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HASTA EL CIELO, DON CÉSAR

HASTA EL CIELO, DON CÉSAR

Reconozco que se me hace muy duro despedirme hasta la eternidad de viejos amigos, de los que, pese a la distancia, hemos permanecido unidos por ese lazo indisoluble e imperceptible de la camaradería, ese espacio donde los títulos y la edad se difuminan; de aquellas personas que de un modo u otro han tenido algún papel en mi vida. Siempre crees que nunca va a llegar este momento, que somos casi eternos.

Hace unas semanas un correo de Rafa, su hijo, me advertía de la difícil situación de su padre pese a que había salido de una nueva operación. Hoy don César, nunca me acostumbré a llamarle de otro modo, nos ha dejado y somos todos un poco sus huérfanos. Sin su obra, silenciosa y a veces silenciada, probablemente algunos hubiéramos dejado la trinchera de la lucha por la verdad, pero él era un ejemplo y un acicate.

La última vez que hablé con él fue hace unos dos años. Ya la enfermedad había hecho presa en él, muchos de nosotros probablemente sólo éramos ya ráfagas del recuerdo. En mi archivo guardó varias de sus cartas, las más antiguas, de cuando empecé mi carrera como historiador. Debió ser allá por el año 1985 ó 1986 cuando le conocí. Don César se había vuelto a alistar en la División Azul, aunque siempre había pertenecido a la Hermandad. Como si fuera el mismo recluta falangista de aquel cuartel militar donde se sumó a la que sin duda fue la mayor aventura de su vida para formar en la 14ª Compañía del mítico y laureado Regimiento 269. He buscado inútilmente una foto que me dio en la que aparece junto con otros voluntarios en Sevilla, dispuestos para partir para ilustrar estas notas, pero no sé dónde para. En mi recuerdo eran casi la misma persona, como si el tiempo le hubiera retenido ahí.

Cuando le conocí había vuelto a ser divisionario de primera línea porque no quería que la historia de sus camaradas cayera en el olvido. En realidad nos habíamos visto un par de días antes en el Servicio Histórico Militar, entonces en Madrid, en unas rudimentarias mesitas. Allí estaba don César que con mil y una triquiñuelas, con mil y un favores, y con mil y una ayuda había conseguido que le fueran subiendo papeles que prácticamente nadie había hurgado desde el retorno de Rusia. Estaba obsesionado con la localización de los nombres de todos y cada uno de los caídos de la División y empeñado en que sus restos volvieran a España. Don César recorría los archivos militares y administrativos, fotocopiaba sin descanso para rehacer el archivo de la División Azul, para poder documentar la historia de unos hombres olvidados. Ese era su compromiso.

Creo que nos caímos bien desde el principio. No era sencillo. Hablo de los años ochenta con el socialismo en el poder y la desconfianza a flor de piel a la que se añadían las muchas rencillas entre quienes teóricamente compartían un mismo credo. Don César al igual que Luis Nieto desde el principio ayudaron a este jovencito que venía de provincias porque se le había ocurrido hacer su tesina de licenciatura sobre los voluntarios murcianos, lo que en aquellos años era desde luego una ocurrencia. Hasta me invitó a cenar en su casa y conocí a su hijo Rafa al que desde entonces me une una profunda aunque lejana amistad. Pero no sólo eso, don César estaba empeñado –sus empeños eran continuos- en rehacer las Hermandades, en volver a alistar a los divisionarios de provincias, en dar un nuevo impulso. Recuerdo que conseguimos que en una de las primeras Semanas de Cine Español que se organizaban en Murcia se proyectara un documental de la División Azul. Don César vino a presentarlo y después tuvo una reunión con los universitarios en un Colegio Mayor. Eran sus primeras intervenciones públicas. Allí en un salón, sorprendentemente, se encontraron los viejos camaradas; hombres en algún caso impedidos pero con el mismo espíritu. No pudo evitar emocionarse cuando desgranando la historia de los caídos sin historia dejó constancia de la falsedad de un divisionario que por tener papeles en el cine afirmaba que allí sólo fueron a jugar a las cartas. He visto a muchos divisionarios emocionarse y dejar asomar las lágrimas de indignación ante el menosprecio al sacrificio de sus camaradas.

Mi agradecimiento imperecedero a don César necesitaría páginas y páginas. Cualquier cosa que le pidieras te la facilitaba: “¡Toma, llévatelo y cuando lo termines me lo mandas!”. Era generoso y desprendido porque lo importante era difundir la historia de la División y no quién lo hiciera. Es una lección que algunos hemos interiorizado.

