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El socialismo

LAS CARTAS DE PEDRO SÁNCHEZ

LAS CARTAS DE PEDRO SÁNCHEZ
“Mientras hay vida, hay esperanza”. A este pensamiento lleva aferrado Pedro Sánchez desde aquel lejano mes de Diciembre en el que casi todos le dieron políticamente por muerto. Entonces, casi todos apostaban por un gobierno PP-Ciudadanos en minoría, porque tácticamente era lo que mejor convenía al PSOE para iniciar un camino de recuperación tras la debacle electoral sufrida y porque todos daban por hecho que Albert Rivera no tenía otra función que ser fiel servidor del PP, dado que se interpretaba que sus votos solo eran resultado de la protesta de los votantes cabreados del PP que deseaban darle un toque de atención al Partido Popular. El guión parecía escrito y sin embargo, en pocos días, acabó saltando en pedazos, tanto por decisión de unos como por omisión de otros. El fin de Pedro Sánchez parecía estar cantado al igual que la ascensión al Olimpo socialista de Susana Díaz, la otra lideresa, pero…

Pedro Sánchez era aparentemente un figurín sin mayor proyección, una cara de cartel para vender perfumes o ropa interior; un mártir necesario en el socialismo, porque nadie quería asumir la cabeza de un cartel que tenía todas las cartas para perder, y un novato en esto de moverse entre los tiburones de la clase política. La debacle implicaba, decían, la crisis final de un PSOE que iba a necesitar varios años para estar en condiciones de volver a tener posibilidades de tocar poder; la estrategia de crear el monstruo de PODEMOS para devorar al PSOE había dado resultado, aunque el nuevo “Frankenstein” anduviera más que descontrolado, aupado por las encuestas y los resultados en las urnas. Es más, dados los resultados, pocos descartaban en Ferraz que, de no mediar cambios importantes, a futuro, la más que previsible incorporación de IU a PODEMOS desbancara al PSOE de su vitola de líder de la oposición y de la izquierda, pues ese y no otro es el objetivo manifiesto de Pablo Iglesias.
Todos daban en aquellos tiempos -algunos lo siguen haciendo- por muerto a un Sánchez acosado por unos y por otros; desde dentro y desde fuera. Y Sánchez es hoy por hoy un líder consolidado que ha sido capaz de controlar -tampoco es que eso le haya costado mucho- a su partido y afianzar su liderazgo; aunque bien pudiera caer, como un castillo de naipes, en caso de convocarse nuevas elecciones dentro de un mese, dado que lo que está aconteciendo en el terreno político no está mostrando grandes beneficios electorales para el PSOE en las encuestas.

Quizás las cosas hubieran sido de otro modo, al menos las estrategias de los demás, si alguien hubiera repasado la biografía política de Pedro Sánchez. Tertulias y tertulias y casi todos han pasado por encima de algo tan esencial como conocer la trayectoria del personaje.
Pedro Sánchez lleva, pese a su juventud, una eternidad moviéndose con habilidad, con una innata condición para ello, en las luchas internas por el poder en el seno del socialismo. Sus sucesivos jefes/protectores han ido cayendo mientras él ha sido capaz de otear el horizonte y colocarse siempre con el viento a favor. Un dato en el que nadie reparó aquella noche electoral del mes de Diciembre en la que solo él no admitió ni su fracaso ni su eliminación. La resultante es que quien era entonces enterrado ha conseguido, contra todo pronóstico, posicionarse entre unos y otros como el candidato más aventajado, de no haber nuevas elecciones, para ser el próximo presidente. Y pese a la fracasada investidura -ya estaba cantado que así sería- sigue siendo el eje del debate sobre el qué hacer y la pieza indispensable para evitar algo que todos desean y temen a la vez: unas nuevas elecciones.

