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Franco les importa un pimiento.

Franco les importa un pimiento.

Seamos francos al PSOE, a la pomposa y parcial “Comisión de Expertos” de no sabemos qué, que tiene como flor y coartada a un melindre de derechas, y a los vividores de la Memoria Histórica, que se reparten euros a tanto por barba para fines mucho menos limpios que el de dar sepultura digna a los españoles que no la tengan, los restos de Francisco Franco les importan un pimiento. Entre otras razones porque su heroico antifranquismo retrospectivos es de nómina e instrumental.

La fantasmada lacrimógena del abuelo de Zapatero, en un partido plagado de hijos de franquistas (Chaves, Bono, Fenández de la Vega, Guerra, Belloch…), a los que incluso hemos visto acudir a beatificaciones de los mártires de la Cruzada, no pasa de ser un barniz para disfrazar la realidad. A ellos, ni Franco ni los muertos, de izquierdas o de derechas, les interesan más allá de los réditos electorales que de sus huesos puedan obtener.

Estamos, subrayémoslo, ante un antifranquismo retrospectivo instrumental. Huérfana de referentes ideológicos la izquierda está construyendo una mitología encaminada a blanquear un pasado en el que abunda la sangre y la destrucción. Uno, quizás el único, de esos mitos es la exaltación de la II República, porque el patético intento de algunos individuos como Santiago Carrillo de ver lo bueno de Stalin no pasa de ser una página tragicómica de una vejez que rememora su exaltación juvenil. Este nuevo universo mitológico, este referente, es para ellos algo vital para poder mantener la movilización permanente de los propios dentro de las coordenadas de lo que marcan los gurús de la demoscopia y la sociología electoral: cuando la gestión es nefasta sólo queda recurrir a lo ideológico.

El problema es que la izquierda actual no cuenta en su haber con elementos ideológicos unificadores y diferenciadores al compartir con la derecha muchos planteamientos y comportamientos sociales y económicos; a lo que se suma la imperceptible diferencia en materia cultural, familiar o moral. De ahí que para la movilización electoral la izquierda necesite referentes mitológicos con los que retener un electorado que, conforme se deshacen los tópicos generacionales, comienza a tener comportamientos volátiles. Por ello es preciso rearmar los tópicos y ¿qué mejor modo que recurrir a Franco cuando derecha ya no equivale, para muchos, a maldad política y la vergüenza pública?

Antaño bastaba con llamar franquistas a los dirigentes del Partido Popular, lo que por otro lado tampoco podía extrañar a un partido fundado por siete ministros de Francisco Franco, hoy, con varias generaciones sin “memoria histórica”, resulta casi cómico. Por eso han tenido que recurrir a edificar una mitología de buenos y “malísimos”, demonizar a través de la insidia y la mentira el Valle de los Caídos y, ahora, poner sobre la mesa la posibilidad cierta de sacar de su tumba el cadáver de Francisco Franco. El objetivo no era hacer una pretendida “justicia histórica”, aunque no pase de ser algo más que una grotesca y cobarde revancha/venganza, que en algunos casos es más contra sus propios progenitores que contra Franco. El objetivo es, simplemente, intentar debilitar electoralmente al Partido Popular. Era lógica la escalada, porque el PP no sólo no ha entrado al trapo sino que, a su modo, ha acabado dejando al PSOE jugar con su inventillo de la “memoria histórica” que sólo ha cosechado una oposición mediática limitada. Sin embargo, para algunos analistas, la aplicación de la "memoria histórica", la percepción de lo que realmente es, ha acabado mostrando a muchos electores la cara sectaria de la izquierda que el felipismo había conseguido maquillar, actuando de forma negativa sobre el cuerpo electoral centrista.

El PSOE y toda la izquierda quieren ejecutar su venganza sacando los restos de Francisco Franco del Valle de los Caídos, en el que reposa por decisión de un tal Juan Carlos I, pero quiere hacerlo simplemente por razones electorales. El señor Pérez, apoyado por el taimado Jáuregui, ha diseñado su estrategia electoral discursiva de cara a las próximas elecciones: más radicalismo izquierdista, para recuperar la posible fuga de votos hacia Izquierda Unida (el ingenuo Cayo Lara está cayendo en la trampa sin darse cuenta); más demagogia izquierdista, para ganar votos entre el espacio sociológico secuestrado por el inventillo de los indignados y, sobre todo, restar votos como sea al PP. Por ello, el señor Pérez ha gritado como un poseso: “¡Franco, Franco, Franco! El caudillo nos dará la victoria”. Pérez piensa que si el PP se opone, aunque sea muy poquito, de aquel modo que tiene Rajoy de oponerse a las cosas, aunque sea diciendo que el “PSOE sólo mira al pasado y nosotros al futuro”, podrá agitar el espantajo de la derecha rancia, dictatorial y franquista, lo que será bueno para reafirmar su identidad izquierdista y quizás cambie el voto de algún incauto. Quizás Rubalcaba sueñe, por el tancredismo habitual de Rajoy, con una defección de la masa votante que admira a Franco y vota al PP que le cause la pérdida de algunos diputados.

Lo que curiosamente nadie ha advertido al señor Pérez es que también pudiera producirse el efecto contrario; que, aunque se convirtiera en ídolo del rojerío callejero y mediático ultraizquierdista encabezado por el diario Público, los votantes moderados de izquierdas, entre los que por cierto, según las encuestas, también existen personas con una visión positiva de Francisco Franco, pudieran volverle aún más la espalda por cobarde, tonto e inútil. Pero, insisto, Franco les importa un pimiento.

3 comentarios

Oscar -

No sé si Franco les importa un pimiento o no, pero lo cierto en la historia de la izquierda, es que siempre les ha gustado y disfrutado con apalear, airear y mofarse de los cadáveres, será su ideología necrofílica patente continuamente en la historia socialista.

Jesus -

La izquierda ya no sabe qué inventar para esconder que es un desastre.

Luis -

Ya está bien de aguantar. Es la hora de la protesta real.