¿UNIDOS? PERDEMOS
Es un chiste fácil el que se ha hecho, tras los resultados y para rechifla de sus adversarios, especialmente para todos aquellos que estaban en modo de pánico a las ocho y cuarto de la tarde del 26J, transformando el nombre de la coalición de Pablo Iglesias -subrayemos lo de Pablo Iglesias- en "Unidos Perdemos", aderezado con el título de gafe nacional para un cadáver político, que sobrevivirá como un zombi, apellidado Garzón.
No pocos analistas, incluso en las filas de la propia coalición, habían advertido que en política, donde quedan siempre que ello se produce un número importante de descontentos que si no llegan al odio eterno sí al odio inmediato, uno más uno no siempre suman dos. Algo que, aparentemente, se ha confirmado en estas elecciones. Sin embargo, no era eso lo que las encuestas indicaban, porque en números absolutos, en tanto porcentual, sí parecía que iba a permitir a Unidos Podemos superar en votos y en escaños al PSOE, pero no a alcanzar los más de seis millones de votos que hubieran sido el punto de partida de la suma. Lo que nadie preveía es que la coalición se dejara 1.2 millones de votos en las urnas, fuera seriamente castigada en las ciudades, no consiguiera movilizar a su potencial electorado. Las cifras más adversas, según algunos análisis de última hora, indicaban que se habían dejado en la no-campaña la mitad de esos votos.
Anotan los medios, los bien informados, los que parece que tuvieran conexión directa con los líderes -PODEMOS, debemos volver a decir PODEMOS-, los que se hacen eco de todos los chismes sin dirimir hasta qué punto son interesados (ya se revive el enfrentamiento Iglesias/Errejón en el que yo no creo), que el cuarteto Errejón-Monedero-Iglesias-Echenique -Garzón anda muy lejos de estas cosas- no son capaces de saber lo que ha pasado, que andan en acusaciones mutuas y confidencias similares: es el fracaso de los politólogos. Tienen razón, a diferencia de otros partidos que han vivido experiencias similares, con o sin representación parlamentaria, en una cosa: que lo que han vertido en la reunión de su cúpula -ignoro si tienen realmente una ejecutiva- son solo opiniones, que no tienen elementos de juicio suficientes para explicar algo con lo que no contaban, que se dejaron llevar o fueron engañados por las encuestas, que también ellos fueran víctimas de la desasfección, del desencanto de quienes habían visto en ellos el caballo blanco y a Pablo Iglesias en el papel de Gandalf. Quizás el problema, como ahora trataremos de explicar, haya sido exactamente ese, que en PODEMOS han preferido Juego de Tronos al Señor de los Anillos.
Vaya por delante que, pese a los comentarios de los que en la noche electoral respiraban aliviados, PODEMOS no está muerto ni ha entrado en caída libre, es una realidad política que ha venido para quedarse, aunque siga siendo un partido sin estructurar con un riesgo de implosión más que evidente, especialmente ahora que el resultado no ha sido los suficientemente definitorio como para transformar al líder o líderes en el gran conductor/conductores para los votantes de cada uno de los cuatro núcleos que conforman PODEMOS (PODEMOS, En Común, Compromis y Mareas). Ahora bien, como anotaba Pablo Iglesias, tras reconocer la derrota, en dos años han creado de la nada un partido con cinco millones de votos, un cierto poder territorial a nivel municipal y autonómico que parte con buenas previsiones de cara a las próximas autonómicas de Galicia, País Vasco y Cataluña. Ahora les queda hacer partido y configurarse como la oposición real frente al jefe de la oposición nominal que será, mientras dure, Pedro Sánchez. Que nadie ignore antes de vender la piel del oso que Iglesias y Errejón pueden ser letales jugando a la contra en el día a día parlamentario.
¿Por qué han perdido votos? ¿Cómo explicar que el autosorpasso? Eso es lo que casi todo el mundo se pregunta. Lo fácil, desde la orilla contraria, es responsabilizar de ello a su radicalizándose, a ser los representantes del caduco comunista y heraldos de la ruina venezolana. Dejemos a un lado esto e intentemos entrar en los parámetros con los que calibran las cosas los podemitas, porque ya tenemos populares, naranjitos, socialistas, nacionalistas y podemitas.
Naturalmente no hay una sola causa a la hora de explicar cualquier realidad. Lo habitual es que los partidos acaben echando las culpas a los agentes externos y nunca sean capaces de asumir, públicamente y a veces también internamente, los agentes internos (mucho más importantes porque son sobre los que pueden actuar). Olvidan en demasía que el adversario también juega el partido. El lector conoce de sobra todas las argumentaciones sobre el voto del miedo, los medios, etc. Responsabilizar al tiempo es solo el recurso a la táctica del avestruz.
