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70 Aniversario de la División Azul

70 Aniversario de la División Azul

Los héroes siempre se imponen a la ingratitud, la mentira y la maledicencia.

Ocultación y desprestigio, bien mezcladas con verdades a medias, suelen ser las dos armas favoritas de quienes, por razones ideológico-políticas, buscan destruir la memoria que no les resulta grata de cualquier hecho histórico. Leía el otro día a un columnista, con vitola de progre y amante del discurso políticamente correcto de la derecha opinante española, que considera que con tal de dar cera al PSOE todo vale, en las páginas de La Razón, afirmar que nunca nadie ha tenido tantos efectivos de nuestro ejército en el exterior como Rodríguez Zapatero, ni misiones con tantos muertos como la de Afganistán que lidera Carmen Chachón. El avezado columnista, que no debe leer ni su propio periódico, ignoró, creo que conscientemente, que en Rusia, hace ahora setenta años de su salida de España, una unidad militar de nuestro Ejército, sin parangón posible con lo que son las actuales misiones en el exterior, tuvo más de cinco mil muertos y casi nueve mil heridos (más de dos mil con consideración de mutilados) y que por aquella unidad pasaron unos 46.000 hombres junto con 140 mujeres.

Se cumple en estos días el 70 Aniversario de la formación y partida de la División Española de Voluntarios, la conocida popularmente como División Azul. Conformada, como todo el mundo sabe, como una unidad de voluntarios, en la que predominaban los falangistas, con mandos militares profesionales, fue constituida como una unidad del ejército español, formando por tanto parte de su historia. Por encima de las razones ideológicas que la sustentaban, el anticomunismo militante, fue enviada al frente ruso por razones de conveniencia nacional, al servicio de la política exterior española de aquel tiempo. El objetivo pragmático de esa decisión y de la ulterior de mantenerla en el frente, pese a que no era posible alcanzar su objetivo máximo de destruir el comunismo, sin dejar a un lado el factor ideológico, razón basal de toda la campaña,  fue adaptándose a la evolución del conflicto bélico y a las razones de la política exterior española.

A mi juicio, inicialmente, la presencia de la División Azul en el frente ruso permitía a las autoridades españolas alcanzar cuatro objetivos fundamentales: primero, dar muestras de amistad con Alemania en un momento en el que las relaciones se habían enfriado por la reiterada negativa española a entrar en la guerra; segundo, alejar la posibilidad de que se pusiera en marcha una operación alemana sobre el territorio español; tercero, demostrar la capacidad combativa del ejército español como elemento disuasorio; cuarto, en caso de que se alcanzara la que entonces parecía incuestionable victoria alemana tener un asiento en la conferencia de paz que reordenaría el mapa colonial del mundo, quebrando el para España lesivo dominio franco-británico.

A partir del verano de 1942, conforme la guerra fue cambiando de signo, especialmente cuando la posibilidad de que los aliados abrieran un segundo frente en occidente, siendo España uno de los puntos calientes, la División Azul fue mantenida en el frente por dos razones: primera, continuar dando muestras de la capacidad combativa del ejército español y por tanto evitar la tentación alemana de cerrar el Mediterráneo en Occidente; segunda, conseguir de Alemania el envío de armamento moderno para hacer frente a una posible agresión aliada. Finalmente, la División Azul y la posterior Legión Azul que la sustituyó estarían en el frente ruso hasta finales de 1943 y abril de 1944 respectivamente por otras tres razones: primera, seguir manteniendo un lazo de colaboración con Alemania que evitara una posible acción a la desesperada sobre España; segunda, porque Franco, la Falange y el Ejército se resistían a dejar de dar testimonio de su deseo de luchar contra el comunismo; tercera, por razones de independencia frente a las presiones aliadas que finalmente obligaron a la retirada definitiva de los combatientes españoles.

