimonio del gobierno) y no se admite el chantaje. ¡En todo caso Bárcenas quería chantajear a Mariano y no al Estado de Derecho y si creemos lo que se ha publicado enviados del PP también quisieron chantajear a Bárcenas!

Eso sí, al final, perdido ante otra pregunta, repitiéndose más que los pimientos, Mariano no supo contestar a algo tan sencillo como si cobró o no cobró sobresueldos. Y no es que piense que cobrar sobresueldos es una ilegalidad y por tanto que Mariano debiera dimitir como pide a coro y con cierta chufla la oposición, es sencillamente que como yo no paso de españolito de filas me asombro de la necesidad de emolumentos que precisan los dilectos escogidos para encabezar los aparatos partidarios: sueldo de diputado, senador o Ministro, dietas, sueldo de excedencia, complementos diversos y sueldo del partido. A final de mes una pasta gansa. Nada ilegal, como no es ilegal que el partido abonara según los papeles de Bárcenas los trajes de temporada de Mariano por valor de 12.620 Euros, aunque no nos precisaran si el resto de los trapitos de sus dirigentes máximos también los paga la cuenta corriente del Partido Popular. Puede que no sea ilegal -siempre y cuando lo declaren claro está- pero para muchos españoles, incluyendo muchos votantes del Partido Popular, resulta altamente inmoral.

PD.  A qué espera Montoro para iniciar las pertinentes averiguaciones.  

1 comentario

Luis -

Tiene gracia usted. La verdad es que nos quedamos con la misma cara de tontos que los que sufrían los timos de la película.