La primera interpretación cuando fracasa una coalición es pensar que el motivo es la coalición en sí misma. Obvian habitualmente que el problema real es el sentido de la coalición. El problema es que Unidos Podemos se ha visto como lo que era, un mercadeo, un juego de tronos. Iglesias pretendía fagocitar a Izquierda Unida -posiblemente lo haya hecho porque los excomunistas también andan en estado de shock, aunque al final tengan cuatro escaños-, acabar con un rival en la izquierda. Lo que no fueron capaces de hacer era asentar las bases de un proyecto político que parte de grupos distintos para alumbrar algo nuevo, algo que el elector podía percibir como positivo e incluso convencer a la legión de damnificados y lo han acabado pagando -una lección a tener en cuenta-. Si a ello se suma el error táctico de las campañas y propaganda diferenciada, que subrayaban ese juego de tronos donde cada uno representaba opciones distintas y no la expresión de una suma, todo queda dicho.
La segunda lectura, que difícilmente harán en público, es reconocer que en la desafección ha tenido un peso importante, sin duda, ahí están los datos, el comportamiento de la clase política podemita en el poder o en la oposición. Hasta diciembre eran casi una incógnita, pese a que apuntaban maneras tras las municipales. Los políticos de PODEMOS han conseguido cosechar, por término general, unos índices de rechazo, todavía bajos pero en crecimiento constante, que han roto su pretendida transversalidad con un alineamiento muy claro en la izquierda radical, lo que conduce a directamente con la ruptura del monopolio de la indignación que gestionaban a través de su discurso populista. ¿Cómo se van a presentar como transversales sectarias tan claras como Carmena o, sobre todo, Mónica Oltra?
El tercer factor es la diversidad y variabilidad en el discurso que además es contradicho de forma constante por la acción política diaria. No se puede ser de izquierda radical un día, neocomunista otro y populista los más de los días; lucir la enseña nacional los días de mitin y la republicana en cuanto dan cuartelillo al personal; abominar de las políticas socialistas y presentarse como socialdemócratas; ser patriótico en Sevilla y proconsulta en Barcelona; justificar a los asalta capillas y en plan simpático confesar que pone el Belén; defender la libertad y afirmar que se pondrá fin a los conciertos educativos; jugar a ser de izquierdas estilo Allende sin darse cuenta -sí se daban cuenta, pero creían que con el cuento y el marketing conformarían al más pintado- de que una parte significativa de los indignados, de los de abajo, no son de izquierdas -el problema es que esto es incapaz de asumirlo un marxista de libro-..., y así hasta el infinito. Ellos mismos percibieron que se estaban equivocando y trataron de rectificar en el mensaje de campaña, pero...
El cuarto elemento. Han caído en el mismo error que Ciudadanos, pensar que ya estaba todo hecho. La campaña de Unidos Podemos ha sido un ejemplo de cómo no se debe actuar cuando se es una fuerza no sistémica y con estructura insuficiente. No midieron, son de los que creen que todo es televisión e internet, que estaban tocando techo en sus posibilidades de difusión a través de esos medios en los que se mueven con soltura. He sostenido y lo mantengo que hicieron la mejor campaña en televisión y en la red, pero fueron incapaces de valorar cuál era el grado real de penetración de esos medios más allá de los habituales. Unidos Podemos tenía que ganar el voto en la calle y no lo ha hecho. Como todos los partidos, sin excepción, territorialmente los dirigentes locales de Unidos Podemos viven del líder y de la marca, lo que se llama la búsqueda del "efecto faraón". Pese a que Unidos Podemos contaba a priori con varias cabezas con tirón mediático, capaces de desarrollar una campaña de calle, no han sido capaces de patear España para movilizar a los indecisos y mantener la tensión. Por ello el PSOE ha resistido, por ello no han convencido a los votantes de IU y por ello el PP, que si ha hecho campaña de calle, de día a día, de boca a boca, ha movilizado y ganado votantes.
Con cinco millones de votos y 71 diputados es difícil sostener que PODEMOS haya entrado en crisis, pero sí que está ante una encrucijada. Lo anotó Errejón en la noche electoral, su mejor opción es quedarse en la oposición para construir partido. Recuperar la idea de transversalidad me parece harto imposible, lo que incrementará la desafección, cuando ya han dejado claro que ellos son una fuerza de izquierda cuyo objetivo es ser la fuerza hegemónica de la izquierda, pero para ello necesitan una unificación real.