20-N: elecciones para evitar el hundimiento del PSOE
Tiene gracia que el presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, que ha hecho de la “desmemoria histórica” bandera ideológica, haya escogido la fecha del Veinte de Noviembre, aniversario de la muerte de Francisco Franco y del asesinato-ejecución por los republicanos de José Antonio Primo de Rivera, para que se celebren unas elecciones que, según todos los datos, no sólo serán la tumba política de José Luis Rodríguez Zapatero sino también el día en que el PSOE sufrirá una derrota histórica tras conducir al desastre a la nación española. Pero, tengo que tengo la impresión de que la maquinaria propagandística socialista va a utilizar el simbolismo de la fecha para movilizar a los “jóvenes rojos”, dentro de la estrategia de captación de voto que ha iniciado Pérez Rubalcaba, a los que ahora seguro que podrán movilizar diciendo: “ojo, que vuelve Franco”.
No me cabe duda de que el presidente del gobierno convoca elecciones adelantadas contra su voluntad, pero obligado por las circunstancias. No lo ha hecho por la presión, un tanto débil y etérea, del Partido Popular. Lo ha hecho por interés del partido. Ya señalé, hace tiempo, que podría darse el caso de que, ante el difícil panorama económico, de no existir datos macroeconómicos positivos, los estrategas socialistas consideraran que, entre la necesidad de dar tiempo al nuevo candidato o auparse sobre algunos datos positivos con los que presentarse a las elecciones, primara lo segundo. La evolución negativa de la prima de riesgo española de las últimas semanas, que nada hace presagiar que vaya a remitir de forma inmediata, pero que sí es posible que se produzca una bajada de la misma considerable, al viento de las medidas que el Eurogrupo está adoptando con respecto a Grecia, ha sido quizás el elemento desencadenante pero no el origen de la decisión. Súmese también a ello el problema de la elaboración de los próximos Presupuestos Generales del Estado, inviables porque los ajustes que impone Europa son incompatibles con el precio que el gobierno tendría que pagar a unos nacionalistas que, conscientes de esta realidad, hace días que comenzaron un proceso de desenganche de su apoyo al gobierno. Pero lo que de ningún modo debe obviarse, porque ahí está la clave, es la presión interna desatada hace unas semanas desde el propio partido socialista; la decisión del equipo de Rubalcaba, con el diario El País como portavoz, de obligar al presidente a adelantar las elecciones, al entender que ello abriría para el PSOE la puerta que evitaría una derrota estrepitosa que condenara al socialismo a permanecer una década en la oposición.
Tengo la impresión de que la decisión de adelantar las elecciones debe explicarse en clave interna socialista, en función de los intereses electorales del partido. El presidente del gobierno había asumido, como razón de su permanencia, la obligación que tenía de realizar los ajustes que la UE demanda a España, entendiendo que con ello se produciría una mejora progresiva en los datos macroeconómicos al generar elementos de confianza para los mercados. Al hundirse las cifras, siendo imposible sacar adelante unos ajustes que, por fuerza, mermarían el apoyo electoral socialista, sólo quedaba como salida para el PSOE y para Rubalcaba convocar elecciones.
Creo también que esta salida también estaba en la agenda del presidente desde finales de junio. Ahora ha salido a la luz porque el presidente entiende que es lo mejor para el PSOE. Lo mejor, porque Rubalcaba, según los datos del CIS, puede reducir la enorme diferencia existente en intención de voto entre el PSOE y el PP; porque los estrategas del PSOE han escogido una precampaña corta para que Rubalcaba pueda, sin dar tiempo a que se produzca el desencanto o el desengaño, lanzar un mensaje diseñado para atraer el voto de la izquierda extraparlamentaria, mermar la fuga de votos de izquierda hacia IU y ser el principal usufructuario del prefabricado movimiento del 15-M, buscando recuperar así entre 500.000 y un millón de votos. Superpóngase a ello el efecto positivo que pudieran suponer los datos de reducción del paro que, merced a una buena campaña veraniega, se van a mantener hasta octubre y quizás hasta diciembre. En esta clave a Rodríguez Zapatero aún le queda una misión: sacarse de la chistera algunos decretos demagógicos en sintonía con el programa izquierdista con "R" de Rubalcaba.
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