Aquellos combatientes, en su casi totalidad voluntarios, tuvieron que pagar un altísimo precio en sangre y vidas humanas para cumplir con esa misión exterior someramente descrita. Lo hicieron combatiendo con un valor, entrega y sacrificio de tal grado que admiró a toda Alemania, desde el orgulloso Führer hasta el último soldado. Tal fue la campaña de la División Azul que puede considerarse, desde el punto de vista militar, como una de las más heroicas de nuestro ejército. Queda como constancia el altísimo número de condecoraciones, españoles y alemanas, conseguidas por sus hombres. Número que pudo ser mayor y que se redujo porque la sucesión de hechos distinguidos provocó que se considerara que la concesión de tantas condecoraciones depreciaría el valor de las mismas. Así pues las autoridades militares fueron parcas a la hora de conceder las dos grandes condecoraciones españolas: la Medalla Militar y la Cruz Laureada de San Fernando. Aún así obtuvieron: 8 Cruces Laureadas de San Fernando, 53 Medallas Militares individuales, 2 Medallas Militares colectivas. Todo ello en unos veinticinco meses de campaña.

Resumir la campaña militar de los españoles en el durísimo Frente del Este en el estrecho margen de este artículo es prácticamente un ejercicio imposible. Baste decir que, frente a lo que se suele decir habitualmente, los españoles llegaron, después de ser desviados de su destino inicial, el Frente de Moscú, al Frente del Wolchow para participar en la ofensiva alemana diseñada para asegurar el cerco de Leningrado y crear una línea de invierno firme. Los españoles participaron en lo que los historiadores militares soviéticos denominaron la Batalla Thinkin-Wolchow. Cruzaron el río, establecieron una cabeza de punte y llegaron a relevar a los alemanes en Otenski-Possad, donde realizaron una heroica defensa. En aquellas operaciones dejó la vida una parte importante de la Vieja Guardia falangista de Madrid y Murcia. Allí soportaron, al otro lado de un río helado, la bajada de las temperaturas del que sería el invierno más frío desde hacía décadas, superándose los 40º bajo cero y todo ello sin equipo adecuado. Allí mostraron hasta dónde podía llegar la capacidad de resistencia de unos españoles que estaban dispuestos a defender Nowgorod, como explicara Muñoz Grandes a unos temerosos mandos alemanes, hasta la muerte. Aquellos soldados demostraron que no eran solo palabras. Así había sucedido en Udarnik donde la guarnición española fue clavada con picos al suelo, mutilando cadáveres al atravesar con ellos sus rostros aprovechando la oquedad de la boca.

A lo largo del invierno de 1941-1942 la División Azul se ganó, a fuerza de sangre y valor, la confianza de los alemanes merced a sus acciones de socorro. Sus efectivos la convertían en la última esperanza de obtener refuerzos para las unidades germanas. En enero de 1942 la Compañía de Esquiadores de la División cruzó el Ilmen, a cincuenta grados bajo cero, para liberar a los alemanes de la 290ª División cercados en Vsvad, según los norteamericanos Kleinfeld y Tambs se trata de uno de los episodios heroicos de la II Guerra Mundial. A mediados de enero la 126ª alemana perdía Teremets, el segundo Batallón del 269 fue enviado a taponar una brecha de seis kilómetros en lo que fue una auténtica carnicería, ya que ni los rusos ni la columna germano-española estuvieron dispuestos a ceder. En febrero una batería española fue enviada a reforzar a los alemanes en Podbereje. El 12 de febrero el 2º Batallón del 269 fue enviado a rescatar los alemanes de las SS y del 426º Regimiento cercados en Mal Samoschje, quedándose después de liberar a los germanos para formar parte de los ataques que la 126ª División realizó en Bol Samoschje. El 22 de febrero la 3ª Compañía del 250ª Batallón es enviada a ayudar a los alemanes en Vodoskoje. En marzo el 250º Batallón será enviado a reforzar nuevamente a la 126ª División alemana. Estas acciones fueron las que hicieron a Hitler pronunciar públicamente frases admirativas sobre los soldados españoles.