Es fácil despachar lo sucedido, las maniobras de Pedro Sánchez, circunscribiéndolo a una historia de ambición, lo que no quiere decir esta que no exista y no forme parte del personaje, pero no existe político sin ambición. Naturalmente desde la derecha política y mediática es la sed de poder lo que le mueve o cuanto menos su decisión de sobrevivir políticamente al frente del PSOE. Lo que, sin embargo, ha demostrado Pedro Sánchez es una enorme habilidad para leer el tablero político, jugar a la contra y evitar el jaque mate que no pocos pretendían darle. Los símiles y metáforas sobre lo que está aconteciendo en el culebrón “camino a la Moncloa” son harto elocuentes: se ha hablado de partida de ajedrez, de partida de póker (no sabemos si con la célebre combinación del póker de la muerte), de tarde de mus y hasta de fútbol porque nos pasamos las semanas viendo como achica los espacios, traslada a otros la presión y mantiene el balón en su poder el máximo de tiempo posible (en esto último también Pedro Sánchez ha sabido jugar). Cierto es que las cosas le han salido bien por la torpeza manifiesta de aquellos a los que tenía enfrente, especialmente la de Mariano Rajoy y su equipo.
Todos los flamantes líderes políticos se han equivocado en estos meses y por eso es más que probable que finalmente acabemos siendo nuevamente llamados a las urnas. Pero las urnas son muy peligrosas porque son muchos los escaños que estarían en juego por no muchos votos.
Se equivocó de forma evidente Mariano Rajoy cuando cedió la iniciativa política al hombre que le había insultado en su cara y por televisión, lo hizo por las circunstancias, por su falta de apoyos y porque creía que finalmente Sánchez no conseguiría un acuerdo con el líder de Ciudadanos, pero he aquí que Sánchez lo consiguió rompiéndole a Mariano el cántaro de la lechera.

Se equivocó Pablo Iglesias al pensar que Pedro Sánchez era como un bocadito tierno que no haría más que agravar la crisis del socialismo, siendo incapaz de devolverle un revés desde el fondo de la pista. Y Pablo Iglesias ha acabado casi pasando de cazador a cazado.

El único que pareció entrever el cambio de los vientos fue Albert Rivera quien, sin creer en las posibilidades reales de Sánchez de formar gobierno, ha jugado la carta del político moderado, conciliador y pactista para posicionarse de cara a unas nuevas elecciones (lo que si nos atenemos a la evolución de las encuestas parece darle la razón), esperanzado porque sabe que su campaña electoral fue muy pobre y ahora podría subsanar el error.
Pedro Sánchez acudió a una sesión de investidura para perder pero a la vez para fortalecerse, porque la convocatoria electoral no ha sido inmediata. En esta coyuntura, para mantener sus expectativas, Pedro Sánchez solo tiene un problema a día de hoy: conservar el matrimonio de conveniencia aparentemente consumado con Albert Rivera, lo que cada vez se antoja más complicado. La presión, para él, la tienen otros: Mariano Rajoy, porque en su mano está, aunque para ello tendría que cederle el poder, evitar un gobierno donde PODEMOS tenga un papel estelar y que el PSOE se eche en brazo de estos; Pablo Iglesias, porque si no le apoya facilitará la continuidad de Mariano Rajoy y cree que eso no se lo perdonarán sus votantes. Juega, eso sí, al despiste, porque, como Mariano, cree que al final habrá una “gran coalición”, pues es lo que piden los medios todos los días o en su defecto que le dejen gobernar. En su estrategia lo que queda por decidir es quién encabezará esa “gran coalición”. Y ahí es donde más frágil se muestra el horizonte porque llegado el caso el presidente sería uno de los tres o alguien ajeno a los tres. Ni que decir tiene que, al igual que Mariano Rajoy, Pedro Sánchez cree que llegado el momento, si la presión triunfa, a él le correspondería ocupar tal puesto.

Es evidente que Pedro Sánchez está dispuesto a pagar el precio que le pongan para acabar en la Moncloa. Su primera opción es un gobierno en minoría con el programa del pacto PSOE-Ciudadanos; su segunda opción, conseguir la abstención de PODEMOS para lograr ese gobierno; tercera opción, la menos apetecible y cada vez más lejana, la “gran coalición” encabezada por el PSOE; cuarta, un gobierno netamente de izquierdas que por fuerza tendría que ser una coalición en la que entraría PODEMOS. Cualquiera de esas operaciones de “alta política” le vale. Frente a esto de poco vale acusarle de solo mirar por su interés personal, porque eso solo le importa a aquellos que nunca le votarían.


(Artículo publicado en La Nación, marzo 2016)

El día que Susana le dijo a Pedro que no quería ser Heidi.

El día que Susana le dijo a Pedro que no quería ser Heidi.

Aunque a algunos nos parezca algo superfluo lo cierto es que al final la moda es la que impone sus criterios y los gurús de todo partido que se precie, los gabinetes demoscópicos, están siempre prestos a encaramarse sobre los tacones de las nuevas tendencias, pero asumiendo que las modas se crean y no surgen como expresión de una necesidad social, son un elemento más del proceso de alienación que nos sujeta. Es en este juego donde debemos buscar las claves del peinado, la sonrisa y el look del nuevo Secretario General del PSOE, el buscador Pedro Sánchez.

