MANON O LA JUSTIFICACIÓN DEL ULTRAJE EN LA FRANCIA LIBERADA
La literatura moralista del XIX tiene en Manon una de sus cotas. Siempre me ha gustado esa historia sublimada en la ópera de Massenet (¡qué bien estaba Kraus cantándola y qué divina resulta en el papel Anna Netrebko!).
Ayer compré una premiada versión cinematográfica, "Manon" de Henry-Georges Clouzot de 1949, ganadora del León de oro en Venecia con una casi Lolita (Cécile Aubry) en el papel principal.
Se traslada la acción al final de la IIGM en Francia. Y esto es lo interesante, porque arranca con el intento de rapar a Manon y su posible asesinato por parte de unos vecinos al ser acusada de colaboracionista al tener un bar al que iban los nazis.
En 1949, la película nos muestra, en otra escena, advirtiéndonos así del destino seguro de Manon de no ser la muerte, a una mujer a la que se ha rapado; en escueta ropa interior -los desnudos no formaban parte entonces del cine- y con signos de haber recibido una paliza por parte de los que la rodean (el ritual continuaba con el paseo desnuda acompañada por las increpaciones de los vecinos por el pueblo).
Quiero subrayar que el director nos presenta el condenable hecho sin tapujos, de modo documental. No sólo no se hurta al público con una elipsis, sino que se muestra con orgullo, naturalidad y legitimidad. No es una denuncia, es un aval. Esto es lo interesante.
Al discurso dominante le parecían los hechos políticamente correctos y el director, al situar en el colaboracionismo femenino con los nazis, aunque fuera fruto de la necesidad, de la situación o de las relaciones humanas, fuera de toda consideración política, como el origen de la caída moral de Manon, como el pecado original que la lleva a la condena moral y física, comparte esa visión.
Clouzot presenta ese "colaboracionismo" femenino, que engendra una condena terrible, en 1949, cuatro años después de la "liberación", como el origen de la desdicha. No olvidemos que el relato de Manon, escrito por el Abbé Prévost, advierte de que al final el pecado de la falta de virtud femenina que acaba arrastrando al hombre se paga impidiendo alcanzar la felicidad. Duro símil en aquella Francia de la posguerra (la película obtuvo el premio del sindicato de críticos franceses) para las decenas de miles de mujeres señaladas, porque además de justificar el ultraje, la tortura y la exclusión social, advertía sobre lo que el destino reservaba a aquellas mujeres de las que la historia se ha olvidado, como hasta hace poco se olvidó de las violaciones cometidas por los aliados en la Francia de después de Normandía.