La División Azul se ganó a pulso el título de unidad de granaderos, unidad de elite del ejército alemán. Participó brillantemente en las acciones de la liquidación de la Bolsa del Wolchow. A finales del verano de 1942 fue trasladada a posiciones frente a la ciudad de Leningrado para participar en el asalto definitivo a la misma. Pero los alemanes habían llegado a su punto máximo de esfuerzo. La operación fue abandonada y los españoles se encontraron situados en uno de los posibles puntos de ruptura del frente alemán. Allí volvieron a demostrar su capacidad de combate prestando su colaboración a las fuerzas germanas que tuvieron que desbaratar la primera ofensiva soviética para intentar poner fin al cerco. Como en tantas ocasiones los españoles acudieron a reforzar a los germanos. Allá fue el Segundo Batallón del 269, a cubrirse de gloria en Posselok defendiendo los vitales altos de Sinyavino, sufriendo unas bajas que se elevaron al 95% de sus hombres, pero rechazando a un enemigo muy superior. Aún les quedaría tiempo a los divisionarios para realizar una de sus mayores gestas: detener, contra todo pronóstico, la ofensiva rusa en Krasny-Boor. La División defendía uno de los puntos de ruptura escogidos por el mando soviético para lanzar la operación que permitiría acabar con el cerco de Leningrado. Pese a la abrumadora superioridad rusa los españoles aguantaron ganando un tiempo vital para que los alemanes pudieran acumular fuerzas y fijar el frente. La pugna en todo el sector norte se mantuvo a lo largo de todo un mes, después agotados, se produjo una calma relativa. Un tiempo de guerra de soportar bombardeos y golpes de mano.

Sucesivamente la División Azul estuvo mandada por los generales Muñoz Grandes y Esteban Infantes. Sin embargo, para la historia, el primero sería siempre el general de la División Azul. No podía ser de otro modo porque fue una creación suya. Muñoz Grandes tuvo que crear una unidad con una fuerte identidad porque iba a combatir en un frente durísimo,  muy lejos de su patria y por razones puramente ideológicas: ni se defendía físicamente el territorio español, ni existía la amenaza directa sobre los propios, ni era posible conquista territorial alguna. La División Azul era una unidad compuesta básicamente de voluntarios civiles con poca o ninguna experiencia militar; había un buen número de excombatientes, pero se trataba de muchachos que habían estado en sectores de línea durante la guerra civil; de soldados que se habían presentado voluntarios en los cuarteles pero con una escasa preparación. El factor cualitativo favorable era que se trataba de una tropa altamente motivada. El general Muñoz Grandes, sin embargo, se rodeó de un competentísimo equipo de jefes y oficiales, entre los que abundaban los condecorados, con experiencia en unidades de elite y de choque durante la guerra civil. Con todo ello creó, en poco tiempo, una unidad físicamente endurecida tras recorrer andando mil kilómetros y con un alto espíritu de cuerpo. También impuso el general un sistema de relevos a partir de 1942 que le permitió mantener el mismo espíritu, la misma cohesión y la misma efectividad. Los hombres cambiaban pero la unidad seguía siendo la misma. Este fue el gran secreto de la División Azul.

Y, por encima o por debajo de todo, lo más importante, lo fundamental, fue la razón que impulsó su nacimiento: el “¡Rusia es culpable!” de Serrano Suñer. La División Azul era una continuación, sublimada, de las razones que habían llevado a millones de españoles a apoyar la sublevación contra la República y a decenas de miles a combatir voluntariamente contra ella. Entre esas razones brillaba, como crisol y aglutinador, el anticomunismo. Combatir en la URSS suponía combatir al único país en el que comunismo (entonces tanto el anarquismo como el marxismo quedaban englobados en el término genérico comunismo, independientemente de que fuera libertario o no) había triunfado y actuaba como ejemplo y elemento difusor de la revolución; suponía combatir a la nación que había hecho posible la resistencia del Ejército Rojo con sus envíos de material; suponía combatir a los asesinos y los torturadores del Frente Popular y a los enemigos de la cristiandad. Sólo por eso fueron, como repitió el general Muñoz Grandes el día de la jura en Alemania, a combatir heroicamente en el Frente Oriental. Lo demás es literatura, propaganda y deseo de ganar dinero fácil difamando a los héroes olvidados. Unos héroes que bien merecieran un homenaje público y nacional.

(Artículo publicado en el nº 586-587 de La Nación, del 12de julio al 2 agosto de 2011)

 

1 comentario

Juan Mallorca -

Muy bueno el artículo y muy bueno el Blog que desconocía. Ahora, podré seguir tus aportaciones.
La foto de Enrique García G. muy humana.
Recibe un abrazo
Juan