Los dos lemas reales de Pedro o del otrora eficaz gabinete demoscópico socialista -¡Vaya usted a saber!- son: renovación y nicho. Las ideas y el programa más allá de frases, tópicos y declaraciones de intenciones lo dejamos para después. Lo de la renovación, el nuevo PSOE, está solucionado merced al lifting que supone su imagen, aunque le quede la prueba de fuego de realizar una pequeña operación de limpieza interna que le permita afirmarse como "borrón y cuenta nueva", especialmente a nivel regional, municipal, sindical y andaluz (¿dejará a los pies de los caballos a Chaves y demás cual hará la Zarzuela con los Urdangarín?). Lo del nicho es, sin embargo, más complicado.

Anda la derecha mediática, que es prácticamente dueña y señora de los medios, empeñada en hacer de Pedro un "nuevo rojo" mientras, incongruentemente, suspira por un PSOE de consenso que acepte ser la pata del banco que le falta en un modelo bipartidista en el que la hegemonía la tenga el PP para mayor felicidad de Mariano. Quieren un PSOE un poco rojo que coloque a Pablete en su sitio, pero que, precisamente por ello, no pueda disputarle la hegemonía que debería asegurarse con una reforma electoral pactada que refuerce la tendencia hacia el modelo mayoritario que ya tiene nuestro poco democrático sistema electoral, el que convierte en falacia aquello de un hombre un voto.

El problema es que Pedro sabe que la lucha electoral no está a su izquierda, porque es posible frenar el trasvase del descontento en unas generales y recuperar voto aunque se asuma que otro se ha perdido para siempre; la batalla está a su derecha. Quitando los núcleos de voto absolutamente fieles, que son los que opinan y suben la voz, los que se emocionan leyendo o escuchando como se vapulea al adversario, lo que indica la demoscopia es que las próximas generales se van a decidir en el nicho del segmento de población situado entre los treinta y los cuarenta aproximadamente y entre los devotos del 2.0 y el 3.0. Ahí es donde Pedro, sus Heidis, Clara y Rottenmeier se van a volcar. Naturalmente habrá estridencias, para deleite de Marhuenda y 13TV, pero calculadas. Las justas para encandilar a los adoradores de mayos del 68 que nunca vivieron y que están encantados con ser la viva imagen de los otrora odiados burgueses. Para ellos, Pedro va a ser, tras el sarampión de Pablete, la imagen icónica de su rancio izquierdismo que aún practican en una versión sebosa de lo que fue la gauche divine.

Naturalmente, Pedro no ignora que en el fondo los barones esperan que se estrelle, que alguno no concurrió porque le lastraba la historia y porque prefería ser el candidato del día después, aunque finalmente aparezca en la nueva ejecutiva, pero también sabe que un crecimiento de pocos puntos le consolidaría hasta las siguientes elecciones, que serán su verdadero objetivo.

Tengo la impresión de que Pedro es mejor táctico de lo que aparenta, independientemente de la caricatura de superficialidad que van a utilizar contra él los pptertulianos y los ppperiodistas. Quería reforzar su peso en el partido convirtiendo a Susana en la Heidi ideal, pero ésta ha preferido el papel de señorita Rottenmeier para ordenar y controlar el desbarajuste que es el PSOE. Ella es ahora la verdadera fuente de poder, aunque tenga un descubierto talón de Aquiles. Y si Pedro fracasa ¿por qué no ella que es hábil colocando peones?

Puede que Pedro tenga que conformarse con la ausencia de Heidi pero Chacón -la eterna aspirante- va a tener que conformarse con ser Clara. Pero estemos atentos, porque probablemente sea la carta de Pedro para recuperar el control sobre el díscolo PSC, y entonces pudiera convertirse en la Heidi necesaria para ser traviesos en las clases de Rottenmeier.

Futuribles a un lado, de momento, Pedro ha creado un equipo en el que el sector femenino, lejos de la imagen florero transmitida por Zapatero, alcanza verdadero poder. ¿Y qué más se puede ofrecer a un sector importante del electorado -aunque reconozco que leído resulte un tanto machista el argumento- que un "guapo oficial" escoltado por un poder femenino real?  No nos extrañe pues si de la noche a la mañana emerge como caricatura de una Evita de medio pelo  una tal Micaela Navarro.

María González Veracruz, la Chacón-Soraya-Leire de Pérez Rubalcaba.

María González Veracruz, la Chacón-Soraya-Leire de Pérez Rubalcaba.

