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El último golpe de Hugo Chávez

El último golpe de Hugo Chávez

 

Probablemente la situación de Hugo Chávez, presidente-dictador-democrático-socialista venezolano, internado en un hospital cubano desde el pasado once de diciembre, no sea irreversible; de ahí el mutismo oficial sobre el estado real de la salud del presidente y las continuas declaraciones de que aún está luchando por su vida. Sin embargo, leyendo crípticamente las escasas noticias difundidas y conociendo las complicaciones que presentan los tratamientos contra el cáncer, la infección pulmonar y la insuficiencia respiratoria que padece es, en este tipo de enfermos, algo gravísimo que puede conducir a la muerte. Cuando muchos esperaban algún tipo de mensaje positivo tras la visita de diversos mandatarios americanos a Cuba, interpretada en clave de cónclave, tanto las declaraciones de Cristina Fernández como de Ollanta Humala, que había anunciado que naturalmente preguntaría por el estado real de Chávez, las escasas palabras pronunciadas, han sido altamente reveladoras. La presidenta argentina se limitó a expresar su “solidaridad y acompañamiento” con el presidente venezolano ante el grave momento que vive y Humala guardó silencio. Pero con su visita ambos presidentes han escenificado el apoyo al mantenimiento de la legitimidad de Chávez como presidente independientemente de su no comparecencia el día 10 en la toma de posesión.

Es posible que Chávez se recupere si es cierto que está respondiendo al tratamiento. Pero lo evidente es que se encuentra en una situación límite que probablemente no entraba dentro de la agenda chavista. Algo que implícitamente ha reconocido el presidente cubano, Raúl Castro, en unas declaraciones efectuadas durante la reciente visita de los presidentes de Perú y Argentina en las que manifestó “su seguridad en la capacidad del pueblo venezolano y sus instituciones para afrontar y vencer cualquier desafío”. Sin embargo, los partidarios de Chávez son conscientes de que no es lo mismo contar con la figura de su líder, cuyos apoyos exceden al Partido Socialista Unido de Venezuela, que afrontar la crisis de la sucesión en la que la oposición ve una posible fisura para poner fin al régimen chavista dada la situación de ruina en que Venezuela se encuentra.

Estoy seguro que Chávez, quizás engañado por su desmesurada megalomanía, no había previsto que su vida pudiera acabar en un hospital cubano, de lo contrario, desde su última intervención, hubiera preparado la supervivencia del chavismo más allá de su existencia personal con una solución al estilo de la puesta en marcha por Fidel Castro en Cuba. Cierto es que el chavismo no es un movimiento homogéneo y que se encuentra dividido en dos grandes facciones encarnadas en Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional, y el hombre fuerte del partido, sucesor teórico de Chávez, Nicolás Maduro, por lo que la designación del “heredero” resultaba compleja. Pero, al mismo tiempo, no es menos importante subrayar la desunión que reina en las filas de una oposición fragmentada y enfrentada con una capacidad de movilización mucho menor que  la del PSUV.

Hay quienes, aferrándose a algo tan vacuo como la Constitución venezolana, estimaban que dada la imposibilidad de que Chávez acudiera a la jura en el plazo cumplido se tuviera que escoger otro presidente, lo que podría conducir a nuevas elecciones. Cualquier otra salida no sólo sería inconstitucional sino que conllevaría la ilegitimidad democrática del gobierno. Ahora bien, ya se sabe que los recursos de constitucionalidad a unos tribunales que, en definitiva, dependen del poder político rara vez contradicen al ejecutivo. Si es así en “democracias avanzadas” como la española qué no sucederá en países de dudosa limpieza democrática como Venezuela. Como era de esperar la Sala Constitucional del Tribunal Superior de Justicia, se pronunció de acuerdo con los deseos del chavismo -lo que no debería extrañarnos dada nuestra propia situación- retrasando la jura del “gorila rojo” al día que pueda hacerlo dándole un plazo de seis meses pudiéndose así constituir el gobierno de la mano del vicepresidente Nicolás Maduro. Algo que, por otra parte, han apoyado veintidós presidentes de países hispanoamericanos dejando claro que no están dispuestos a apoyar la desestabilización de Venezuela, lo que deja a la oposición sin la opción de recurrir a la Comisión Interamericana o al Mercosur. De nada han servido pues las denuncias de la oposición sobre el significado de una resolución que conllevaba la “alteración constitucional del orden democrático del Estado”.

Desconocemos cómo se encuentra el “gorila rojo” pero es evidente que desde la Habana está pilotando un proceso con el que, independientemente de su futuro, trata de asegurar la continuidad de su régimen. De ahí que la cúpula chavista fuera a Cuba en los días previos a la toma de posesión del día diez.

Venezuela es hoy un país muy polarizado y pocos son los observadores que estiman posible que la desaparición del presidente venezolano no abra las puertas a un período de enfrentamiento. La oposición que ha iniciado su movilización entre los universitarios -el sector donde el chavismo es irrelevante- y ha anunciado una manifestación para el día 23 en defensa de la “democracia y la Constitución” ante la sentencia del Tribunal Supremo que para ellos equivale a un golpe de estado. Pero también el chavismo está movilizando sus masas sacando a la calle a la gente desde el día nueve de enero.

Lo más probable es que estemos ante el inicio, con Chávez o sin él pero con la última orden del presidente, de una nueva toma del poder, de una nueva oleada revolucionaria. Al menos eso es lo que está alentando el PSUV. Con ello, además, pretende contribuir a mantener unido el chavismo durante la transición. Chávez ha planificado, en definitiva, su último asalto al poder. Los mecanismos se están ajustando: a la movilización en la calle se suma la preparación de las Fuerzas Armadas para garantizar el cambio y la puesta a punto de las milicias socialistas para aplastar a la oposición. Ese es el plan de Chávez para asegurar la continuidad de su régimen.  Queda por saber si realmente, para exacerbar aún más la situación, tal y como se ha anunciado, en breve Chávez se dirigirá a los suyos telefónicamente probablemente para alentar la nueva toma del poder, la nueva revolución.  

 

2 comentarios

venezolano -

Aquí eso que usted dice es lo que tememos

vecina -

Chávez quiere la segunda Cuba