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20-N. La única opción viable.

Hace unas semanas escribía sobre la necesidad de que, por una vez, prime la sensatez ante la convocatoria electoral del Veinte de Noviembre. Pese a que pudiera parecer lo contrario ignoro el horizonte de cualquier conversación abierta, si es que ésta en realidad existe. El hecho incuestionable es que el próximo Veinte de Noviembre no existirá, en toda España, una candidatura a la que puedan votar todos aquellos que sin situarse en la izquierda o en la derecha, o decepcionados por ambas, estimen necesario apoyar una opción distinta a las que hoy están representadas en el parlamento español.

Me decía, con harta desesperación, un amigo, hace unas semanas, que se sentía decepcionado por lo que iba a suceder este Veinte de Noviembre; porque ni tan siquiera tendrá la oportunidad de dejar constancia de que algunos no hemos muerto. Alejado de las miserias internas de todo aquello que el electorado sitúa, independientemente de la conceptualización, con razón o sin ella, a la derecha del PP, se mostraba remiso a aceptar que no hubiera vida más allá del PP para quienes no se sienten de izquierdas, ni quieren caer en las trampas de las organizaciones pantallas de las que es usufructuario el PP, ni en los falsos señuelos de la para algunos -que rondan la estupidez más absoluta- rubicunda amazona del Walhalla renacido ofrecida por los medios de la derecha como sucedáneo para descontentos, o en los aspavientos anti de algún grupo que cada vez se aleja más de lo que entendemos como propio.

Quizás no viniera mal a todos aquellos que militan o dirigen grupos políticos, sociales y culturales situados en ese ámbito ideológico que en esta ocasión, ante la dura realidad, cedieran y asumieran un ápice de pragmatismo. Alguien puede soñar que se revestirá con la púrpura del mando y el canto de la gloria porque pueda presentarse en tres o cuatro provincias; alguien podrá seguir entonando la gloria de Aquiles porque esté más o menos sólo en la convocatoria; alguien podrá creer que tomará un nuevo impulso por la consunción paulatina de los demás. Pero para cualquier observador mediano no será más que el canto de un cisne que está a punto de perecer. Porque una de las lecturas de las elecciones del próximo Veinte de Noviembre será la desaparición política de todo aquello que no sea PP más allá de la izquierda.

Nadie en su sano juicio puede pensar que ese ejercicio de pragmatismo, que todos debiéramos hacer, es para obtener una mejor posición o sujeto a los intereses de tal o cual grupo. Mal empezamos si partimos de esa premisa. Nadie en su sano juicio puede pensar que se buscan resultados positivos en las urnas a costa de los demás porque estos no se van a producir. De lo que se trataría, al menos esa sería la exigencia autoimpuesta por el sentido del deber, es de dar a ese puñado de españoles descontentos del sistema, de las autonomías, de la casta política, de la pérdida de soberanía nacional, de la corrupción moral, del cuestionamiento del Estado del Bienestar, de las políticas ultraliberales y del proceso de desintegración de España la oportunidad de tener una candidatura a la que votar en toda España. Que nadie piense en obtener decenas de miles de votos porque de lo que se trata es de dar testimonio, de poder decir bien alto: “Aquí estamos. No vamos a desaparecer”.

¿Cómo hacerlo? No es fácil y además prácticamente no queda tiempo. Quizás la única solución factible fuera una candidatura temática, con un mensaje claro y rotundo, compartido por todos, que pueda recoger ese descontento. Dejar los máximos para concentrarse en los mínimos. Pero esa opción sólo será viable si cuenta con el apoyo de todas esas fuerzas políticas, sociales y culturales a las que me he referido y que todos tenemos en la mente. Sin embargo, mucho me temo que sólo vamos a contar con un largo rosario de excusas adornadas con toda la parafernalia de purezas permanentes. Todo ello cuando lo que nos estamos jugando es el futuro y la continuidad de un legado que nos hartamos de decir que consideramos sagrado.

 

1 comentario

Eiztarigorri -

Si hay voluntad la unidad en torno a un programa de mínimos no debería de ser problema pero mientras se consigue o no, creo que habría que valorar la posibilidad de intentar recurrir la ley electoral por cuanto supone un vaciamiento de contenido de los derechos políticos reconocidos por la Constitución y una violación del principio de igualdad ante la ley que además ni siquiera está jurídicamente motivado. En fín unaq posibilidad sería presentarse a las elecciones sabiendo que se va impugnar las candidaturas con arreglo a dicha ley para a partir de ahí presentar el recurso. Y si se ganara que no va a ser fácil ni rápido preparar una propuesta de reforma de la ley electoral vigente homogeneizando los cuerpos electorales a sus realidades políticas, por ejemplo circunscripción nacional para las elecciones al parlamento nacional. La crisis económica es lo suficientemente grave como para que el ambiente sea propicio al surgimiento de nuevas fuerzas políticas. Es ingenuo creer que que eso va a acarrear automáticamente la victoria porque nos enfrentamos a un sistema de equilibrio de poder que nada tiene que endvidiar al modelo veneciano pero de lo que se trata es de plantear la semilla de la reivindicación en el seno de la sociedad española y repetir, machacar y denunciar. Y prepararse para machacar y denunciar a quienes se opongan forzandoles a tener que defenderse ellos para que no puedan impedir esto. El clima de corrupción nos lo pone fácil. Y hay algunos flecos que son los que me preocupan peroeso para otra ocasión.