Corren aires de optimismo en las filas del socialismo hispano. En virtud de la incapacidad del gobierno para obtener la ansiada y prometida confianza internacional; ante unos recortes, cubiertos con vana palabrería publicitaria, que pierden legitimidad cuando lejos de corregir, aun cuando fuera tímidamente, los malos datos económicos los empeoran; con una administración asfixiada; tras el triunfo socialdemócrata en Francia y las derrotas parciales de la señora Merkel en Alemania, el socialismo que, tras la apabullante pérdida de votos sufrida, creía que iba a pasar varias legislaturas alejado del poder estima que, dado el deterioro demoscópico del gobierno, es posible vencer en unas elecciones que incluso podrían convocarse, pese al enorme poder acumulado por el PP, de forma anticipada.

Ante esta posibilidad el socialismo está colocando sus piezas sin que aparentemente nadie lo perciba. En este sentido Pérez Rubalcaba, renacido tras la no derrota andaluza, maniobrando con el escaso poder territorial que aún resta al PSOE para hacer oposición y alternativa, está poniendo los mimbres para esa confrontación. Por un lado, ha planteado la necesidad de redefinir el discurso socialista en clave del bluf del prefabricado 15-M; por otro, está poniendo caras nuevas, más o menos limpias, al socialismo mucho más adaptables a ese lenguaje.

Hace tiempo, durante la campaña interna para la Secretaría General del partido, advertí sobre la presencia permanente de una joven diputada flanqueando a Pérez Rubalcaba. Esta estrella fulgurante del futuro socialista responde al nombre de María González Veracruz, cuya carrera he seguido con atención dada la proximidad geográfica del que estas líneas escribe al personaje. Con 24 años accedió a la Secretaría de las Juventudes Socialistas en Murcia sacando los pies del tiesto más de una vez pero guardando las distancias con una federación socialista desastrosa. Como tantas otras su carrera profesional es la política, pero cuidado, no es Leire Pajín. Hoy forma parte del Comité Ejecutivo socialista y es la portavoz de Juventud, Investigación, Innovación y Nuevas Tecnologías, lo que no deja de ser significativo. Pérez Rubalcaba la presentó como uno de sus portavoces sin pasado durante las elecciones a la Secretaría General anuncio del segundo cambio, el interno, que ofrecía al socialismo.

Conviene no menospreciar a esta estrella emergente y no dejarse llevar por la idea de que ha llegado ahí por ser hija de uno de los habituales clanes familiares que, tanto en el PP como en el PSOE, se han convertido en caciques locales. Como decía no es Leire Pajín, entre otras razones porque es mucho más inteligente y, aunque comparta con la exministra el gusto por la demagogia, sabe perfectamente donde golpear. Prueba de su capacidad es el hecho de que, merced a su influencia, su padre se haya hecho, contra el aparato local del partido, con la dirección del desastroso socialismo murciano brindando al mismo tiempo a su hija, dadas sus relaciones internas, una mínima base de poder territorial.

Nadie que revise sus escasos discursos o los artículos publicados en su web por la joven diputada podrá encontrar algo más que la reiteración del discurso que en la actualidad mantienen los socialistas. Alguien podría incluso pensar que en la cabeza de esta chica no hay más que la liviandad del “qué bonito” o “qué maravilloso”, pero… Ideológicamente se sitúa, al menos ahí estaba hace media docena de años, en aquellos “jóvenes rojos” reinventados por José Luis Rodríguez Zapatero, aunque por influencia familiar esté vinculada al felipismo. Lo que sí sabe hacer María González Veracruz es utilizar el lenguaje, presentar los elementos ideológicos del socialismo, el proyecto no abandonado de ingeniería social, del modo más aceptable posible. No utiliza el radicalismo verbal del tándem Bibiana-Leire, prefiere el subterfugio y el eufemismo.

Tiene además la chica instinto político a la hora de golpear, aunque le falten horas de vuelo y las necesarias gotas de “mala leche”, como dirían en mi tierra, para convertirse en icono de izquierdas, pero todo se andarán y los equipos publicitarios socialistas son expertos a la hora de tallar el diamante en bruto hasta cuando no es más que mero carbón. Ha dado ejemplo de ello al abordar la bochornosa realidad de la situación que se vive en Lorca con respecto a las ayudas tras el terremoto. Quizás sea pronto para decirlo, pero María González Veracruz, más que la Pajín de Zapatero puede acabar convirtiéndose en la Chacón-Soraya de Pérez Rubalcaba. La han colocado ahí para sintonizar con el voto joven que puede acabar decidiendo las próximas elecciones y probablemente, si se tercia, acabar siendo musa de unos indignados sabiamente reconducidos.