Al hilo de estas líneas rememoro el contacto frecuente que tuvimos durante cerca de dos años. Cuando se enteró de que preparaba un coleccionable para el 50 Aniversario de la División Azul me llamó. Andaba entonces empeñado en recuperar las fotos divisionarias. No reparó en el dinero que aquello le suponía. Todavía no existían los escáner y los ordenadores personales no estaban a la orden del día. Yo con mi máquina de escribir tenía que hacer los capítulos y enviarlos a la editorial y a don César. Él los leía y buscaba las fotografías más apropiadas para cada capítulo. Don César siempre fue la exactitud y le exasperaban las publicaciones en las que este aspecto fundamental no se  cuidaba. Sé, porque luego me lo contaban, que semana a semana se iba a la editorial con sus fotos para pasarlas a los fotolitos y que todo saliera perfecto. Él quería publicar un gran libro de fotografías pero entonces los tiempos no estaban para ello.

Junto con un puñado de divisionarios dio vida a la Fundación. Ésta debía de ser el gran legado colectivo. Aún guardo el título de miembro honorífico de la misma y la medalla que me entregaron. En uno de mis viajes visité con él las obras que estaban llegando a su fin de los nuevos locales y del museo. Era un gran proyecto. Si no recuerdo mal en dos ocasiones don César me llamó para que diera una conferencia en aquellos locales. Una fue sobre los prisioneros y allí estuve teniendo en frente a los protagonistas de lo que yo estaba contando. Don César se había convertido en una pieza esencial de aquel proyecto. Cuando alguien quería investigar sobre la División le remitíamos a él. Ignoro cuántos trabajos han visto la luz merced a ese empeño. De su labor como historiador queda un sinnúmero de trabajos publicados en el boletín Blau División.

No sería justo conmigo mismo sin dejar constancia de los sinsabores, del dolor y de la incomprensión porque una parte de su obra se quedó en el camino cuando, incomprensiblemente para algunos, se decidió ceder aquel impresionante museo, lleno de recuerdos de divisionarios, al Ministerio de Defensa para que duerma el sueño de los justos en los almacenes del silencio; cuando parte de aquel enorme esfuerzo de documentación ande en parte en paradero desconocido. Él tenía suficiente con haber cumplido con el deber que se había autoimpuesto. Con haber contribuido a conmemorar con todos los honores el 50 Aniversario de la salida de la División Azul en antiguo cuartel del infante don Juan; con haber contribuido a que por fin los caídos de la División Azul pudieran volver o encontrar un lugar digno donde aguardar la eternidad; con haber hecho realidad el sueño de que en el cementerio de la Almudena los caídos de la División Azul tengan un monumento. Cosas de las que tantas veces me habló don César. Sin embargo, pese a pequeños detalles de su alistamiento, nunca conseguí que me contara sus andanza por el frente, para él eran cosas sin importancia.

Ahora, César Ibáñez Cagna, se nos ha ido. En nosotros queda la imagen de aquel caballero alto y delgado que siempre fue. Allá, en lo alto, habrá sido recibido por sus camaradas y, con seguridad, el “mejor” le habrá otorgado la Palma de Plata que sin duda se merecía. Yo me quedo con el sentido abrazo que cada año me daba cuando yo intervenía los veinte de noviembre en la Plaza de Oriente.

5 comentarios

txus -

Muy buenas

Compañero, me gustaría hablarte de un juego multijugador online bélico llamado Erepublik, en el que además de distintas Unidades Militares también hay diversos partidos políticos.

Mi unidad militar es la Division Azul, que lucha por España para evitar que los enemigos de la patria nos conquisten.

Mi partido es eFalange, partido patriótico en el que luchamos por el bien de la sociedad española del juego y en contra de la izquierda, llena de comunistas y demás sectores que generalmente no consideramos que sean buenos para el país.

Este mes necesitamos ayuda para entrar al Congreso del juego y poder luchar desde dentro por el bien de la comunidad española, actuando para que esta salga a flote y poder ser un país próspero.

Si puede ser, me encantaría que te unieras al partido de eFalange aquí http://www.erepublik.com/es/party/la-efalange--2631/1 para tener el máximo número de afiliados posibles y ser partido político TOP5 nacional y así poder entrar al Congreso.

Si tienes alguna duda, este es el link del chat de eFalange en el que podrás hablar con distintos compañeros y echar un buen rato con debates interesantes: http://tinyurl.com/c5rmdgo

Muchas gracias por tu atención y un saludo, camarada te espero para luchar juntos
http://tinyurl.com/asahjfg
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divisionista -

Yo le conocí muy poco pero con su artículo se entiende lo que ha significado

lucia berta -

presente!

LUIS -

Leyéndote es fácil percibir lo que fueron estas personas.

Vecina -

Precioso homenaje. Me sumo a las oraciones.