 

¿A dónde va el PSOE?

Aunque en la práctica Pérez Rubalcaba o Carme/Carmen Chacón fueran dos caras de la misma moneda, con planteamientos ideológicos similares, es evidente que los militantes socialistas percibieron ambas candidaturas de forma distinta: una era la continuidad reformista y otra el cambio posible. Independientemente de los errores finales del equipo de Chacón, o de su acierto si aceptamos que fue capaz de recortar una diferencia inicial de cien votos, lo que ha decidido la suerte inmediata del socialismo español es la consideración táctica. Y ahí, además de lo que supone el control de parte del aparato del partido, Pérez Rubalcaba contaba con una clara ventaja.

El proyecto Chacón era a ocho años vista y el "plan Pérez Rubalcaba" se mueve en esquemas de dos a cuatro. Carmen Chacón, mucho más realista que su rival, entre otras razones porque a su favor jugaba su edad, estimaba que en España resulta muy difícil desplazar a un gobierno que goza de tan amplio margen como el actual en una legislatura. Los próximos cuatro años serían para ella un perfecto escaparate propagandístico en el que su labor de oposición se vería facilitada por la realidad de una crisis larga frente a la que el gobierno necesita, como mínimo, cuatro años para poder volver a ver “brotes verdes” reales, sufriendo por tanto un enorme desgaste. Los próximos cuatro años hubieran permitido a Chacón configurarse como líder real del socialismo, convertirse en la líder real de la oposición parlamentaria, apoyándose en la recuperación de voto que con certeza hubieran tenido los socialistas a lo largo de los próximos cuatro años, aunque ello no le permitiera derrotar al Partido Popular. Esa era la base de su proyecto junto con la eliminación política de toda la vieja guardia del partido.

El “plan” de Pérez Rubalcaba es mucho más sibilino. Como también se comenta en los círculos del poder, es posible que, si la crisis continua agravándose, si los recortes y ajustes despiertan una ola de oposición social, si la caída en los índices de expectativa de voto se acelera -recordemos que en muy poco tiempo el PP ha perdido casi cuatro puntos-, Mariano Rajoy no pueda mantenerse en la Moncloa más allá de dos años. Llegados a ese punto el partido tendría que decidir si es mejor convocar elecciones, para reafirmar el apoyo a sus políticas, o bien nombrar un nuevo presidente (de ahí que debamos estar atentos a las maniobras tanto de Alberto Ruíz Gallardón como de Esperanza Aguirre). En este esquema se ha movido el equipo de Pérez Rubalcaba que ha hecho una gran labor de zapa en los pasillos del Congreso de Sevilla. Ante este futurible los dudosos han preferido al “gran muñidor”. Entre otras razones porque la labor de acoso que éste podrá desarrollar en el Parlamento será mucho más eficaz que la que pudiera haber realizado una aspirante como Chacón. Para un buen parlamentario, como es Mariano Rajoy, Carmen Chacón hubiera sido un bocado tierno y Pérez Rubalcaba -guste o no guste- es un hueso duro de roer.

Sin embargo, el “plan Rubalcaba” no se cierra ahí. El nuevo Secretario General espera, para poder reafirmar su poder en un PSOE que deseaba un cambio al 50%, que se produzca una milagrosa recuperación del voto socialista en las elecciones andaluzas evitando la mayoría absoluta popular y por tanto mantener, aun cuando sea pactando o con un gobierno en minoría, la hegemonía socialista en la Comunidad. Además, como regalo caído del cielo, tiene en su agenda, como segundo peldaño, las elecciones en Asturias que bien pudieran darle una segunda Comunidad frente a la marea popular. Todo ello le daría la tranquilidad necesaria para poder rearmar el socialismo español y eliminar definitivamente a Carmen Chacón o disuadir a los que no han tenido el valor de acudir como candidatos a Sevilla. Unos malos resultados, sin embargo, abrirían nuevamente la inestabilidad en el partido y darían una nueva oportunidad a Carmen Chacón que ahora contaría con el apoyo de todos los despechados.

Tengo para mí que la gran ambición de Pérez Rubalcaba, en contra de lo que pudiera parecer, era la de alcanzar la Secretaría General del PSOE, asumiendo que su papel sería el de dirigir a un socialismo combativo en la oposición a la búsqueda de nuevas señas de identidad. De ahí que haya abierto su mandato especulando con la posibilidad real de que él no fuera el candidato final del partido. Lo sería, evidentemente, si hubiera elecciones adelantadas. También es probable que finalmente se inclinara por serlo dentro de cuatro años para continuar recuperando votos, pero no lo sería dentro de ocho años por razones básicamente de edad. Pero en el “plan” ya está prefigurado el ambicioso delfín: Patxi López.

Lo que aún no tiene Pérez Rubalcaba perfilado en su “plan” es ese proyecto nuevo de socialismo que anuncia. Básicamente porque ideológicamente la socialdemocracia está en regresión en toda Europa al carecer de un proyecto político adecuado al marco actual, por lo que se ha refugiado en la defensa de un Estado del Bienestar que no le pertenece.

Pérez y Rubalcaba S.A.

Pérez y Rubalcaba S.A.

No voy a esperar a mañana, como debiera hacer, para comentar la boutade del “proyecto nuevo”, del “proyecto de cambio” preanunciado por el nuevo y flamante Secretario General del PSOE. Un partido que a partir de hoy debiéramos rotular como Pérez y Rubalcaba 487/45 S.A., porque el partido de los no se cuántos años de honradez es tan grande que empieza en Pérez y acaba en Rubalcaba.

Me he emocionado -es que uno tiene su corazoncito- esta mañana, mientras sudaba la gota gorda en una bicicleta estática hipermoderna, con televisión incluida, al oír a Rubalcaba preocuparse por esas familias en apuros que no han hecho más que trabajar, por esos jóvenes cuyo futuro es incierto porque no son “ninis” porque no pueden encontrar trabajo, hablando de esos millones de españoles que esperan ansiosos la “buena nueva” socialista que les sacará del agujero negro en que se encuentran… me he emocionado. Porque ahora que el PSOE ya no es el PSOE que es Pérez y Rubalcaba S.A. por fin alguien se va a preocupar por los millones de parados, por los empresarios quebrados, por las familias hundidas por efecto de un ataque ectoplasmático venido de otra galaxia que inmisericordemente escogió, para abducirlos, a los dirigentes del socialismo español. He ahí la razón fundamental del desastre de estos años pasados. Me he emocionado al oír a Pérez y Rubalcaba decir que con la “roja” de Chacón el futuro estaría tiznado (bueno esto no lo ha dicho pero era lo que se traslucía de su discurso). Por fin el socialismo ha salido de la abducción extraterreste que lo tenía secuestrado.

Y qué decir de José Antonio Griñán, presidente del Congreso, teórico chaconista, más o menos, ahora seguro que menos, que se llama así porque su abuelo fue uno de los jueces del Tribunal que llevó al paredón a José Antonio Primo de Rivera, evitando decir que Pérez Rubalcaba ha ganado.

También me ha emocionado su rostro, el de ella. Al igual que los besitos del triunfador a la perdedora (Leire andaba perdida). Y la puyita, ¡qué puyita!, del triunfador a una Carmen que seguramente desde hace un rato vuelve a ser Carme, diciéndole: “Gracias a tu discurso porque tú has contribuido a que esta tarde sea una buena tarde”. Puyita, porque según parece los discursos de última hora y los pasillos enterraron las posibilidades de la Chacón, como dirían por estos lares. También me ha emocionado el rostro de Carmen Chacón, es la segunda vez que la vemos a punto de derramar lágrimas y con la sonrisa forzada. Pero no debe preocuparse, ya que en  Pérez y Rubalcaba 487/45 S.A., según su nuevo/viejo dueño y señor, todos caben ¿hasta Chacón? No lo sé pero en la nueve empresa se apresuraron a formar Pachi y Txiqui con la sonrisa profiden de la rubicunda Trinidad y esa chica morena que sale en todas las fotos, diputada por Murcia e hija de su padre que quizás sea la nueva Leire de Rubalcaba.

Pero lo que más me han emocionado han sido los aplausos, aplausos, aplausos. ¡Qué fuerza, qué entusiasmo! Todos, menos los que alzaban los I-Pad en vez de los puños para grabar con su aparatito, batiendo al "uninoso" que diría Jardiel Poncela, no fuera a ser que el de al lado acabara mirando el color de las palmas y éstas no estuvieran lo suficientemente rojas, prueba evidente de no haber votado al nuevo/eterno jefe. Porque viendo las escenas bien parece que todos, menos Chacón, han votado a Pérez Rubalcaba.

Y el discurso del triunfador. ¡Qué me dicen del discurso del triunfador! Increíblemente desquiciado, producto del desequilibrio emocional sin duda. “Somos un partido fuerte, fuerte, fuerte” con aplausos enfervorecidos, clamaba un pletórico Pérez Rubalcaba. “Lo importante no es llegar sino saber salir”, y eso lo dice quien lleva sin salir décadas. Y ahora, “todos juntos, absolutamente todos, sin facturas ni salvoconductos” marcharemos francamente no sabemos por dónde hacia la victoria final. Pero de momento, Pepe, Javier, “nuestro reto, nuestro primer reto” es ganar en Andalucía y en Asturias. Lo que dadas las encuestas parece una nueva “misión imposible”. Pero ya se sabe que Pérez Rubalcaba está dispuesto a ir de derrota en derrota hasta la victoria final.

Pero lo mejor el anuncio, reitero,  del autocalificado “stajanovista” Pérez Rubalcaba de un “proyecto de cambio” para España cuando lo que todos esperaban era un “proyecto de cambio para el socialismo”. Pero ¿qué se podía esperar de un millar de alienados que aprobaron casi por unanimidad la gestión de un individuo llamado José Luis Rodríguez Zapatero?

PD: Dicen que en las sedes populares está corriendo el cava.

¿Por qué la casta se indigna con los indignados?

¿Por qué la casta se indigna con los indignados?

Lo que hasta hace poco eran casi parabienes y sonrisas se ha transformado en preocupación, alarma y hasta en un airado “¡Hasta aquí!”. Los denominados indignados, nomenclaruta elevada a definición ideológica por los mismos que ahora se escandalizan y reclaman acciones contundentes, han cruzado “la línea roja”, han atentado “contra la democracia” y quieren “secuestrar la voluntad popular”, nos dicen. Y todo, simplemente, porque, en lógica con sus propuestas, las mismas que eran animadas desde medios de muy diverso color, se han vuelto de forma clara, sonora y rotunda contra la clase política. Ahora, que han pasado a mayores, los abucheados no son ni los banqueros, ni los explotadores y los damnificados no son ni los comerciantes, ni las tiendas, ni los cajeros automáticos, ni el mobiliario urbano.

Las imágenes de jóvenes y no tan jóvenes insultando con palabra gruesa a los políticos, de todo color, en Madrid, Valencia y Barcelona, me han recordado un cuadro de Goya visto a la inversa: son los hijos los que devoran a Saturno y éste tiene la misma mirada descompuesta e irracional que cuando él era el devorador. ¿Cómo ha sido posible se preguntan algunos? ¿Pero no eran de los nuestros, decían otros? ¿Cómo me han insultado a mí que defiendo sus propuestas?, debió pensar Cayo Lara mientras le gritaban, con toda la razón, “oportunista”. Y, hasta los adláteres de la Sexta, los opinadores rojiprogres, los que sueñan en rojo vivo, se quejaban de que los airados manifestantes no supieran diferenciar entre los que imponen los recortes, son súbditos de la patronal, la banca y las multinacionales y quienes se oponen a ellos con valor y coraje desde los cómodos escaños de los mil y un parlamentos de las Españas. Los que se presentaban como usufructuarios directos de la protesta, los mismos que la animaban, se han encontrado, de pronto, con que los indignados no distinguen entre un político y otro político, porque son todos miembros de la casta. Lo que, dicho sea de paso, han demostrado cuando todos se han visto zaheridos del mismo modo.

Como la izquierda es hábil, y la tontuna del mito progresista llega a los más recónditos lugares, ya tenemos la explicación. Existen dos movimientos de indignados: uno, el de los ideales del 15-M, cristalino, arcangélico y de izquierdas; otro, violento, antisistema y casi fascista cuyo propósito es acabar con la nueva primavera de los pueblos cantada por los bardos de la estulticia que pueblan los medios. Y ese 15-M bondadoso se solidariza con la casta agredida, porque toda ha sido vilipendiada cuando el objetivo de su ira sólo debería tener un único color: todo aquello que no fuera izquierda.

¿Qué está sucediendo? Simplemente algo muy viejo en los movimientos ideológicos: la rebelión de los cachorros. Existe una generación, cuya punta de lanza son los antisistema, los antiglobalización, los ocupa, los red-skin, y los denominados perro-flauta, pero que sociológicamente supera lo que para muchos no pasan de ser tribus urbanas de la modernidad. Esa generación es, en buena medida, la protagonista de estos movimientos, la base de los indignados jóvenes, la que se ha movilizado y ha acampado. Una generación educada por una amplia colección de progres burgueses de izquierda de salón que les han cantado las glorias del comunismo, el anarquismo, la revolución rusa, la revolución castrista, el Che,  y ahora la II República Española. Ese es su universo mitológico y el resultado es que aspiran a imitarlo y emularlo. Son los que se han quedado en las plazas y los que continúan movilizándose. Los medios y los opinadores, los mismos que ahora se quejan, han exaltado hasta la estulticia su “revolución”. Los viejos progres entrados en años veían en ellos sus vástagos, la resurrección del idolatrado “mayo francés” del 68. El mismo que Franco -que siempre tiene que acabar saliendo- les secuestró, frustrando a la intrépida Celia Villalobos blasonadora de su correr ante los grises (“que esos sí que pegaban y no los actuales angelicales antidisturbios”, nos razonó). Para esos progres envejecidos, los indignados del 15-M eran, hasta hace poco, los rescatadores del espíritu de la auténtica izquierda perdido tras la caída del comunismo y acorralada en Cuba; los que les retrotraían a las imágenes de sus asambleas universitarias destinadas a cambiar un mundo que después, cuando han estado en el poder, han hecho más burgués y menos sacrificado que el de sus padres a los que tan exaltadamente despreciaban por su conformismo. Eso sí orlado con la droga y el amor libre que tanto les gustaba. El problema es que para sus “indignados” el enemigo no es la derecha, es la casta política y el sistema. El enemigo que ha sepultado la añorada y exaltada revolución.

 

La última maniobra de ZP.

A nadie ha sorprendido el anuncio de José Luis Rodríguez Zapatero de que no repetirá como candidato socialista en 2012. Era la noticia que todos esperaban oír. La caída acelerada de la intención de voto del socialismo en el último año, junto con la evidencia de que en los últimos meses ninguno de los datos macroeconómicos invitaba a soñar con un cambio de tendencia capaz de recortar la diferencia en las encuestas con el Partido Popular, le han obligado a tomar una decisión que, en principio, se negaba a contemplar. Durante un año ha aguantado la presión de unos barones socialistas que entendían que el presidente se había convertido en un lastre electoral. Lo demás ha sido y es pura demoscopia.

Los inventores de ZP, que dieron la victoria al socialismo ocultando las siglas para recuperar al votante perdido, son, en última instancia, los responsables de la eliminación de la marca ZP. Han vuelto a repetir la estrategia, buscando disociar a los candidatos autonómicos y municipales tanto del PSOE como de ZP para contrarrestar así la estrategia inversa practicada por los hombres de Mariano Rajoy deseosos de explotar el tirón que tiene el antizapaterismo. Y ahora han propiciado un cambio en el debate electoral con la salida de la escena de Rodríguez Zapatero.

Nadie puede dudar de la maestría y efectividad del gabinete electoral socialista. Ellos son los que han trazado una estrategia diseñada para dar al socialismo una oportunidad de cara a 2012. Una estrategia que aún no está definida, porque dependerá, en buena medida, de los resultados obtenidos por los diversos candidatos el próximo 22 de mayo y de la evolución que siga lo que muchos denominan el “caso Rubalcaba”. Dependerá de los resultados del 22-M el que el socialismo se incline por una derrota dulce en 2012 con Rubalcaba como indudable candidato o por un intento de vencer a los puntos de la mano de Carmen Chacón. Las primarias se diseñarán y se ejecutarán en función de esas variables: candidato único o aparente disputa.

El sector de la prensa que ha contribuido a convertir a ZP en el “enemigo público número uno”, independientemente de la razón objetiva que les asistiera, clama en alta voz por la convocatoria de elecciones anticipadas mientras que Mariano Rajoy lo hace en voz baja porque prefiere que sea Rodríguez Zapatero quien ponga en marcha medidas altamente impopulares que el PP también comparte. Es evidente que las medidas de ajuste que ZP va a tener que tomar son incompatibles con una parte de la izquierda, de ahí su anuncio, pero ahora esa misma izquierda podrá atacar al presidente sin atacar al PSOE y éste, a su vez, padecerá un menor desgaste e incluso alentará la disidencia. Es la cuadratura perfecta del círculo porque a partir de ahora la oposición, tanto mediática como política, tendrá que atacar, durante un año, a un hombre que no será candidato en 2012 mientras que el candidato, especialmente si no es Rubalcaba, aparecerá siempre como una alternativa de futuro. Ésta es la trastienda de la decisión.